Sección patrocinada por sección patrocinada
Libros

Libros

El libro maldito: «Los santos inocentes»: cuando las víctimas del campo tuvieron al fin voz

La novela se convirtió en un clásico desde el momento de su publicación

Miguel Delibes siempre respondía de su puño y letra a todas las cartas que recibía
Miguel Delibes siempre respondía de su puño y letra a todas las cartas que recibíalarazonSGAE.

Nos llega la imagen de Miguel Delibes como la de un escritor enrocado en un hábito de las rutinas. Pero lo suyo es una literatura de escasas conformidades, que, al hilo de ese pautado que son las urbanidades del día a día, teje unos libros enjundiosos en estructuras, de un léxico abundante y de enorme colorido y sonoridad, y con unos personajazos, desde esos rapaces zascandiles y correcaminos de rostros tiznados hasta los abuelos de hondos saberes, como esos señores Cayo que jalonan sus páginas y que resultan muy vislumbradores y están cosidos con una enorme delicadeza y oficio a la órbita de lo rural. Unas figuras, de fuerte estampa y personalidad que han dejado en el imaginario colectivo una clara impresión que aún perdura y que dan todavía que hablar.

Se ha repetido en centenares de ocasiones que España había heredado una leyenda de las tierras castellanas que chirriaba con las realidades efectivas que se vivían en los pueblos. Sea cierto o no, este no es espacio para discutirlo, ahí estuvo Miguel Delibes para sacarnos de místicas históricas, falsas publicidades ideológicas y ofrecernos el haz y el envés del campo que tanto amaba y al que se había perdido de vista desde las enormidades que dominan las metrópolis.

Como contar a veces es también escandalizar y descubrir puede provocar espanto, asombro, rubores y fatigas en las mentalidades dengues y las ánimas floridas y un punto cursilonas, cuando Delibes publicó ese monumento que es «Los santos inocentes» armó la marimorena en nuestro país, que tiene más tradiciones que vírgenes y cristos la Semana Santa.

Delibes sacó un libro al cien por cien oportuno, en el que todo andaba muy bien ajustado y no había una sola arandela suelta, y arrastrado por un ejercicio de invención y de prosa de los que dan envidia, pero cargado también de pensamiento, que es lo que asusta siempre y que puso a más de uno los pelos como escarpias.

Crudo y áspero

Incluyó asimismo en la obra un interlineado crudo y áspero, que es el trato de humillaciones y displicencias que los señores reservaban a los campesinos de sus fincas y latifundios, un hábito que es secular y que disfruta de raíces profundas en nuestra Iberia. Se habla de las opresiones, desprecios y libertinajes que los señoritingos se habían arrogado como privilegio exclusivo y que únicamente era despotismo, pero sin ilustración alguna. Delibes, con una sensibilidad intelectual y anímica hacia los seres enredados en las pobrezas involuntarias y las heredadas, subrayaba las miserias centenarias que se habían disculpado, tapado u obviado. Esta es una novela que a algunos les rayó la testa y les afectó en lo que contaba de sus parentelas vinculadas a la tierra. Un libro que va dando el compás de las inculturas y servidumbres que dominaban las tierras, de los atrasos que ya no son más que reminiscencias, aunque nunca conviene olvidar.