Buscar Iniciar sesión

El conseguidor de las “celebrities”

Para tratar con ricos y famosos, hay que valer. Y, sobre todo, ver, oír y callar. El dueño de una empresa de «concierge» de lujo nos explica cómo logra, en solo tres llamadas, lo imposible
Jesús G. FeriaLa Razon

Creada:

Última actualización:

Estoy a 30 minutos de allí. Llegaré dentro de 10». Esta frase que pronuncia el señor Lobo en la película «Pulp Fiction», de Quentin Tarantino, resume el trabajo de Guillermo García Baltasar. Es un conseguidor de cosas, un solucionador de problemas. Desde hace cuatro años, este fotógrafo de profesión está al frente de Bespoke (anglicismo para «hecho a medida»), una empresa que lidera a medias con su mujer, Araceli Parres, profesora en la Universidad de Alcalá y doctora en Lujo.
«Donde quiera, como quiera y cuando quiera. Nos ocupamos de despreocuparte». Es el lema de Bespoke, una de las pocas agencias de servicios de «concierge» de alto nivel que hay en España. La esencia del trabajo es, según Guillermo, «poder cumplir los deseos del cliente y, sobre todo, ayudar, ayudar y ayudar». Esta vocación de servicio la lleva en la sangre. Su padre fue guardia real y su hermano, director de hotel. «Es que la confianza es el nuevo lujo. Nosotros entramos a formar casi parte de la familia, somos asistentes personales para todo; desde llevar al niño a urgencias hasta acompañar a la mujer al ginecólogo. Hay que saber estar en primera línea y, al mismo tiempo, retirarte en momentos muy personales».
Gracias a una amplia red de contactos tejida en sus años en Prensa y en las giras con varios artistas de un importante sello discográfico, se atreve a decir siempre que «sí». «Si no puedes solucionar el tema con tres llamadas, estás perdido». Se trata de mantener la calma y no añadir estrés al que te contrata, precisamente, para que se lo ahorres. Desde buscar botellas de vino «descatalogadas», entradas (agotadas) para la Ópera o visitas privadas a un museo, hasta acudir a las tres de la madrugada a la casa de un cliente que está de vacaciones porque ha saltado la alarma.
El abanico de este desempeño profesional es amplio, incluso manejar crisis matrimoniales o de «hormonas»: «Algún embarazo también me ha tocado, sí, y lo que eso conlleva porque la montaña rusa emocional hace que un día te quieran y otro, te odien. No pasa nada, es lo que toca». No tienen horarios y tampoco existe la temporada baja: hay motivos para disfrutar los 365 días del año. «Se trata de generar experiencias distintas para que nadie se aburra. Desde buscar trufas en enero y montar una comida en medio del campo con chefs con estrellas Michelín hasta ir a ver la floración de los almendros o las auroras boreales. También idear planes románticos para San Valentín, cumpleaños de niños y hasta despedidas de soltero».
El trato con los que contratan su ayuda no siempre es fácil. «A veces te retan, te cambian el plan a última hora para ver tu capacidad de reacción. Hay que tener en cuenta que están acostumbrados a ganar, así que te ponen a prueba. Pero, en general, es gente maja y súper educada». Lo cierto es que la nacionalidad tiene mucho que ver: «Los chinos, por ejemplo, son difíciles de tratar. Para ellos contamos con una persona de esa nacionalidad. A los europeos les va más la cultura, el arte, todo lo relacionado con la Historia. Los americanos son más materialistas y los rusos están a otro nivel económico». Recuerda el caso de un hombre de negocios turco que les dio más de un quebradero de cabeza: «Cuando íbamos con él a una tienda de ropa, de pronto se le antojaba el cenicero o el florero de decoración y teníamos que hacer que se lo vendieran». (¿Les recuerda a alguna película?)
La discreción es otra aptitud indispensable para esta labor de asistencia personal, pero Guillermo asiente con una media sonrisa cuando se le pregunta si también le han pedido la gestión de cierta «compañía» masculina o femenina. En alguna ocasión, se han visto obligados a reservar varias mesas de un restaurante para que una pareja pudiera cenar en total intimidad sin ser molestados.
De su cartera de incondicionales destaca, sobre todo, a los deportistas brasileños. El ex futbolista Ronaldo y su mujer siguen siendo clientes top (él retrató su boda en un castillo en París), también Julio César Baptista. Guarda especial cariño de Emilio Botín, por su trato exquisito, y de una fiesta de cumpleaños que le organizó en Madrid a Julio Iglesias. La familia Al Thani, del emirato de Qatar, también solicita sus servicios. «En una ocasión, montamos una cena especial para uno de sus miembros. Trajimos a un artista muy conocido de allí y lo vestimos de camarero para darle una sorpresa. Fue increíble».
Este verano, entre la Eurocopa y los Juegos Olímpicos, Bespoke se ha encargado de organizar vacaciones en las apretadísimas agendas de algunos deportistas de elite. La gran mayoría de sus clientes llega por el boca a boca; desde particulares que llevan años confiando en ellos hasta empresas que buscan dar un incentivo a sus directivos. Un buen ejemplo de su labor, asegura Guillermo, es «cuando un futbolista de primera división ficha por otro club; hay que trasladar toda su vida a otro país. Buscar casa, colegios para los niños, asistencia sanitaria, billetes...».
Contra lo que se pueda pensar, la pandemia ha impulsado el negocio. En un mundo aterrado por el contagio, aumenta la necesidad de servicios a medida que eviten el contacto excesivo con desconocidos. En este sentido, la demanda de vuelos privados ha experimentado un aumento considerable. Bespoke subcontrata los servicios de un avión para viajes puntuales con tripulación incluida. Sus clientes son deportistas, economistas, abogados, «disfrutones» de toda condición que se pueden permitir vivencias únicas. También trabajan con marcas de lujo que no se la pueden jugar y saben que ellos están más que acostumbrados al trato con VIP. Porque para tratar a los poderosos, a los triunfadores, sin atosigarlos pero con la atención justa, hay que valer.

Archivado en: