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Juan Manuel Gil, un escritor con más mala leche que nostalgia

Presenta «Trigo limpio», la obra ganadora del Premio Biblioteca Breve, publicada por Seix Barral
Alejandro GarcíaEFE
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Es una de las indudables sorpresas literarias de este año. El escritor almeriense se alzó con el último Premio Biblioteca Breve con la novela «Trigo limpio», que acaba de publicar Seix Barral, una obra planteada como un falso relato de detectives en el que no falta el humor. En conversación con este diario, reconoce que este libro «no es una novela negra al uso, pero sí parte de algo que siempre me ha fascinado, cierto suspense: el planteamiento de algunas preguntas que pongo delante del lector para que este siga pasando página en busca de respuestas».
Para ello, parte de un narrador anónimo que hasta podríamos confundir con él mismo. «Me interesa como un material más del que puedo hacer uso, pero no es un fin en sí mismo. Hay una confusión en la que se diluye la frontera entre el autor y el narrador, pero también de los personajes, de la ficción y la realidad. Constantemente intento borrar cualquier tipo de frontera con la idea de que se genere una verdad literaria nueva. De esta manera, puedo llevar al lector a un nivel de alucinación, una sensación que tengo con aquellos libros que me alejan del espacio y del tiempo en el que estoy leyendo», apunta.
En «Trigo limpio», nos propone que nos adentremos en un relato contado por un narrador que podría ser visto como un trasunto del propio Juan Manuel Gil o tal vez no. Su punto de partida es poderoso: un niño con una pelota en una pista de aterrizaje. La voz que lleva al lector por las páginas del libro nos habla de lo que le sucedió en El Alquián, Almería, cuando en los años noventa se aprobó la ampliación de las pistas del cercano aeropuerto.
Pese a que puede haber tomado alguna referencia de la realidad, de su infancia, admite que no ha querido realizar ningún tipo de ejercicio de nostalgia. Sobre este particular subraya que «la infancia está muy ligada a la nostalgia y con un ojo que hace que incurramos en la idealización. Me interesan otros valores de la literatura como la mala leche, el cinismo, la escala de grises... Es decir, lo que no está mezclado, lo que no es trigo limpio en literatura. Por eso no me ha sido difícil alejarme de la nostalgia, algo que no me interesa».
«Trigo limpio» está narrado desde varios planos, algo que puede sorprender al lector. «Me inspiré en un principio, que es el de asombrarme con lo que va a pasar en la propia novela. Tengo la sensación de que, si supiera lo que va a suceder en la última página del libro, ese asombro desaparecería totalmente. Ese entramado de planos no está hecho de una manera deliberada sino orgánica, lo que no implica que haya un trabajo posterior de ajuste. Pero la mayoría es un crecimiento orgánico».
Podría entenderse la novela ganadora de la reciente edición del Premio Biblioteca Breve como una mirada irónica a uno de los géneros que durante los últimos años más espacio ha ocupado en las librerías, como es la autoficción. Cuando a Juan Manuel Gil se le interroga sobre este tema admite que «soy un gran lector de autoficción. Lo que he hecho es algo muy antiguo y que, salvando unas distancias muy grandes, ya lo hizo Cervantes en el Quijote. Me refiero a esa manera de ’'cervantear’', de escribir una parodia de la autoficción haciendo uso deesa misma autoficción». Por todo ello aclara que lo suyo no es una parodia del género. En todo caso, «yo soy el primero que se parodia y que se divierte consigo mismo, suponiendo que sea el narrador del libro. Soy el primero que no se toma en serio la vida. No me emociona la solemnidad en la literatura porque me suena como una cosa hueca o una armadura detrás de la cual no sabes si hay alguien».

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