Luis Landero: «A los políticos les ha faltado talla moral y humana en la pandemia»
El autor entremezcla vivencias personales y recuerdos de su infancia en un texto de rasgos personales
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Luis Landero trae un libro trenzado de aprendizajes, reflexiones y memorias. «El huerto de Emerson», una suerte de cuaderno de bitácora o diario afortunado en el que ha depositado con acierto y puntual fortuna magisterios y conclusiones diversas, posee ya esa consistencia que solo da el tiempo. Sin apartarse del umbral de su universo, Landero, en un tono confesional, pero sin tropezar en intimismos, enlosa estas páginas con toda la catenaria de vivencias que ha dejado a su paso el oficio de escritor, las aulas que frecuentó como profesor y las remembranzas de las infancias vividas.
–Da consejos a escritores.
–En los talleres se puede enseñar la estructura de una historia, pero lo complejo es inventarla y luego escribirla. Eso es muy difícil. Eso te lo contagian los escritores. Lo aprendes sin darte cuenta. Me gustaba dar clase a los jóvenes, porque esos mensajes caen en buena tierra y les pueden ayudar, sobre todo, a tener confianza en sí mismos y a ser ellos mismos.
–¿Qué le dice a un joven que desea ser escritor?
-(Risas) Cuando alguien me dice que quiere escribir, trato de disuadirlo. Le respondo: si puedes pasar de escribir, no te metas en follones. Pero si no te queda otro remedio, tienes que entregarte en cuerpo y alma, con fe. Les recuerdo lo que Antonio López le recomendó a un estudiante que aspiraba a ser pintor: aliméntate bien, porque el camino es largo. Es una senda, además, que se hace en solitario.
–¿Escribir no es un oficio?
–No soy periodista. yo me pongo a escribir un artículo y no sé qué va a salir. Me muevo en la incertidumbre. Al escribir, no tengo una seguridad ni una técnica. Juan Marsé aseguraba que uno cree que después de tantas novelas se ha aprendido ya a hacer novelas, pero no es así. La razón: en cada una hay que renovar el oficio. Te salen cuatro, y la quinta, no. No hay una fórmula ni una técnica fija. Hay escritores que se declaran profesionales y cuando tienen un argumento, lo escriben y les sale bien. No pienso que la escritura sea un oficio, y la expresión «escritor profesional» me da grima.
–¿Es entonces testarudez?
–Para escribir tienes que ser tozudo como una mula. La novela sale a base de trabajo. Los poetas son diferentes. Es alguien que tiene una historia en la cabeza y quiere escribirla y debe darle vueltas. Los novelistas que conozco son gente muy currante.
–¿Qué es lo más importarte al escribir?
–La imaginación resulta fundamental y la memoria hay que cultivarla. Los recuerdos surgen con ayuda de la imaginación. Lo que queda a veces del pasado son ruinas y la imaginación te ayuda a reconstruir. Pero con la memoria también invocas a la imaginación.
–¿Y la infancia?
–Para acercarte a la infancia hay que delegar en el niño que fuiste. Esos ojos tienen algo de poesía cuando los evocas desde la madurez. Ahí están las primeras impresiones. Es el manantial de donde brota mi mundo. Albert Camus decía que todo escritor debe conocer de dónde brota su manantial. Lo más difícil de un escritor es justo saber cuál es su mundo. Ese que nadie más que él puede contar. Esa es la tarea real del autor.
–¿Ahora hay muchos saberes envasados?
–Lo decía Walter Benjamin, que se estaba empobreciendo la experiencia, porque la información invade el campo de la experiencia. La información no es experiencia. Es otra cosa, pero lo ha invadido todo. Antes había más experiencias con las personas y las cosas se veían al natural. Ahora es a través de la lente de las redes sociales. Se piensa menos, y hay que pensar más. No se puede consumir información de un modo caótico y arbitrario. No tienes tiempo para digerirla. Musil aseguraba que Leibniz sería incapaz de asumir la información de un diario de hoy.
–¿Desilusionado por la gestión política de la pandemia?
–Ha fallado todo el mundo. El nuestro es un país incompetente. La clase política es muy cainita. Cada uno ha buscado su propio interés personal en este asunto. El espectáculo que han dado es muy lamentable. Los sanitarios y los trabajadores han estado a la altura, pero nuestros políticos, no. Esto no me lo invento yo. Lo comparten muchos. A los políticos le ha faltado talla moral, política y humana para el liderazgo en la pandemia. En el Gobierno y la oposición se ha estado a la gresca. El panorama ha sido indigno.
-Y las humanidades se dejan de lado.
-La filosofía es más o menos una optativa; la historia y la literatura cada vez se enseñan menos. Solo se imparte la historia de la aldea. Se han reducido las humanidades, pero representan el legado que nos han dejado los mayores: Platón, Aristóteles... Es lo mejor que han hecho. Si lo dejamos de lado el pasado, viviremos en la inmediatez, en la actualidad, y eso resulta empobrecedor.