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¿Tienes fuego?
Rafa Latorre: "Si te crees que cada vez que hablas tiembla el mundo, te conviertes en un auténtico idiota"
El periodista y director de La Brújula en Onda Cero analiza el agitado marco político actual y reflexiona sobre la importancia de la labor periodística en tiempos complicados

Así como la razón de ser de un faro o una antorcha es la de espantar la oscuridad, los periodistas deberían existir para servirle la actualidad a la gente sin cáscara ni velos, cristalina como agua de manantial. Rafa Latorre, brújula en mano desde Onda Cero, se enzarza en esa noble tarea de lunes a viernes, durante cuatro horas y media, para que sus oyentes se acuesten con la certeza de estar al cabo de lo que se cuece en su país y en el mundo entero, y que tiene que ver casi siempre con los desvaríos de una clase política que vence, porque se perpetúa, pero que cada día convence menos. Si le gritas «¡rigor, pasión, curiosidad!», se vuelve como si escuchase su nombre.
En literatura se habla de novelistas con brújula (que escriben a impulsos, sin planificar, guiados por su instinto) y novelistas con mapa (con una hoja de ruta precisa). ¿En la radio el mapa es imprescindible, más allá de la improvisación?
Creo que es inevitable que el periodista se maneje con brújula. El mapa yo creo que lastraría demasiado nuestra visión de lo que está ocurriendo. El prodigio en la radio obra cuando queda trastocado todo el plan previo que tenías, y cuando eso ocurre, además, estando en antena, que es cuando de verdad la radio da lo mejor de sí misma y cuando demuestras tu capacidad de reacción. El programa perfecto es insoportable. Si uno hiciera un programa sin ningún tipo de inflexión de voz y sin ninguna duda, eso quedaría demasiado postizo. Entonces, creo que no, que nada peor para un programa que el mapa que te trazas en cuanto llegas a la redacción y te reúnes con el equipo.
Pero en un programa de la longitud del suyo, y diario, hay que tener una escaleta muy bien planificada. Por más que la radio sea, evidentemente, pura improvisación. Sobre todo por parte de los otros, a los que uno no puede domeñar.
Bueno, no creas. La nuestra no es una pauta o una escaleta demasiado minuciosa. Fiamos bastante al directo y, además, creemos en una radio de atmósferas: tenemos que crear un entorno acogedor en el que la gente se sienta a gusto, y eso, si está demasiado controlado, se nota. Y no, el nuestro no es un programa que tenga un plan trazado y que lo cumplamos a rajatabla. Somos bastante caóticos en nuestra forma de trabajar.
"Estamos viviendo una legislatura en la que no se legisla. Prácticamente todo es un regate corto e incluso una puñalada larga"
Entrevisté a Carlos Alsina y destacó su nombre entre los integrantes de la generación que le sucede. ¿Palabra de maestro? ¿Se considera su discípulo?
Yo me considero discípulo de todos aquellos con los que he trabajado, porque tengo el enorme privilegio de haber aprendido de gente realmente buena. Al final, uno es el producto de aquellos con los que se ha encontrado en esta profesión, y yo he trabajado con gente extraordinaria, desde Antonio San José a Félix Madero. He visto nacer una radio que tenía como buque insignia a Luis del Olmo. Y, por supuesto, Carlos Alsina es para mí una referencia diaria, permanente y presente. Le haría de menos si hablara de él como si fuera una vieja gloria, en absoluto, porque tiene todavía más futuro que pasado.
Alsina es una joven gloria, ¿no?
¿Es una joven gloria? Sí, sí, desde luego que sí. Y además, cuando uno se va de la radio ya prácticamente nadie se acuerda de él, por eso hay que disfrutar de la gente cuando todavía está.
Eso se puede llevar a casi todo, no solo en la radio.
Sí, eso por supuesto, por supuesto. La nostalgia siempre tiene un punto mentiroso. Creo que ahora mismo se hace una radio extraordinaria. Yo sé que hay un discurso que es muy autocomplaciente, aquel que dice que los viejos tiempos eran inigualables, y qué va. Ahora se hace una radio verdaderamente excepcional, viva, que conecta con el oyente y que se transmite a través de diferentes formatos. Es decir, de una versatilidad y con un alcance como ninguno. El apagón es un ejemplo perfecto de que la radio tiene una vigencia única. Cuando el resto de medios dejan de funcionar, la gente acude a la radio. Y la radio es algo tan rocoso que está ahí encima. El día que haya un apocalipsis, créeme que en los refugios atómicos habrá un transistor de radio. Y creo que otros medios no servirán para nada.
"Cualquier ciudadano debería tener vocación de servicio público y comprometerse con la sociedad"
Inmortalizó Blas de Otero que, por encima de todo, le quedaba la palabra. La palabra es el arma del periodista, y es poderosa. ¿Tanto como para derribar gobiernos?
Mmm… No lo sé, y es mejor no saberlo. Porque si uno trabaja demasiado consciente de ello, se envanece. Nosotros tenemos que creer que lo nuestro es un oficio, pero no darnos demasiada importancia como para envanecernos. O sea, si tú te crees que cada vez que hablas tiembla el mundo, te conviertes en un auténtico idiota.
¿Los periodistas, como los cirujanos y los curas, deben tener vocación de servicio público?
Eso es indudable. Pero creo que cualquier ciudadano debería tener vocación de servicio público. Es probable que en España no se haya forjado una conciencia ciudadana lo suficientemente robusta, y el ciudadano tiene que comprometerse con la sociedad. No solo el periodista, ni el cirujano, ni el cura.
¿Y dónde ha quedado esa vocación de servicio público en la clase política actual? ¿Conoce la excepción a la regla?
Sí, sí la conozco.
¿Me da nombres?
El cinismo es completamente inoperante, improductivo, y lleva a la catástrofe, y no creo que en el Congreso de los Diputados haya 350 cínicos. Me niego a creerlo. Recientemente tenemos el ejemplo de Borja Sémper, una persona que ha dado un ejemplo encomiable en lo bueno y en lo malo, y que ha sabido mantener un discurso yo creo que muy coherente. Tenemos ejemplos además muy notables y en todos los partidos. Javier Fernández, por ejemplo, dio un paso al frente y, en un momento especialmente duro del Partido Socialista, complicado, demostró que se podía estar a la altura de las circunstancias. Son personas que están dispuestas a decepcionar y que lo asumen como parte de su labor de servicio público. Y los hay. Entiendo que es muy satisfactorio pensar que todos estamos por encima de los políticos porque todos son unos «cerdanes» y unos «ábalos», y eso no es verdad. Hay personas que demuestran una entrega que merece ser elogiada. Hay otro ejemplo: no conozco a nadie que hable mal de Pablo Hernández de Cos, que ha sido un gobernador del Banco de España que ha atravesado diferentes gobiernos y que lo ha hecho bien, y del que nadie puede decir que sea un cínico ni siquiera un mediocre. Podría estar ganándose la vida en el sector privado de una manera muchísimo más lucrativa y, sin embargo, ahí está.
¿Recuerda un momento tan enconado en lo político como el actual?
Sí. Yo empecé en el periodismo en 2002, y dos años después este país sufrió el peor atentado de su historia. Y a eso le sucedió un periodo de desconcierto, de confusión, de acusaciones cruzadas gravísimas. A veces nos creemos que con nosotros nace un mundo y resulta que el mundo tiene muchos años.
"Es muy satisfactorio pensar que todos estamos por encima de los políticos porque todos son unos «cerdanes» y unos «ábalos», y eso no es verdad"
No obstante, la gente ha perdido la fe en la clase política, pero esta parece no darse cuenta de ello. Y cuando los políticos dedican más tiempo a explicar su honradez que a gobernar, ¿no está fallando algo?
Sí. Si el discurso tiene que ser autojustificativo es que algo está fallando. Y, desde luego, algo está fallando en España, de eso no hay duda. Nosotros estamos viviendo una legislatura en la que no se legisla. Prácticamente todo es un regate corto e incluso una puñalada larga. Y no tengo ninguna duda de que algo está fallando. No sé si los políticos son conscientes de hasta qué punto eso está provocando un clima social complicado, pero también te digo que cuando salgo a la calle tampoco percibo demasiada crispación.
O sea, que no estamos en un Torre Pacheco político, ¿no?
No, definitivamente no. Por fortuna y porque Torre Pacheco, en buena medida, ha sido también una ficción. Torre Pacheco se ha convertido finalmente en un plató donde escenificar el teatro del caos, pero cuando las cámaras se hayan ido verás que no es lo que hemos estado viendo estos días.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Yo se lo pregunto a usted: ¿tiene fuego?
Ja, ja, ja. ¿Fuego como metáfora? Mira, ahora que hemos vivido un simulacro del apocalipsis con el apagón y con algunos caos ferroviarios y demás, conviene tener fuego siempre. El fuego es indispensable. Conviene tener suficientes recursos para prosperar, y entre ellos el fuego, sí, desde luego. Así que sí, tengo fuego.
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