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Astor Piazzolla, el “asesino del tango” que aprendió a pelear con Jake LaMotta

El genial compositor nació hace un siglo y un espectáculo le rinde memoria en Madrid con su nieto Daniel, un gran batería de jazz, en el elenco
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Dejó para la posteridad más de 500 composiciones y su figura es hoy un tótem de Argentina. Aunque, como suele sucederle a las personalidades más grandes, el camino de Astor Piazzolla no fue fácil hasta renovar el alfabeto del tango y añadirle unas cuantas letras no antes imaginadas. Este años se cumplen cien del nacimiento del genio de Mar del Plata y un espectáculo le recuerda en Madrid, en el marco del Festival de Arte Sacro: “más que un homenaje, una fiesta, y una mirada hacia el lado más espiritual” del compositor, como, según explica Federico Lechner, director del espectáculo, es menester en el marco del festival de arte sacro. Los pases del concierto se han ido multiplicando los próximos días 20 de febrero (Alcalá de Henares), 21 (Alcobendas), 23 (Madrid, Teatros del Canal), 27 (San Lorenzo de El Escorial) y 28 (Parla). Una buena acogida que podría dar lugar a una gira por otras ciudades de España.
Junto a Lechner se presentan Claudio Constantini (bandoneón), Sheila Blanco (voz), Toño Miguel (contrabajo) y Daniel “Pipi” Piazzolla (batería), este último, nieto del gran maestro y que participará en marzo en el acontecimiento musical de Argentina en 2021, el homenaje que se rendirá a su abuelo en el Teatro Colón de Buenos Aires. Según Lechner, ante la desmesurada obra del maestro, la selección incluye “desde la dulce melodía del Ave María hasta la gravedad de La Muerte del Ángel, pasando por el costumbrismo del Chiquilín de Bachín. Hacemos una selección de piezas son una muestra de la originalidad de la música de Piazzolla, que atraviesa géneros desde lo tanguero y trasciende cualquier localismo”. No en vano, Piazzolla fue educado en el Nueva York de los años treinta, entre la calle y la música, añorando Argentina. Y mientras aprendía de Rachmaninov, Gerschwin o Bach, soñaba con su tierra, incluso demasiado joven para sentir nostalgia de nada. Pero allí, entre la calle y el jazz, el joven Piazzolla se fue abriendo camino con el bandoneón escondido en el armario, tocándolo secretamente. “Se crió en una pandilla en la que estaban Jake LaMotta y Sugar Ray Robinson, con los que se dedicaba a hacer trastadas, que después fueron campeones mundiales de boxeo. Y así es como aprendió a pelear y a defenderse”, explica el nieto del bandoneonista, Daniel “Pipi” Piazzolla. Y tuvo que hacerlo el resto de su vida.
El “asesino” del tango
Estudió en Europa armonía y música clásica, y, en los años 50 y 60, sus tangos escandalizaron a los puristas que los consideraron “esnobs”. “Habría que mirar dónde están ahora esos que le acusaban a él de esnob y dónde está Piazzolla -tercia Lechner-. Ya sabes cómo son los puristas y lo que dijeron aquí de Camarón o Morente. Pero, al margen de esas amarguras, es que yo creo que nada en la música de Piazzolla es esnob, sino todo lo contrario. Es una música hecha para disfrutar, para sentirla en el presente y vivirla de manera inmediata”, explica el pianista y director del espectáculo, que recuerda que, “es verdad que lo aburrieron tanto con el tema, que cedió y dejó de decir que tocaba tangos. Decía que lo suyo era solo música de Buenos Aires”, explica Lechner. Le acusaron de ser un “asesino del tango” y le hicieron cargar con esa etiqueta del “tango de teatro” por oposición al de “boliche” por mezclarlo con la clásica y el jazz, las músicas que amaba, y quizá alejarlo de sus formas primitivas.
Le tocó vivir una época muy especial en la que cambiar cualquier cosa, no solo la música, es era un problema. Ahora con la música puedes hacer cualquier cosa y nadie se va a andar quejando. Pero esa era una música de mucha revolución y él estaba solo. No es como sucedió con la bossa-nova que había 20 o 30 músicos tratando de innovar. Él estaba solo y lo logró”, dice Piazzolla. Pese a las críticas, no cedió. “Al revés, él decía que toda esa pelea le hizo popular. Pero salía en la portada de los diarios todos los días y le insultaban por la calle, así que imagínate... Le acusaban de todo pero tenía herramientas para defenderse”. Daniel tuvo tiempo de conocerle, de estar juntos. “Fui muchas veces a sus conciertos, me invitaba a su casa a escuchar música, me daba consejos, me regaló mi primera batería...”, explica. ¿Cómo era su carácter? “Cuando estaba con él, perfecto... pero sé que estaba medio loco -ríe-. La gente lo insultaba, era tremendo. Y él se defendía, no le hacía ascos a la pelea, le gustaba. Era tremendo. Alguien que se había criado como él en el Nueva York de las bandas y el boxeo, y luego encima la gente lo buscaba, hablaban mal de él y claro, explotaba. Yo no defiendo a violencia, pero en esas épocas era así”. Llevar un apellido tan poderoso puede ser un gran peso. “No me pesó el apellido, me inspiró. Sentí que tenía que ser como el capitán de un equipo que tiene que llevar las riendas y tirar para adelante. Me preparé mucho, estudié, me maté con el instrumento. Me inspiró por su actitud y por ver cuántas horas dedicaba a la música y la visión que tenía. Para mí, era un superhéroe y su música, mi favorita”.

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