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Libros de la semana: de la convicción de Eichman al alma de Ángela Vallvey

Mientras Bettina Stangneth arroja luz sobre las intenciones del nazi, la escritora transgrede las normas habituales de la novela histórica y, además, llega a España el humor de M. C. Beaton
La RazónLa Razón

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No, Eichmann no era un burócrata, sino un nazi convencido

Esta obra demuestra que Eichmman se escudó tras el papel de burócrata durante su juicio para eludir su responsabilidad en el genocidio nazi
★★★☆☆
Por Jorge Vilches
¿Monstruo o burócrata? Eichmann fue juzgado en 1960 en Israel por genocidio y crímenes contra la Humanidad. El tribunal israelí dictó que era un asesino consciente, pero Hannah Arendt, que asistió al juicio como corresponsal del «New Yorker», escribió que era un burócrata disciplinado que para ascender cumplió las órdenes sin remordimientos. Lo llamó la «banalidad del mal». Eichmann era un «asesino de oficina», y no un «fanático, ni un sádico, ni un enfermo mental». La idea de Arendt era señalar la complicidad de las personas que por ambición o falta de escrúpulos fomentaban el mal contra otros hombres.
Bettina Stangneth demuestra en esta biografía que Eichmann era un nacionalsocialista convencido de la necesidad de exterminar a los judíos, y que por eso puso en marcha la «Solución final» como responsable de «asuntos judíos» en el Tercer Reich. No era un «burócrata», sino un asesino. Stangneth se basa en la documentación alemana de guerra, así como en los documentos encontrados en Argentina, donde Eichmann se escondió en 1950. En esos papeles, Stangneth ha encontrado una red internacional de apoyo al nacionalsocialismo y la demostración de que él era un nazi convencido.
Eichmann sostuvo que el exterminio del pueblo judío era imprescindible para consumar el destino de la raza aria y el proyecto de Hitler. Era un antisemita que dio conferencias contra los judíos y creó instituciones para su persecución. Esto lo trató de ocultar Eichmann en Jerusalén, algo parecido a lo que ocurrió en los Juicios de Núremberg, cuando algunos de los acusados se excusaron diciendo que solo obedecían órdenes. Stangneth afirma que Eichmann engañó a parte del jurado, a periodistas y escritores como Arendt cuando interpretó el papel de burócrata. Fue una estrategia de su abogado que consiguió en parte su objetivo. Stangneth lo demuestra con documentación fechada tras la guerra que refleja que tomó la decisión del exterminio de forma consciente. Eichmann escribía en la noche argentina como un nazi y soñaba con extender sus ideas. Es falso que el mal resida únicamente en un régimen, una ideología y un propósito, también en las personas. Es ahí donde Stangneth recupera la idea de «banalidad del mal» de Arendt e indica su utilidad para alertar sobre la responsabilidad individual en el ascenso de cualquier tipo de totalitarismo.
▲ Lo mejor
La demostración documentada por parte de la autora de la convicción nazi del personaje.
▼ Lo peor
No existe nada reprochable en esta biografía original que rompe con muchos tópicos.
«Adolf Eichmann. Historia de un asesino de masas» (Edhasa), de Bettina Stangneth, 672 páginas, 34 euros.

Entre Agatha Christie y unas espinacas con cicuta

M. C. Beaton escribió una serie de novelas que ahora se publican en España a raíz de una serie de TV. Y la primera es una genialidad repleta de humor
★★★★★
Por Lluís Fernández
La escritora inglesa M.C. Beaton murió hace dos años y dejó escritas numerosas novelas románticas y de misterio siguiendo el estilo «cozy mistery» de Agatha Christie, de quien era una devota seguidora, y muy en especial de la señorita Marple. En realidad, utilizaba numerosos pseudónimos para diferenciar sus distintas series y géneros literarios. Con su nombre escribió una popular serie de misterio eduardiana que tuvo que abandonar para centrarse en dos de sus más exitosas series: las investigadoras no profesionales Agatha Raisin y Hamish Macbeth.
Coincidiendo con la serie de Agatha Raisin en cable se acaba de editar «Agatha Raisin y la quiche letal» (1992), la primera de estas 31 novelas. La protagonista ha abandonado su trabajo de relaciones públicas en Londres y se ha comprado un «cottage» en un pueblecito de Costdowns, donde vivía la autora. Entramos de lleno en el mundo amable pero envenenado de la Inglaterra rural de Agatha Christie, aparentemente idílico, donde anidan amas de casa asesinas tan letales que matan con una quiche de espinacas rellena de cicuta. Tras años de la dictadura de asesinos en serie y detectives problemáticos, vuelven las novelas en las que el pueblo entero parece ser culpable y solo una mujer cínica, ayudada por un policía chino, es capaz de resolver el misterio y devolver al antipático pueblo de Carsely la tranquilidad. Novela más que recomendable, una gozada repleta de humor y descaro e indispensable lectura de verano.
▲ Lo mejor
Volver al típico «quién lo hizo» o a la llamada «whodunit» es un placer nada culpable.
▼ Lo peor
Que todos los personajes que aparecen sean antipáticos no es sino una bendición.
«Agatha Raisin y la quiche letal» (Salamandra), de M. C. Beaton, 256 páginas, 17 euros.

Ángela Vallvey, desde el alma y más allá del género histórico

La autora transgrede las normas habituales de la novela histórica para firmar una narración muy valiente que discurre en diferentes épocas
★★★★
Por Ángeles López
En esta nueva entrega, la escritora Ángela Vallvey no solo trasciende los cánones de la novela histórica –como asegura la editorial en su contraportada–, sino que se embarca en una ambiciosa tarea narrativa trenzada con historias acaecidas en distintos anclajes espaciotemporales: la primera juventud de Jesús de Nazaret junto a su familia; las andanzas de Alfonso VI en el reino medieval de León junto a su amigo y sin embargo rival Rodrigo Díaz de Vivar; la misión reformista de unos monjes para intentar implementar la regla elaborada por San Benito de Nursia; una reina niña que no acepta su destino; un sefardita que custodia un libro misterioso... Pese a la monumental tarea que se propone, Vallvey sale victoriosa gracias a una magnífica base documental y una exquisita solvencia narrativa –gracias, benditas intersecciones literarias–.
La alternancia temporal de los distintos ejes narrativos (v.gr., Galilea, año 7 después de Cristo; Sahagún, Imperio de León año 1078, etc.), lejos de distraer, logran mantener dinámicas las distintas historias, hasta lograr una realidad compacta. Una novela sin timonazos, sin la cansina obligación de estar a favor del bien y en contra del mal, construida a través de un moroso minutaje histórico que trabaja a favor de un fin: notariar la férrea voluntad del ser humano para luchar contra viento y marea con el fin de no esquivar su numen -o esencia–, de ser fiel a su esperanza y cumplir su destino último. Tiene, la autora, una visión compasiva de sus criaturas, tan especulares las históricas como privativas de su imaginario. No hay amaneramiento ni gesticulación vana pese a transitar hechos medulares de la Historia de la humanidad. Quizá porque es consciente de que la literatura no requiere de entendimiento sino de espíritu y que se debe interpretar de forma emocional, nunca intelectualmente.
Existen diversas formas de afiliarse a un relato de estas características, pero la autora tiene muy claro –y así nos lo hace ver en el libro– que todas son desde fuera, desde la agigantada serenidad de saber que se enfrenta a unos personajes que acometieron grandes empresas sin que la autora tenga necesidad de invocarlas. Están ahí; lo estaban para todos, pero había que comprenderlas bien. Un libro, en definitiva, exigente y luminoso que nos empuja a un diálogo incesante en el que la tinta habla y el alma contesta. Enhorabuena, Valley: no has pasado de lo imposible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero.
▲ Lo mejor
La autora evidencia que al ser humano no lo define la razón, sino la asunción de lo infinito y lo finito.
▼ Lo peor
No hubiera sido descabellado, pese a la gran secuenciación, haber hecho algo más largos los capítulos.
«El alma de las bestias» (Ediciones B), de Ángela Vallvey, 704 páginas, 20,08 euros.

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