Sección patrocinada por sección patrocinada
Teatro

Entrevista

Luis Merlo a LA RAZÓN: «Soy muy espiritual, pero no zen, si no estaría en un monasterio»

El actor se confiesa: siempre duda de sí mismo antes de subirse a un escenario y asegura que hay muchos más trepas en la política que entre bambalinas

El actor de Luis Merlo, protagonista en la obra de teatro "El método Grönholm"
El actor de Luis Merlo, protagonista en la obra de teatro "El método Grönholm"Sergio Parra

Luis Merlo recuerda que su abuelo siempre le decía que había dos maneras de estar en la vida «de vacaciones o parado». Y tomó nota. Por eso, casi ni recuerda la última vez que se tomó unos días de descanso. Tan solo la pandemia ha hecho que su ritmo baje, «y porque no quedaba otra». Ahora, con las pilas cargadas y con la agenda que echa humo, prepara su vuelta a los escenarios y nos habla de su faceta quizá menos conocida, la de tuitero, donde se ha convertido en una especie de gurú «mindfulness».

- Su perfil de Twitter es como un oasis en medio del desierto, una ristra de citas de pensadores y artistas con la que da los buenos días todas las mañanas... ¿es usted muy zen?

Todo esto comenzó sin ninguna pretensión. Me levanto muy temprano y pensé que era interesante compartir frases que a mí me inspiran. Pero vamos, que en mi día a día no soy nada zen, si lo fuera estaría en un monasterio vestido con una túnica naranja. Soy espiritual, eso sí.

-¿También religioso?

No. Espiritual. No hay que confundirlo. Creo que es importante cuidar nuestro interior y más aún a partir de cierta edad. Si una persona mayor se obsesiona con ser joven o guapo como en el pasado tiene que hacérselo mirar. Yo toda mi vida he mirado hacia mi interior.

-¿Es muy de yoga y meditación?

Lo he hecho, pero soy inconstante. Por eso digo que tampoco soy nada zen, ya que tengo los pies en el mundo que vivo y me afectan mucho las cosas, tengo conflictos y rabio.

-Así que de trasnochar, poco...

Soy mañanero, me levanto a las siete de la mañana y sin despertador. Antes era más noctámbulo, pero ahora, será la edad, soy de acostarme y levantarme pronto. Además, el horario de los rodajes de televisión, que siempre comienzan muy temprano, se queda grabado de por vida.

-Vuelve al teatro con «El método Grönholm» donde varios candidatos a un puesto de trabajo luchan de manera encarnizada por un puesto de trabajo. ¿Ha peleado con tanta fuerza en su vida por algún papel?

Nunca, la verdad que he tenido mucha suerte Tampoco he sentido nunca esa ambición, solo me he esforzado por perfeccionar.

-¿Los castings no son un martirio?

Al principio sí, ahora ya estás acostumbrado. Además el mundo de las pruebas ha cambiado mucho en los últimos años.

-En la obra, su personaje es el más trepa. ¿Le ha inspirado alguien?

Hace mucho tiempo, durante una cena con Vicente Aranda en la que me ofreció un papel en «Juana la loca», el cual al final no pude hacer y cuya protagonista inicialmente iba a ser Maribel Verdú, hablamos sobre si es necesario leerse todo lo que se ha escrito sobre un personaje histórico. Él dijo que no, que viene bien, pero no es necesario. Para hacer un personaje no hay que inspirarse en nadie en concreto. Es un error.

-¿Hay más trepas entre bambalinas o en el Congreso?

Entre los políticos sin ninguna duda.

-¿Cómo se combate el exceso de ambición?

Es algo que de partida no es bueno porque lo que trae es tan solo infelicidad, porque nunca tienes suficiente. La ambición es positiva cuando te ayuda a mejorar, pero si va enfocada al éxito social es un absoluto fracaso.

-Cuando hace comedia, ¿teme que los espectadores no se rían?

Claro, en cada estreno me pongo a morir. No puedo entender cómo hay compañeros a los que les guste. Cuando en los ensayos has repetido un «gag» en muchas ocasiones, ya nadie se ríe y te agobias, piensas que ya no hace gracia. Luego, en el directo, quizá hay risas donde no las esperabas y eso es la magia del teatro.

-¿El regreso tras tanto tiempo de parón genera miedo?

Yo siempre me cuestiono cuando vuelvo a estar sobre un escenario. Me pregunto si voy a ser capaz de hacerlo. Antes lo consideraba miedo, ahora, falta de estupidez humana. Los ególatras no tienen ese miedo porque con el ego subido siempre piensan que todo les va a salir bien. A mí, el teatro me da la energía para seguir adelante.

-¿Adicto al favor del público?

Enamorado de mi trabajo y del público que es mi único cliente y el más agradecido. Un día entendí que el principal sentido de mi trabajo era dedicárselo a los que se sientan en un patio de butacas. Fue cuando me liberé del miedo, aunque la duda siga presente.

-¿A qué playa se escaparía para desconectar?

Mi playa está en Broadway y en el West End de Londres, es allí donde siempre viajaba cuando tenía tiempo libre. Espero regresar pronto.