Javier Giner: «He escrito sacando mi oscuridad a la luz»
El director, guionista y escritor relata en «Yo, adicto» el infierno que ha vivido para poder desengancharse de la cocaína y el alcohol
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El 2 de enero de 2009, Javier Giner ingresó en una clínica de desintoxicación. Trataba de poner fin, de esa manera, a una bajada a los infiernos por culpa de su adicción a las drogas y al alcohol. De todo ello, el director, guionista y escritor habla en un duro e intenso libro autobiográfico titulado «Yo, adicto» (Paidós) y que hoy llega a las librerías.
–¿Cómo surge escribir un libro como este?
–Un día recibí una llamada fortuita. Soy un lector compulsivo, por lo que conozco a los profesionales que se dedican al mundo de la edición en España. Era un viernes por la mañana, muy temprano, y era de Sergi Soliva, en la que me propuso escribir un libro de no ficción. Me sentí halagado y sorprendido. Lo primero que pregunté es qué tenía yo para poder contar y sumar a lo que hay fuera, sobre todo porque la literatura me merece el mayor de los respetos. No quería malgastar ni mi tiempo ni el de los lectores. Era muy importante, si me entregaba a escribir un libro, que la materia prima fuera lo suficientemente valiosa para mí, algo que daría sentido a que mi nombre apareciera en la cubierta. Lo único que podía ofrecer era mi visión personal de un tema real que había vivido en primera persona: mi proceso de adicción y su superación.
–¿Tuvo dudas?
–Sí, surgieron dudas que no eran literarias. Estaba el miedo a la exposición, a lo que yo llamo en el libro una segunda salida del armario. Evidentemente había mucha gente a mi alrededor, como mi familia, mis amigos o mis parejas que sí conocían, aunque no todo, las líneas generales de la enfermedad. No podía escribir «Yo, adicto» para quedar bien o dármelas de gurú porque no lo soy. Tenía que mostrar una realidad y sacando mi oscuridad a la luz. Quiero que el que pase por esto o el que pueda pasar por esto se sienta reconocido y acompañado por el libro. Pero también se lo quería contar a esa gente que ha tenido la suerte de no caer en este abismo y que no tienen ni idea de lo que es. La obra no salvará a nadie, pero sí puede servir para poner remedio. No podía tener vergüenza en lo que escribía.
–Su trabajo es excesivamente sincero. El hecho de contarlo todo, ¿tiene algo de exorcismo?
–Entiendo esa visión, pero debo decirle que no. Ese exorcismo ya está hecho en esos doce años que llevo de abstinencia, así como en todo el trabajo que he realizado tanto fuera como dentro de la clínica de desintoxicación. Pensaba que el final de todo esto era cuando salías de allí, pero no es así: es el comienzo. Me han preguntado si escribir algo así es curativo, aunque realmente no lo es porque todo ya estaba exorcizado, aunque de manera íntima y ahora pasé a ponerlo sobre el papel para que sea un viaje público. Seré un adicto hasta el día que me muera porque la adicción es una enfermedad que se puede superar, pero el riesgo nunca te abandona. Aunque este libro no es terapia.
–¿Y la sinceridad?
–Si no fuera así sería grotesco. Entrar en una clínica de desintoxicación es como darle la vuelta a un calcetín porque ingresas en un lugar en el que no hay estímulos, sin «distracciones» como pueden ser internet o televisión. La única distracción que tienes es hablarte a ti mismo. Ese ejercicio de sinceridad que hago en el libro es el que hice en la clínica. Sé que usted ha leído mi libro y me muero de vergüenza, del pudor al pensarlo, pero para mí era importante contarlo.
–Cuenta cómo ingresa una primera vez y tiene una recaída muy salvaje tras salir. ¿Eso es lo peor que le puede pasar a un adicto?
–No me atrevo a jerarquizar porque la adicción en sí es un abismo desolador, pero las recaídas son un golpe durísimo porque dinamitan de raíz la confianza tan frágil que puedas tener en ti y en tus capacidades. Es la comprobación de que no vales y son peligrosísimas. Dicho esto, puede que también sean necesarias. Cuando una ocurre es porque te has dejado piezas por el camino que no se han trabajado. Antes de una recaída se produce un desliz, que es como el usar la cocaína de manera jovial en dosis muy pequeñas. Ese uso continuado acabará en una recaída que te llevará al infierno de la adicción.
–No puedo evitar preguntarle por las recientes declaraciones de Miguel Bosé cuando habla que él solo ha podido desengancharse de la adicción a las drogas.
–Me parece peligrosísimo, muy insensato, además de mentiroso y narcisista arrogante. Me dolió porque nadie supera una sin ayuda y de la noche a la mañana. Cuando entré en la clínica dejé de consumir, pero eso no quiso decir que superara la adicción. Me costó año y medio. Un adicto no es quien consume sino quien no puede dejar de consumir. Lo que contó quedó muy bien como cuento de hadas, pero es mentira. ¿Que salió solo porque la fuerza está en la mente? Me parece muy ruin decir algo así porque salir de la adicción no tiene nada que ver con la voluntad. Si dejar de consumir fuera tan fácil, como dice Bosé, no tendríamos problemas de adicción.
–¿Le indigna todo lo que dijo en «Lo de Évole»?
–Es aberrante porque no somos superhéroes y puedes enfermar. Pero, ojo, el responsable de esto es Bosé, no Évole por entrevistarlo.