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“Los vivos no aprendéis ni a tiros”

Teatro del Barrio estrena “Qué fue de Carmela”, una adaptación de Cristina Salvador del clásico “¡Ay, Carmela!”, de José Sanchis Sinisterra
Qué fue de Carmela

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En 1987, José Sanchís Sinisterra sorprendía con una pieza dramática que representaba la confusión generada por la Guerra Civil. “¡Ay, Carmela!” relataba cómo Carmela y Paulino, cómicos de una compañía de variedades, se confundían de bando y se veían inmersos en el contexto brutal de la guerra. Mucho más tarde, en 2000, surgía la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica a raíz de la exhumación de una fosa común con restos de republicanos. Basándose en ambos acontecimientos, la actriz Cristina Salvador ha realizado la pieza “Qué fue de Carmela”, una adaptación del clásico de Sanchis Sinisterra junto a su compañera de reparto María Carrión y la dirección de Sergio Toyos. “En ese teatro documento, él parte de un hecho histórico para crear ficción. Nosotras queríamos hacer igual con otro acontecimiento real, el nacimiento de la asociación de la memoria histórica para darle una vuelta de tuerca al paso del tiempo. Este fue nuestro proyecto de final de carrera de la RESAD el año pasado”, señala Salvador. “Al plantearla nos surgieron varias preguntas: ¿Qué pasaría si en lugar de encarnarla una pareja hombre-mujer fueran dos hermanas, dos mujeres en plena guerra? ¿Y qué pasaría si la persona que ha sobrevivido pasase toda la vida buscando o recordando a la otra, cómo viviría todo este tiempo? Queríamos introducir esos saltos temporales a largo plazo, entre el pasado y el presente, dos temporalidades distintas, pero reales, desde donde surgiera la ficción”, explica.
En el verano de 2000, Maru, una mujer de 89 años, recibe la visita de su hermana Carmela, desaparecida durante la Guerra Civil. Esto hace que recuerde ciertos episodios del pasado que le ayudan a descubrir dónde están sus restos, enterrados durante más de 60 años en una fosa común. Ella, junto a su compañero Paulino, actuaba para el bando republicano. Por error cruzaron el frente y acabaron en Belchite, recién ocupada por los nacionales. Carmela decidió parodiarlos y fue fusilada y Paulino terminó emborrachándose mientras hablaba con el fantasma de su compañera. La obra fue un éxito en teatro y cine. “Nosotras partimos de la pieza dramática, que es más completa y la película es una versión”. Salvador cree que su fuerza radica en varios pilares. “Un gran acierto es la construcción de los personajes, una Carmela muy visceral que conecta con esa persona espontánea, honesta, que dice la verdad y eso llega mucho al público. Su personaje complementario es totalmente opuesto, miedoso, más racional, que mira por el bien de ambos en un contexto donde están expuestos a un peligro muy elevado. Luego –prosigue- la genialidad de conseguir hacer una tragicomedia, un género muy complejo y complicado, porque es un viaje emocional que te va llevando de la comedia al drama continuamente en una especie de tensión-relajación. Y el último pilar –apostilla- es la elección del elenco, con dos actores de un nivel interpretativo enorme”.
“Después de 80 años seguimos con las secuelas de la guerra –continúa la actriz-, aunque queríamos dejar claro que no queremos posicionarnos en ningún ámbito político ni marcarnos en una dirección, sino señalar que esto no se ha terminado de curar, que se ha tapado como si no pasara nada, pero la realidad es que quedan muchas heridas abiertas que habría que cerrar. Fue una guerra ideológica y eso crea mucha visceralidad en los dos bandos, esa es una de las claves. Hay gente aún viva que todavía tiene familiares enterrados en las cunetas. Parecía haberse calmado pero ahora se ha vuelto a polarizar el enfrentamiento. Parece que no aprendemos, que hemos olvidado de dónde venimos. “Los vivos no aprendéis ni a tiros”, le espeta Carmela a Paulino. Y esa es un poco la esencia de lo que queremos decir –resalta-, no volvamos a cometer los mismos errores. Más que de echarse las culpas mutuamente, se trata de mostrar las incongruencias de todos, sin posicionamientos, que cada uno asuma las suyas para no repetir continuamente el guerra-civilismo”.
Salvador, que también canta y compone, ha participado en las nuevas canciones, “que es uno de los mayores cambios de la pieza, aunque algunas, como “Mi jaca”, se mantienen –señala-. Analizando qué teatro hacían las mujeres en la época vimos que, sobre todo, era revista, un espectáculo distinto al que podían hacer parejas hombre-mujer, que quizá hacían más zarzuela. Aquí mezclamos los dos géneros. La última canción, compuesta por Daahoud Salim, resume la esencia de lo que contamos, nosotros somos los responsables y tenemos la capacidad de que esto cambie, aprendamos de nuestro pasado”, concluye.

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