
Sección patrocinada por 

Aniversario
El Museo de Antropología se transforma a sus 150 años: un paseo por su renovado espíritu en busca del buenismo
Desde su inauguración en 1875, ha vivido numerosos cambios, incluido su lema que ha ido del "Conócete ti mismo", que luce en el frontispicio, al actual de "El museo de la gente como nosotros"

El Museo Nacional de Antropología cumple 150 años en pleno proceso de una transformación con la que busca dejar atrás el eurocentrismo y la actitud de superioridad de la cultura europea y pasar a favorecer la comunicación y respeto entre culturas, y promover la aceptación y la diversidad.
"No se trata de plantear un conflicto sino de ser inclusivos”, explica el director de museo, Fernando Sáez, en un recorrido con EFE por las salas y objetos más significativos de la historia y transformación del que es el primer museo dedicado a la antropología de España.
Desde su inauguración en Madrid en 1875, el museo ha vivido numerosas transformaciones, incluido su lema que ha cambiado con los tiempos y pasado del 'Nosce te ipsum' ('Conócete ti mismo') que luce en el frontispicio desde su inauguración, al actual de 'El museo de la gente como nosotros'.
Así, ha pasado de exponer la superioridad de la cultura y la civilización europea, a mostrar cómo viven y se expresan otras culturas, y a la etapa actual en la que la misión de museo es ser “un espacio de difusión y construcción de valores para una sociedad mejor, que pasa por la inclusión de la diversidad”, explica Sáez.
Y así, promueve la escucha a los representantes de las comunidades cuyos objetos se exponen, y la organización de jornadas sobre enfermedades mentales, personas afro o la infancia y adolescencia trans.
En un recorrido por el museo con EFE, el director se detiene ante piezas de especial relevancia que le sirven para narrar la historia de la institución.
El museo fue fundado por el médico y embalsamador segoviano Pedro González Velasco para exponer sus colecciones, y quien colgó en un lugar prominente una placa que recuerda que fue inaugurado en 1875 por el rey Alfonso XIII.
La colección original creció con objetos traídos por expediciones científicas del siglo XIX hasta que, en 1890, con la reordenación de los museos, la mayor parte de las piezas fueron al Museo de Ciencias Naturales, quien a su vez traspasó toda la parte de antropología y etnografía.
Es entonces cuando el museo recibe una de sus más preciadas colecciones, la serie peruana de los 'Cuadros de castas', una serie de 20 lienzos encargados por el virrey Manuel Amat y Junyent para dar a conocer el mestizaje en el virreinato del Perú.
La serie no está expuesta, pero se presta a artistas que la reinterpretan con una visión crítica, como es el caso de la actual exposición de Ayana V. Jackson, en la que un par de cuadros de castas dialoga con su obra fotográfica, como desacreditación de los estereotipos “raciales” y culturales, ejemplo de cómo el museo abre sus puertas a “nuevas voces y experiencias”.
Sáez también muestra con orgullo una pequeña placa esmaltada que reza “Laboratorio de investigaciones Biológicas. Doctor Cajal” y que recuerda que el médico y científico Santiago Ramón y Cajal instaló su laboratorio en el edificio desde 1903 hasta 1931, un lugar en el que a Sáez le gusta pensar que recibió la noticia de la concesión del Premio Nobel de Medicina en 1906.
Tras la Guerra Civil, el museo se centró en su vínculo con lo colonial, transformándose en un museo con “tintes evolucionistas y propagandistas” en el papel civilizador del Imperio Español, recuerda el director.
Así, los Bulol filipinos, unas figuras talladas por los pueblos Ifugao, que representan a los dioses de los graneros y que hoy se exhiben junto a figuras de la escuela escultórica católica de Filipinas, como parte del programa “vínculos”, que busca resignificar objetos y mostrarlos en igualdad de condiciones.
Sáez también se detiene ante una vitrina con tallas de Guinea Ecuatorial, figuras en madera de antepasados que tenían un uso ritual-ceremonial y que fueron destruidas por los europeos que las consideraban fetiches. Algunas de ellas fueron recogidas por misioneros y expedicionarios y donadas al museo.
Ahora se trabaja con las comunidades de origen de estas piezas para conocer su opinión sobre cómo deberían ser tratadas y si deberían seguir en una vitrina a la vista del público, explica Sáez.
Los esfuerzos por “resignificar” las piezas, contar con la voz de las comunidades y conocer el valor que para ellos tienen los objetos también se manifiesta en instrumentos musicales de Senegal, cuyas cartelas han sido elaboradas por el antropólogo y mediador intercultural Youssoupha Sock.
También en la identificación de grupos, culturas y regiones con los nombres preferidos por los integrantes de cada comunidad.
Así, el museo cuenta con un apartado Inuit, que es como los tradicionalmente conocidos como “esquimales” prefieren ser llamados, o el apartado sobre el continente americano que aparece identificado como America/Abya Yala, una denominación que surge en 1975 a propuesta de activistas centroamericanos como nombre común para todo el continente.
“No es historia ni es tradición ya que las comunidades originarias no tienen conciencia de ser un continente, pero el problema de la denominación ‘América’ es que es un nombre dado por los científicos y académicos europeos”, apunta el director, cuyo objetivo es que "todo el mundo se sienta cómodo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar