Julia Navarro: “Durante años no pude ver las imágenes del 23-F”
La autora de “La Biblia de barro” reconoce que el peor momento fue cuando sacaron del hemiciclo a Adolfo Suárez y que hay que conocer el pasado porque “la democracia y la libertad no son un regalo”
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Eran las 18: 23 minutos del 23 de febrero de 1981. Un grupo de guardias civiles armados irrumpía en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, disparaban contra el techo y ordenaban a los diputados que se arrojaran al suelo. Aquel día se votaba la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo. Los periodistas, sentados en su tribuna, seguían el curso de la jornada. La escritora Julia Navarro, autora de «La Biblia de barro» y «Tú no matarás», estaba entre ellos. Entonces trabajaba en el diario «Pueblo» y colaborada en la radio y la revista «Interviú». Pertenecía al grupo de reporteros que ese día cubría la información política, como Miguel Ángel Aguilar, Susana Olmo, Charo Zarzalejos o Raúl del Pozo. Hasta ese momento, todo discurría por los cauces previstos. «Las votaciones eran nominales y eran unos minutos muy aburridos. Estábamos fumando, porque entonces, todavía se podía, y hablando entre nosotros, comentando distintos aspectos, cuando sucedió todo. Fue en un minuto. Primero escuchamos ruidos, luego voces... Susana y yo fuimos a ver qué ocurría y nos tropezamos con un hombre que iba medio vestido de guardia civil que nos ordenó que nos sentáramos inmediatamente. En ese momento estaba entrando Tejero dando órdenes», recuerda la novelista.
Han transcurrido 40 años desde el intento de golpe de Estado, pero las imágenes de aquella tarde todavía permanecen indisolubles en la memoria del país. Fue una jornada donde muchos temieron que los avances que se habían conseguido tras la dictadura podían revertirse y que la frágil democracia que se abría paso pudiera destruirse. «Ahora muchos dicen que no pasaron miedo, pero te aseguro que todos tuvimos bastante. Después es cierto que te recompones, que te calmas, pero cuando entraron y se escucharon los tiros, la primera sensación era pensar: ¡Dios mío, que está pasando!».
Julia Navarro recuerda que en esos momentos de confusión se le rompieron las gafas. En su memoria, aparte del estruendo de los gritos, todavía permanece la voz de Miguel Ángel Aguilar diciendo: «Es Tejero, es Tejero». «Yo y Susana estábamos nerviosas. Pero justo en ese momento, la periodista Pilar Narvión se dirigió a nosotras y nos dijo con enorme serenidad: «Esto es lo que los libros de historia llaman un golpe de Estado. Así que apuntad la hora y comenzad a partir de ahora a anotar todo lo que está pasando».
-¿Qué efecto tuvieron esas palabras?
-Fue como volver a la realidad. Nosotros somos periodistas y teníamos la obligación de conocer lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor para contarlo. Por supuesto, como el resto de los compañeros, teníamos el lógico temor de lo que iba a pasar y cómo íbamos a terminar. Ese año se había estrenado la película «Missing», protagonizada por Jack Lemmon, sobre el golpe de Estado en Chile. Muchos no pudimos evitar que aquí se podía terminar en un estadio. Nos preguntamos qué iba a ser de nosotros. Fueron unos momentos de enorme confusión y miedo.
Julia Navarro todavía evoca la entereza y valentía de Pilar Narvión con una anécdota: «Cerca de nosotros había un guardia civil con un cetme. Nosotras fuimos a sacar un cigarrillo porque Charo y yo fumábamos como carreteros y estábamos intranquilas. Aquel tipo se acercó al momento poniéndonos cerca el cetme y nos advirtió: “Cuidado con las manos”. Recuerdo en ese instante a Pilar Narvión que se puso como una fiera y que le dijo: “Oiga joven, haga el favor, que bastante la están organizando hoy para encima asustar a unas niñas”. El otro, por supuesto, se quedó desconcertado. De repente tenía delante de él a aquella señora tan respetable, con un moño y que, encime le estuviera pegando esa bronca. Pilar acto seguido le comentó: “Mire, apártese que la va voy a acompañar para que se dé algo de agua por la cara”. Y sin más explicaciones, Pilar se levantó, agarró a Charo y se la llevó al cuarto de baño. Yo, por supuesto, me dije, a ella le van a dar un tiro y después a todos nosotros. Pilar era una gran periodista, una veterana que había estado en París y que había seguido acontecimientos en Europa y tuvo la sangre fría el coraje de actuar así. Fue toda una lección de periodismo en vivo».
Julia Navarro recuerda que, con el paso de las horas, los periodistas pudieron salir de la tribuna de prensa. «No es que se pudiera circular con tranquilidad», puntualiza, pero se aproximaron a los teléfonos. «No había móviles todavía, por supuesto, pero nos pudimos poco a poco acercar a ellos. Queríamos llamar a la redacción, a casa, pero en cuento nos vieron a su alrededor, nos indicaron que volviéramos a la tribuna». En ese intervalo, comenta la escritora, un guardia civil le comentó que a dónde va usted y le pidió el carné de identidad. «Se lo quedó y nunca me lo devolvió. Ahora mismo no sabría decir si era mayor o no»
Uno de los instantes más tensos se vivió después: «Cuando se llevaron a Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Manuel Gutiérrez Mellado, los tres que se negaron a tumbarse al suelo cuando los guardias civiles y Tejero irrumpieron en el hemiciclo. Los sacaron de allí y aquel fue un momento de una desolación tremenda. Lo primero que pensamos es que se los llevaban para matarlos. Fueron unos minutos extraordinariamente duros. Muy complicados para los que estábamos dentro del Congreso».
Julia Navaro reconoce que al principio estaban desconcertados y que se enteraban lo que estaba sucediendo por «los ujieres y los conserjes»: «Ellos eran los que tenían las radios. Nos contaban qué es lo que escuchaban. Ellos nos iban pasando la información. Cuando se supo que el Rey iba a hacer una intervención y de qué tipo, hubo un inmenso alivio».
La novelista todavía recuerda que «el miedo de la incertidumbre, y la rabia. Se mezclaban los dos sentimientos, porque el golpe de Estado suponía una marcha atrás. Y justo en un momento en que estábamos dando pasos para ser un país democrático europeo. Y, de repente, vuelta atrás. No solo pensamos en lo podía sucedernos, sino también que todo ese proyecto de construir un país con libertades parecía que estaba a punto de evaporare. Me preguntaba: ¿Cómo nos puede estar pasando esto? También sentí vergüenza. Vamos a ser el hazmerreír de Europa, del mundo entero, me decía. Hay que tener en cuenta que España entonces era una anomalía porque acababa de salir de una dictadura».
Julia Navarro recuerda que la profesión de periodista la ayudó a sobreponerse. El instante en que tomó conciencia de que debía informar y que estaba presenciando un momento histórico. «Yo creo que sí, que el traje de periodista me ayudo. En cuanto Pilar Narvión no dijo que había que apuntar la hora y estar atentas, en ese momento, dominé el miedo, el desconcierto y te das cuenta de que la gente tenía que enterarse de lo que estaba sucediendo pasado y que, en esa coyuntura, te ha tocado a ti ser el vehículo para que los demás supieran qué estaba sucediendo en el Congreso de los Diputados».
La escritora aguantó en el interior del edificio todo lo que pudo. Poco a poco, los guardias civiles fueron permitiendo que fueran saliendo. Pero ella quiso quedarse y, junto con Jordi García Candau, fue la última en salir. «Cando recuperé la calma, decidí permanecer lo que me dejaran. Poco a poco vas asumiendo la situación y pensando que aquello que no iba a terminar bien, aunque al mismo tiempo te dices que te ha tocado narrar esto. La desgracia de contar esto. Fue uno de los momentos más importantes de mi carrera profesional, por ser una situación tan excepcional y por ser tan dramática. Ahora, con la perspectiva que te da saber que podían tener una parte del ejército, pero que no lo tenían todo con ellos, después de ver cómo el rey se ponía en contra; ahora, con toda la información que tenemos y toda la película completa, dices, menos mal. Pero en esos instantes dramáticos no saber qué podía ocurrir... Es cierto que hoy nos puede parecer un poco de opereta, pero no lo fue. Fue un golpe de Estado que salió mal».
-Se cumplen ahora cuarenta años. Es bueno recordarlo.
-La historia hay que conocerla. Tenemos la obligación y el derecho de conocer de dónde venimos porque si no sabemos de dónde venimos, no conocemos el presente. Las nuevas generaciones tienen que conocer lo que sucedió. Las cosas hay que contarlas con el sosiego que da el paso del tiempo. Me parece importante. La democracia y la libertad no son un regalo. Es algo que se construye todos los días. Al final todo es frágil y en cualquier momento puede saltar por los aires. Tenemos que apreciar de lo que disfrutamos.
-La sociedad respondió en aquel momento.
-Democracia era firme en los ciudadanos. Parece que la Transición fue que se llegaran a acuerdos políticos. La Transición se hizo por el impulso de los ciudadanos que querían ese cambio y que querían ser igual que los demás países civilizados. Los políticos de la época hicieron lo que les exigía la calle, la ciudadanía. Soy una defensora de la Transición. Creo que las cosas se hicieron razonablemente bien y es un periodo del que nos debemos sentir orgullosos porque fue una obra colectiva. Los políticos recibieron la exigencia de pilotar la libertad y la democracia para que todos viviéramos en una nación como las del resto de Europa.
-¿Has vuelto a ver aquellas imágenes?
-Durante mucho tiempo no he podido verlas. No era capaz de revivir esos momentos. He tardado años en volver a ver esas imágenes con tranquilidad. Y siento la misma rabia y la misma vergüenza y el mismo alivio que ese día. Menos mal que salió mal.