John Banville: “En Europa estamos mejor sin los ingleses”
El autor irlandés “asesina” a su alter ego Benjamin Black en todo el mundo salvo en España, donde publica “Quirke en San Sebastián” bajo su otra identidad: “Creo que Banville desprecia a Black. Piensa que es un pobre idiota”
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John Banville entierra al alter ego que le liberó, que le permitió escribir con otro estilo y vivir una nueva aventura literaria, una doble vida alegre y con menos plomo narrativo. Mata comercialmente a Benjamin Black, pero no en todo el mundo. Según su editorial en España, el pobre Black seguirá vivo exclusivamente en nuestro país porque cuenta con una legión de seguidores. De ahí el nombre con que aparece su nueva aventura, «Quirke en San Sebastián» (Alfaguara), otra historia sobre el huraño protagonista del escritor (o escritores) irlandés que tiene algo de carta de amor a nuestro país.
–¿Cómo ha pasado estos tiempos de pandemia?
–La verdad es que estupendamente. Ya sé que está siendo y ha sido terrible para mucha gente. Pero para mí ha sido lo mismo, mirar por la ventana y escribir. No quiero frivolizar, porque vuestro país y otros han sufrido mucho con esto, me consta. España, Italia y otros rincones donde la situación ha sido terrible. Y me duele, estoy preocupado por mis amigos españoles todo el tiempo. Pero mi vida no se ha visto alterada.
–Bueno, la economía será nuestra segunda condena.
–Estoy seguro de que en cuanto esto pase, todo el mundo estará encantado de ir a España a gastar su dinero.
–Me parece que el mero turismo le motivó a ubicar la trama de su nueva novela en San Sebastián, ¿no?
–Pues sí, estaba en un festival en Bilbao y nos acercamos a conocerla. Nunca había estado, te hablo de hace poco tiempo. Mi hermana, sí, pero hace mucho tiempo, cuando Franco aún vivía. Y, bueno, me encantó. Y pensé en darle un regalo a España situando la trama allí.
–La acción, de hecho, transcurre durante la dictadura. ¿Hizo alguna investigación al respecto? ¿Le interesa la época?
–Oh, no, nunca hago una investigación. La investigación mata la literatura. Flaubert leyó, creo, unos 10.000 libros para escribir su novela por personajes «Salambó» y es muy buena, pero, Dios mío, va demasiado allá en la investigación. Habría sido mucho mejor si simplemente fuera un ejercicio de ficción y de imaginación. Los hechos son una cosa y la verdad, otra.
–Entonces, ¿el proceso creativo necesita ser divertido o entretenido para funcionar según usted?
–No tengo ni idea de lo que es eso del proceso creativo. Yo simplemente me siento y empiezo a escribir un libro y sigo hasta que acabo. La verdad es que cuando era más joven solía elucubrar en torno a ideas pretenciosas acerca de eso, pero ahora, que soy mayor, ni lo pienso. Lo que quiero decir es que cuanto mayor me hago, menos sé de cómo escribo. Es un misterio creciente. Me siento delante de la página en blanco y me digo a mí mismo: «No sé cómo hacer esto». Y no lo sabía ayer ni anteayer. Me siento, me desespero durante un rato y afilo otro lápiz, me tomo otro café. Entonces escribo dos palabras y las voy empujando y empiezo a moverme. Y a media mañana he escrito algo y al final de la tarde me doy cuenta de que tengo ya unas cuantas palabras. Pero al día siguiente soy consciente de que no tengo ni idea de cómo se hace.
–En el libro habla de las similitudes entre irlandeses y españoles.
–Sí, es una de las razones por las que escribí el libro. Ambos tenemos una historia oscura y la presencia de la iglesia católica alrededor. Y es cierto que vosotros padecisteis una amarga Guerra Civil y un líder autoritario, pero se compensa con la comida y la luz del sol. Y la bebida, vosotros sabéis beber.
–¿Usted prefiere el vino al whisky?
–Sin duda. Es mi bebida. Me enamoré de San Sebastián por el «txakolí». Ese será uno de mis próximos objetivos serios como escritor, una investigación a fondo sobre ese vino.
–Quizá esa similitud entre españoles e irlandeses es la razón por la que es tan popular aquí.
–Oh, no. Soy popular porque soy genial, qué cosas dice. Más en serio, creo que los españoles ven algo en las narraciones de novela negra que los demás lectores del mundo no aprecian. Será por la oscuridad, la culpa, la obsesión con dejar de creer, o por la noción del pecado y de la redención. No sé, se trata de una cuestión de sensibilidad.
–Elimina a Benjamin Black como firma para escribir solo como John Banville de ahora en adelante.
–Así es, pero no podía hacerlo en España. Todo empezó porque estaba creando una secuela para una de esas historias policíacas y hay una cosa que no puedo soportar, que es leer las anteriores novelas. Lo detesto, me pone físicamente enfermo. No puedo. Y entonces, para evitarlo, conseguí un audiolibro de mis primeras obras. Y puede que sea porque las voces que leen son perfectas, pero ¡me di cuenta de que no estaba nada mal! Así que pensé en firmar todo en adelante como Banville.
–¿Eso es porque Banville está un poco celoso de Black?
–Oh, no, Banville le desprecia profundamente. Piensa que es un pobre idiota y que no supone una amenaza para él. Y por eso hay una buena relación entre ambos.
–Ahora que tenemos un final del Brexit, ¿cuál es su opinión? ¿Es el comienzo del fin de Europa?
–Dios, no. Estoy bastante contento con lo que ha pasado, en realidad. Los ingleses formaban una maravillosa sociedad liberal y civilizada, aunque ya no. Estamos mejor sin ellos. La verdad es que es un golpe para Europa y malo para todos, pero, qué quieres que te diga. Y te hablo de los ingleses, no de los británicos, ¿eh? Quién sabe si Gales y Escocia tendrán algún día independencia por esto, y no hablemos de Irlanda del Norte, pero eso es otro asunto. Así que el problema es de la «pequeña Inglaterra», no de la Gran Bretaña. Bueno, Europa puede sobrevivir sin ellos.
–Menciona la situación de Escocia y Gales, y ya sé que cada caso es diferente, pero, ¿qué piensa del nacionalismo?
–Que no lo entiendo, así que no sé si puedo contestar... No entiendo. Yo me siento europeo y amo Estados Unidos y he viajado por todo el mundo y no comprendo qué es eso que te puede hacer sentir mejor o diferente. Soy leal a Europa, así que no comprendo el nacionalismo. Hace algunos años estaba en una tienda a medio camino entre dos condados, en el Sur de Irlanda. Entre el de Cork y Kerry, y yo estaba en el límite, pero en Cork. E hice un comentario sobre el vecino y me dijeron: «Oh, no, no te puedes fiar de esa gente...». Y yo pensé: «¿Esa gente?». Pero si están a cinco kilómetros al final de la calle... Así que no entiendo nada. Y sé exactamente lo que pasa en Inglaterra. Mucha, mucha gente se está haciendo rica con el Brexit. La gente que tiene cuentas «offshore», por ejemplo. Y al mismo tiempo también existe mucha gente que se está haciendo muy pobre. Están cometiendo un grave, grave error.
–Me ha dicho que ya no es el país liberal que eran.
–No. Se han convertido en imitadores de Trump.
–Usted es escritor de ficción y no sé qué piensa sobre esta ola de corrección política que censura o arrincona películas como «Lo que el viento se llevó», entre otros casos.
–Bueno, es que alguna podía ser racista, claro, pero no se puede legislar hacia el pasado. Ni tampoco lo podemos deshacer. Creo que... debo ser muy cuidadoso, porque mi hija pequeña no me habla por algo que dije en público sobre la llamada generación «Woke». Creo que el tema podría zanjarse con un acto de disculpa con la gente negra por la esclavitud y por el trato recibido en los tribunales de justicia, por ejemplo. Y poder avanzar.
–¿Qué piensa de la generación «Woke»?
–No me quiero meter en un lío. Pero quizá deberían preguntarse ellos mismos por qué estuvieron dormidos tanto tiempo.
–Si su detective, Quirke, fuese real, ¿sería su amigo?
–Oh, no. Es un borracho, y son todos unos aburridos. Hasta que dejan de beber y entonces son aburridísimos.