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Sabicas, el gitanico que conquistó Nueva York

Antes de él, la guitarra flamenca no se concebía como un arte independiente. Con una maestría técnica nunca vista, forjó su leyenda en la capital del mundo
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La de Agustín Castellón Campos fue una maestría epistolar, pero no la que se ejerce mediante las cartas postales sino a través de discos lujosamente producidos y editados muy lejos de su casa. La de Sabicas es una historia de exilio, de virtuosismo y también sobre la entrañable andanza de un gitano –o gitanico– de Pamplona (1912), que conquistó Nueva York y escribió páginas brillantes del flamenco desde otro continente, soñando con sus raíces e imaginando un camino para el futuro de su arte, sin desarraigarse a pesar de la distancia.
De Sabicas dijo Paco de Lucía que «no se equivocaba nunca, no fallaba una nota» y Enrique Morente reconoció que «de él aprendíamos por correspondencia», estudiando sus discos como los de los antiguos. Solo que él no lo era. Era moderno, virtuoso y genial. Los dos grandes, De Lucía y Morente, le arroparon en su última gran noche, en el Carneghie Hall de Nueva York lleno hasta la bandera, un escenario que había convertido en su casa, en la noche de su despedida, en 1989. Sabicas falleció en la Gran Manzana en 1990 y el Festival Flamenco On Fire, de su tierra, en Pamplona, le recuerda tres décadas después.
Sabicas dio forma a la figura de concertista de guitarra flamenca. Cuando él empezó a hacerlo, en España no solo no había nadie que tocase como él, con un sonido limpio y afinadísimo. O no interesaba como espectáculo o no se creía en la guitarra flamenca como arte independiente del cante y el baile. Se podían escuchar solos, claro, como transiciones entre una parte y otra de un espectáculo, o para llenar unos minutos de un cambio de vestuario, bailarines o cantaores. Pero a nadie se le ocurría que un hombre solo con su guitarra, sin percusión alguna, pudiera dejar boquiabierta a una audiencia en un teatro y menos enganchar al flamenco a miles de oyentes anglosajones. Pero es que el sonido perfecto del pamplonica era algo que no se había escuchado antes y que después solo igualaría Paco de Lucía.
El tablao y los señoritos
Sin embargo, a diferencia del que será el mejor guitarrista de la historia, Sabicas aprendió sin maestros, de oído, haciendo sonar por las callejuelas de Pamplona los discos de pizarra que escuchaba una y otra vez. Con ocho años se sube al escenario por primera vez, en el Teatro Gayarre y a los diez marcha a Madrid a seguir formándose. Toma contacto con Ramón Montoya, de la escuela clásico-flamenca. Siendo una criatura ya demuestra que es el número uno y sigue perfeccionando la técnica como fuera a tocar sonatas de Bach. Pero se ganaba la vida de otra manera. En el Villa Rosa, por ejemplo, el tablao de los señoritos, donde esperaban en un cuartito a ser llamados según las apetencias de los clientes. Acompañó en sus primeros años a La Niña de los Peines, Pepe Marchena, Pepe Pinto, La Niña de la Puebla y El Carbonerillo, entre otros muchos. Enseguida gira por toda España con Estrellita Castro. Le dejan unos ratitos para que luzca de solista. Con 22 años sale a hombros de la Plaza de Toros de la Maestranza, que guarda un silencio sepulcral para escucharle en el centro del coso.
Junto al «Vesubio humano»
Sin embargo, su fama se ve bruscamente interrumpida. En el año 1936 emigra a Buenos Aires huyendo de la Guerra Civil. La fortuna le situará en la compañía de Carmen Amaya, con quien llevó por todo el continente un espectáculo tremendo. El único guitarrista del mundo que podía seguir el malabarismo, la fuerza y la improvisación de Carmen, era él. Su punteo podía igualar en rapidez y fuerza,el zapateo frenético de la bailaora un puro manojo de nervios. Golpeaba el suelo como una ametralladora. La llamaban el «Vesubio humano» por su temperamento explosivo. Con ella llega por primera vez a Nueva York y Sabicas no se deja impresionar. Él sabe que va a conquistar la capital del mundo.
Sabicas era un gitano antiguo pero un hombre moderno. Tenía el respeto justo por la tradición, ni por exceso ni por defecto. Pero su virtuosismo era tal y su pulso era tan gitano en cada toque, que enamoró al público estadounidense, especialmente al muy cosmopolita oyente de Nueva York que demandaba sonidos sorprendentes, puros pero elevados, justo lo que era Sabicas. En Manhattan se convirtió pronto en una leyenda de la música e inventó la desconocida figura del concertista de guitarra flamenca que hoy en día es consabido. Todavía en los años 50 y 60 en España no había un gran interés en la guitarra flamenca «per se», sino que siempre era percibida con un papel subsidiario. En cambio, en las noches de concierto de Sabicas, estaban en primera fila Greta Garbo y Charlie Chaplin. Llenos absolutos cada noche. Y de ahí, a Hollywood, donde hizo 5 películas. Figuras como Carlos Montoya, Domingo Alvarado y Mario Escudero le habían allanado el camino, pero el talento mayúsculo de Sabicas se abrió paso.
Grabó 55 discos en EE UU
Se casó con Esperanza González en 1952 y tuvo varias residencias en Nueva York, aunque muy modestas siempre. Allí permaneció 40 años haciendo de cicerone de todos los flamencos que llegaban. Entre ellos, claro, Paco de Lucía, al que aconsejó que debía grabar componer y grabar su propio material. Todo en Sabicas impresionó al joven guitarrista que le tomó por modelo e inspiración. Como tantas cosas en el flamenco, el destino de ese arte se fue escribiendo lejos de Andalucía, viajando por el mundo, buscando un encuentro fértil.
Sabicas salía solo al escenario. Ni un palmero, ni un acompañante, nadie. Agachaba la cabeza, austero de expresiones para la galería. Hasta que sus dedos pasaban de puntillas por las cuerdas y arrastraba al público a un maremoto de notas limpias y puras. Tenía talento y sensibilidad y era valiente. Publicó en Estados Unidos 55 discos, en los mejores estudios, con los más finos productores. Experimentó con la grabación de varias guitarras en diferentes pistas que se escuchaban simultáneas. Se acercó al rock antes que ningún flamenco, a mediados de los 60, aunque la experiencia le desagradó. Sin embargo, puede decirse que fue un gitanico de Pamplona el que llevó el flamenco al público internacional.
Sus álbumes llegaban a España con cuentagotas y con más aprecio por los entendidos que por el público. Aunque no por todo el mundo: Enrique Morente le escuchaba y le consideraba un mito. «Habrá que seguir oyendo sus discos mucho tiempo más para saber adónde llevan», dijo certero como en todas sus premoniciones antes del homenaje al maestro, de su última noche en su casa de adopción en 1989. «Para mí era como soñar. Yo de noche me ponía sus discos en la cama y era como un sueño llegar algún día a tocar así», se rindió Paco de Lucía ese mismo día. Una de las primeras grabaciones de Camarón fue un disco colectivo auspiciado por Sabicas con jóvenes españoles en 1969. El guitarrista odiaba volar pero aún así regresó a España en 1982 para ser celebrado en Pamplona, la ciudad que estos días, en el marco del Flamenco On Fire que acoge la festival navarra, sigue recordándole.
Una carrera discográfica llena de sorpresas
Sabicas desarrolló completamente su carrera artística en Estados Unidos. Tanto en lo que respecta al directo (hizo de los clubes de Manhattan su residencia) como en lo que se refiere a los discos de estudio, donde publicó nada menos que 55 discos. Algunos de ellos contenían lecciones magistrales y auténticas bombas por lo innovadora de la propuesta o los hallazgos técnicos. «Flamenco puro», de 1961, es uno de sus primeros trabajos en el extranjero y su sonoridad marca las líneas de la casa. Virtuosismo y gitanería a partes iguales. En «El Rey del Flamenco» (1966), Sabicas incluyó composición tan excepcional y de una belleza superior, como fue el «Zapateado en Re», que dejó boquiabiertos a los entendidos. Grabado en 1966 y publicado en España en 1970, «Rock encounter» pretendía ser un trabajo que le acercase al rock antes de los experimentos de los años 70 en España, año en el que fue publicado el disco en nuestro país. Sin embargo, ninguno de los dos salió contento del experimento, aunque más por una cuestión de entendimiento personal que artístico, que también se resintió. Sabicas no renegó del rock y en 1971 volvió a intentarlo con «The Soul of Flamenco and the Essence of Rock», pero ambos se equivocaban: el disco, con sus defectos, es buenísimo. «Tres guitarras tiene Sabicas» (1984) fue la prueba de que, en el estudio, nunca tenía miedo: siempre se podían probar cosas nuevas.