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Polémica

India, contra Netflix por la “jihad del amor”

El estreno en el sur de Asia, a través de la plataforma, de una serie sobre los matrimonios concertados ha creado polémica

En "A suitable boy", una joven hindú escapa de su matrimonio concertado para conocer a un estudiante musulmán
En "A suitable boy", una joven hindú escapa de su matrimonio concertado para conocer a un estudiante musulmánsuitable boy. india contra netflla razon

Caer en la obviedad de lo cíclico del tiempo, a veces está justificado. Tal y como en los Estados Unidos de los no tan lejanos años sesenta se perseguían los matrimonios entre personas de distinto color de piel, en la India moderna no son pocas las parejas de desigual signo religioso que se ven estigmatizadas por el simple hecho de compartir vida. Tamaña ridiculez, una de las batallas culturales en las que el tan carismático como polémico Primer Ministro Narendra Modi se pone de lado, permitiendo hasta humillaciones públicas de este tipo de uniones, se hace más grande aun cuando se da rienda suelta a las reivindicaciones de los radicales.

Bajo el paraguas de la BBC, pero con el dinero y las posibilidades de distribución que aporta Netflix, el mes pasado se estrenó en todo el sur de Asia «A suitable boy», adaptación en forma de serie de «Un buen partido» (Anagrama), del escritor Vikram Seth. Publicada a principios de los noventa, pero bebiendo de la experiencia del propio autor en su juventud, la novela abarca el controvertido tema de los matrimonios pactados y cómo una joven hindú decide esquivar su destino para corresponder a su verdadero amor, un estudiante musulmán.

Si bien la trama ahora nos podría resultar hasta blandita para los tiempos de provocación que corren, no es así para el partido gobernante, el conservador Bharatiya Janata (BJP por sus siglas, algo así como el «Partido del Pueblo»), que ve en la producción un «intento flagrante de promocionar la jihad del amor». El término, aunque en un primer momento nos pueda sonar ridículo, es el que han acuñado los internacionalistas para referirse al fenómeno de captación de mujeres laicas o de confesiones distintas al islam para su radicalización. Aunque real y demostrada en países como Francia o Alemania, esta tendencia no goza de una base sólida en la India (según sus propios datos) y se usa ahora como arma arrojadiza contra lo musulmán y, de paso, contra todo aquello que combata el oficialismo hindú.

La ocurrencia no dejaría de tener su gracia rimbombante si los responsables de Netflix en aquel territorio no estuvieran citados, esta semana, para declarar ante oficiales de la policía india. En concreto, la petición de comparecencia se justifica por las «escenas cuestionables» de los tortolitos protagonistas besándose apoyados contra un centro hindú. De hecho, las juventudes del BJP ya han organizado un boicot en redes sociales a la serie y su líder más combativo ha pedido a los miembros del partido que se den de baja de la plataforma para que no se pueda completar el plan de dominación de la «jihad del amor» sobre lo que considera «sus» mujeres.

Caspa y olor a cerrado aparte, la cruzada cultural de un partido que domina casi todas las cámaras de gobierno del país supone el enésimo golpe a la libertad creativa en la India. Si la lucha por la seguridad se cruza con la libertad de expresión y, sobre todo de creación, ¿no han ganado ya los terroristas?