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Costa Gavras: «El cine no debe ser político, eso lo decide el público»

El veterano realizador de «Z» presenta un ciclo sobre Yves Montand y Simone Signoret
ADRIAN QUIROGA/SHOOTING
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Asus 88 años, Costa-Gavras tiene una envidiable vitalidad. Ayer pasó por Barcelona para presentar en la Filmoteca de Catalunya un ciclo dedicado a una de las parejas más míticas del cine francés: Yves Montand y Simone Signoret.
–Parece inevitable empezar preguntándole por Yves Montand con quien trabajó en varias películas.
–Era muy fácil. Lo conocí antes de empezar a colaborar con él porque yo ya había trabajado con Simone Signoret en una película sobre la ocupación titulada «El día y la hora». Fui muchas veces a verlos a su casa porque Montand se ocupaba de las cosas de Simone. Ella me lo presentó como «el otro extranjero» porque él había nacido en Italia. Montand me invitaba los fines de semana a jugar a voleibol, lo que hizo que hubiera un entendimiento especial entre nosotros.
–¿Eso le ayudó para rodar juntos?
–Mire, un día le di a Simone un guion para que su hija hiciera un papel importante. «No, no, mi hija tiene que acabar los estudios. Yo, si quieres, salgo en la película», me dijo. Al cabo de unos días, Montand me comentó que «me parece que tienes un buen guion. ¿No hay nada para mí?» Le pedí que escogiera entre tres o cuatro personajes principales, el que quisiera. Al principio quiso el que interpretó Piccoli, pero se lo desaconsejé porque era un personaje muy feo. Le aconsejé el policía, pero no lo quería porque era el momento del final de la guerra de Argelia y todo lo policial estaba mal visto. Le propuse que usara acento de Marsella. «No, no quiero ser Fernandel», me contestaba. Pero insistí mucho, al igual que Simone, para que empleara ese acento. Empezamos a rodar y un día, tras ver lo filmado, dio el visto bueno para que siguiéramos así. Se fue a ver al productor y le dijo: «Haremos lo que él diga que hagamos».
–Todo luego desemboca en «Z», con guion de Jorge Semprún. Crearon uno de los mejores equipos del cine europeo.
–Sí, con uno de España, otro de Italia y otro de Grecia, como decía Simone. Fue una oportunidad porque nada nos preparaba para encontrarnos. Yo era el joven del grupo. Ellos eran de la generación que se había enfrentado a los nazis, tenían relación con el Partido Comunista… Yo pertenecía al exterior, pero compartí con ellos la misma filosofía de vida y de política.
–Con Montand y Semprún también compartió una mirada comprometida. ¿El cine debe ser político?
–No. El cine y la política son dos palabras distintas. Creo que todo es político, Montand era un hombre del espectáculo. Yo hacía cine pensando en espectáculo. Jorge era político, pero también escritor de libros. Es el público quien decide si es política una película y el público, créame, es afortunadamente un misterio. Si no lo fuera todos haríamos la misma película.
–No puedo evitar preguntarle una curiosidad. ¿Por qué rechazó dirigir «El Padrino»?
–(Risas) Me ofrecieron adaptar el libro de Puzo, pero me parecía muy malo. Coppola hizo una película que yo no podía rodar porque no soy italoamericano. La gente cree que dije no a «El Padrino» y no es así. Le dije que no a ese libro ridículo.

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