“Nunca fuimos más felices”: la existencia se juega partido a partido
★★★★
Por Jesús Ferrer
Hace ya mucho cayó el prejuicio de la incompatibilidad entre el fútbol y la actividad intelectual. Escritores como Juan Villoro, Roberto Bolaño, Javier Marías, o incluso Camus, Nabokov y Pasolini, llevaron a sus textos una afición convertida en metáfora social y obsesiva pulsión íntima. Sin descuidar la vertiente deportiva, se genera en torno al balón toda una retórica argumental, basada en el escapismo lúdico, la identidad colectiva, y una popular épica mitográfica. En esta línea temática, Carlos Marzal publica «Nunca fuimos más felices», una novela autorreferencial centrada en la relación entre un padre fanático y su hijo, que juega en un equipo de alevines.
Se va gestando así una historia de entrañables complicidades, entre encuentros deportivos y jugosas anécdotas. En palabras preliminares, leemos: «Este libro tiene por excusa el fútbol, pero es un libro de amor: de amor a mi hijo, de amor al fútbol, de amor a las cosas, de amor a la vida. Como todo lo que he escrito. Como todo lo que escribiré». Toda una declaración de principios e intenciones, de fuerte contenido emotivo y acentuada sensibilidad.
Se alude aquí a la figura del «aficionado ilustrado», al que le gusta más el fútbol que su propio equipo, así como al fetichismo incorregible de los hinchas –la camiseta de Cruyff, por ejemplo–, la intolerable violencia de los hooligans, las disputas entre padres en partidos infantiles, los intereses económicos y políticos de este deporte, así como su pasada identificación con el amodorramiento de masas bajo el franquismo; sin olvidar el atrabiliario perfil o la sabiduría innata de míticos futbolistas, como George Best, apodado «el quinto Beatle» y héroe en su día del Manchester United, de quien se cita admirativamente esta proclama de vida: «He dilapidado una fortuna en coches, bebidas y mujeres. El resto del dinero lo desperdicié». O la veneración supersticiosa de un pelo de Maradona, que se exhibe en la hornacina de una calle de Nápoles; y la profusión de tatuajes en los jugadores, como representación iconográfica de superior individualidad.
La pelota desde el corazón
La esencia del libro, eso sí, radica en el vínculo entre padre e hijo, reviviendo aquel en este la frustrada ilusión de haber destacado en el terreno de juego. Es aquí donde aparece otro de los objetivos del libro: «Mi propósito es ofrecer unas páginas cordiales que traten del corazón». Empeño totalmente logrado con una historia que armoniza la conmovedora narratividad con el argumentado imaginario futbolístico en sus más variadas facetas. El fútbol como metáfora de la existencia: encuentros perdidos o ganados como en la vida misma. Una muy conseguida novela, página a página y partido a partido.
▲ Lo mejor
La autenticidad que transmite la propia experiencia con el fútbol a través del hijo
▼ Lo peor
Nada destacable en este sentido, ante tan elaborado y completo libro