David Grossman: “Al escribir dejas de ser una víctima”
El escritor israelí se adentra en la Yugoslavia del dictador Tito en el libro «La vida juega conmigo»
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Una de las muchas consecuencias de la pandemia en nuestro país fue el tener que retrasar la llegada de la nueva novela de David Grossman. El autor israelí, uno de los más firmes candidatos al Premio Nobel de Literatura, finalmente ha podido publicar «La vida juega conmigo» (Lumen), donde se adentra en la antigua Yugoslavia de los tiempos del mariscal y dictador Tito para contarnos una historia protagonizada por mujeres y que se inspira en hechos reales.
El propio Grossman, en un encuentro virtual con periodistas, explicó que «un día sonó el teléfono en casa. Una mujer me llamó, al otro lado de la línea, por mi nombre y me asusté, sintiéndome culpable por algo. Se presentó y empezó a contarme su vida. De repente me vi expuesto a una vida extrema y un relato vital muy poco frecuente. Todos los que conocían a esa mujer, que en realidad se llamaba Eva (Vera en la novela), sabían que era única. Nunca -añade- había conocido una combinación de personalidades así. Parecía una leona porque no tenía filtros. Era rigurosa, pero también capaz de empatía. Me atrajeron esas contradicciones, toda esa mezcla».
Pero Eva también le habló de «las cosas que le habían ocurrido y le cambiaron su vida. Ella se vio obligada a elegir entre ser leal a su marido que murió y al que los hombres de Tito llamaban enemigo del pueblo, y traicionar a su hija». Eva fue enviada a Goli Otok, «esa isla del tormento». El escritor tuvo que plantearse mientras escribía la novela el problema moral ante el que vivió Eva: ¿qué la llevó a hacer lo que hizo? ¿Por qué traicionó a su hija? «Ella me dio muchas respuestas, pero no estoy seguro de estar del todo convencido si hizo lo correcto. Estaba en un tiempo y una época en que los valores, las ideologías y los símbolos eran más importante que los seres humanos». El escritor confía en que aquellos que lean «La vida juega conmigo» «no denuncien a la protagonista. La literatura debería ser como un tribunal al que se puede apelar en una segunda estancia. Que no se la condene».
La otra cara del dictador
La novela también nos sirve para poder conocer la otra cara de Tito, un dictador que llegó a ser visto incluso con buenos ojos por Occidente, no solo en Europa sino también en Estados Unidos. La investigación llevada a cabo por Grossman le ha ayudado a trazar un retrato más cercano a la realidad. «Antes de conocer a Eva conocí a Tito como uno de los grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial porque se enfrentó a los nazis. Luego llegó a Belgrado triunfante con sus caballos y su ejército. Ese Tito comunista, pero no tan cruel como Stalin y la Unión Soviética, parecía más permisivo y flexible. Así que un día, cuando empecé a investigar y a estudiar la historia, descubriendo esa isla de castigo y exterminio, me di cuenta de su brutalidad. Fue entonces cuando perdí toda la empatía que podía haber sentido hacia él». A este respecto, traza una separación entre Auschwitz y Goli Otok: «En Auschwitz sabías quiénes eran las víctimas y quiénes los verdugos, se podía diferencias entre los buenos y los malos. En Goli Otok, todo el mundo estaba contra ti, todos eran tus enemigos, de manera que estabas solo ante el peligro».
El autor de títulos como «La vida entera» o «Llévame contigo» reconoció que siempre le ha interesado escribir sobre la arbitrariedad, algo que ha convertido en su tema principal, ya sea por la pérdida de una persona querida, por la división entre cuerpo y alma o por el comportamiento de los nazis. Por esa razón, comentó que «siempre trato de poner ante una persona sus arbitrariedades. He aprendido algo de esta forma de escribir y es que siempre que describo a alguien que debe enfrentarse a las arbitrariedades no me encuentro atrapado en el lugar en el que estaba cuando empecé a escribir. El hecho de poder explicar esto con mis propias palabras, en vez de usar conceptos de otros que la propia arbitrariedad dicta, provoca un movimiento. No estoy atascado en el lugar de antes. Es decir, ya no soy una víctima desesperanzada e impotente. Al escribir -subraya-dejas de ser una víctima y llamas a la realidad con los nombres y las palabras que uno tiene para describir esa realidad desde la intimidad más profunda. Y eso es lo que sucede también con este libro», dijo David Grossman. Todo ello para subrayar que su personaje mantiene la dignidad en todo momento, una mujer que «se mantiene sólida como una roca, como sus ideas».