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Crítica de “La crónica francesa”: la imagen centrípeta ★★★☆☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección y guion: Wes Anderson. Intérpretes: Benicio del Toro, Bill Murray, Timotheé Chalamet, Frances McDormand. USA, 2021, 108 min. Género: Comedia dramática.
Cuando André Bazin hablaba de la imagen pictórica, la calificaba como una imagen centrípeta, al contrario que la cinematográfica, que era centrífuga. Según Bazin, el marco de un cuadro secuestraba la mirada del espectador, era el límite de un mundo que aniquilaba su expansión, sin fuera de campo. La expansión, en el cine de Wes Anderson, se produce en el interior del cuadro, como en una pintura. Da la impresión, pues, que no hay otra opción que mirar cómo la pantalla se rellena de voces, personajes, tipografías, gestos, colores y objetos, como si realmente todos cupieran en un solo cuadrado. En “La crónica francesa”, suerte de homenaje a los periodistas de The New Yorker desde la óptica de un expatriado (Anderson vive en París), el director de “El gran hotel Budapest” ha sublimado su estilo hasta el paroxismo, lo que provoca un encuadre saturado, que desafía la más modesta pintura barroca en su superposición de historias, gadgets y simetrías, en lo que parece un delirio cacofónico donde está lo mejor de su cine -un prodigio de inventiva visual- y lo peor -una monumental autoindulgencia, que considera que un objeto y un ser humano son de la misma especie-. No diremos que esta película de episodios, estructurada como el número especial de una revista -un obituario, una guía de viajes y tres artículos-, no puede disfrutarse desde lo lúdico: el capítulo dedicado al artista asesino (Benicio del Toro), su dominante carcelera (Léa Seydoux) y su galerista redicho (Adrien Brody), es irresistible. Es el fresco gigantesco que el pintor plasma en los muros de la cárcel, imposible de trasladar a un museo, la perfecta metáfora del filme: una obra de arte imposible de abarcar con los ojos, tan enamorada de sí misma como asfixiante en su indomable enormidad.
Lo mejor: El capítulo protagonizado por Del Toro y Séydoux, el más asequible y divertido.
Lo peor: Alguien tendría que decirle a Anderson que no tiene por qué parecerse tanto a sí mismo.

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