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Stellan Skarsgård: “Durante la pandemia leí los diarios del judío Victor Kemplerer y me sentí menos desgraciado”

El exitoso actor sueco estrena “Hope”, el devastador y excelente filme con el que Maria Sødahl ha conseguido una candidatura al Oscar a la mejor película en habla no inglesa
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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En ocasiones la realidad es impertinente, injusta, arbitraria. Rebasa las dimensiones del mundo. Nadie está preparado para la enfermedad porque nadie es lo suficientemente consciente de lo que vale la vida. Hasta que se da cuenta de que puede perderla. Cuando a Anja le diagnostican un cáncer cerebral terminal en su interior se agitan impacientes los comportamientos líricos de Lope de Vega pese a la existencia de una considerable diferencia cronológica entre la coreógrafa y el poeta del Siglo de Oro. Su ánimo se desmaya, se atreve, se muestra furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde. Como el amor que siente por Tomas, su pareja desde hace años y con la que comparte la crianza de seis hijos, tres de ellos procedentes del matrimonio anterior de él.
Ante la existencia de tan desoladora tesitura, cabría pensar que la trama del segundo largometraje de la cineasta Maria Sødahl, “Hope”, inspirado en una experiencia personal propia, incurre en el melodrama exagerado, en el escaparate cinematográfico de la tristeza sin filtrar, pero lejos de la pornografía emocional que de forma natural llevan aparejados los dramas, la realizadora noruega confiere a este filme candidato a los premios Oscar por el país escandinavo, un aire de honestidad devastadora y en ocasiones luminosa que lo desmarca de la tragedia. Stellan Skarsgård, actor sueco de meteórica carrera cuya vinculación profesional con Lars Von Trier determinó sus inicios y consolidó sus posteriores progresos, da vida a Tomas valiéndose de una interpretación contenida en la que todo lo que no dice lo compensa con aquello que gestualmente manifiesta.
Al otro lado del teléfono, el padre ficticio de Orlando Bloom en “Piratas del Caribe” reconoce para LA RAZÓN sentirse especialmente atraído por este tipo de papeles: “Me gustan los personajes que no dicen mucho pero lo muestran todo, explotar la expresividad de los gestos, comunicar con la mirada. Maria en este sentido es una directora tremendamente inteligente y es curioso porque al principio cuando me enseñó el guión recuerdo que le pregunté, oye, ¿qué se supone que voy a hacer yo en la película? Porque apenas tenía diálogo. Ella me explicó que era una película hecha para Andrea, pero que quería grabar mi forma de interactuar con ella, de compartir su dolor y mostrar el mío propio, incluso aunque yo no supiera que me estaba grabando”.
El ambiente liberal y artístico en el que se mueve la pareja protagonista -él trabaja como director de teatro mientras que ella es bailarina- favorece una digestión inicialmente comedida de la noticia. Las cenas con compañeros y amigos, las reuniones familiares impulsadas por la Navidad y las conversaciones coyunturales con los hijos impiden que en un primer momento Anja, interpretada por una descomunal Andrea Bræin Hovig que consiguió una nominación a mejor actriz en la reciente edición de los Premios de Cine Europeo, comunique la enfermedad. El tiempo se condensa punzante en tan solo once días mientras el cáncer precipita un tardío análisis de la relación entre ambos. “Para casarnos primero tendríamos que querernos”, le reprochará en una escena de hospital Bræin Hovig a Tomas. “Muchas veces, cuando las cosas te van bien, la vida se petrifica. Estás metido en una dirección concreta y no te mueves. El tiempo entre esta pareja ha pasado sin que ellos mismos se den cuenta. En ocasiones tu relación va bien, tu carrera profesional también, sientes que no necesitas nada más de lo que tienes. Tenemos esa tendencia a dejarnos arrastrar por la rutina ¿no?, pero quizás no sea siempre eso lo importante en la vida”, puntualiza.
Pese a todo el ganador de un Oso de Plata por su actuación en “Rompiendo las olas” (1996) subraya la esperanza que rezuma la cinta pese a su crudeza: “Esta es una película bastante dura, sí, pero la gente las ve porque muestran realidades que todavía siguen siendo familiares, cercanas, próximas. Yo por ejemplo durante esta pandemia he aprovechado para leer los diarios de Victor Klemperer, escritos entre 1933 y 1945, un escritor judío. No son unos escritos precisamente fáciles de leer y sin embargo si te digo la verdad sirvieron para que yo me sintiera menos desgraciado”, sentencia sardónico el actor.

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