Si eres incapaz de llevar las botas al zapatero, puede que estés quemado
En «No puedo más», Anne Helen Petersen analiza por qué están exhaustos los millennials si la vida nunca fue tan fácil (que no sencilla)
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Cuando Anne Helen Petersen (Idaho, 1982) se dio cuenta de que era incapaz de hacer un recado rutinario, como devolver una camisa o poner suelas a unas botas, y, en cambio, se entregaba como una posesa a cualquier tarea que impulsara su carrera profesional, se dio cuenta de que algo no cuadraba. En «No puedo más» (Capital Swing), esta escritora y periodista disecciona los motivos que han llevado a los millennials a ser la generación más quemada de la historia reciente. Y reparte unas cuantas culpas.
-¿Cuál es el principal reto de los millennials?
-El mayor desafío fue entrar en el mercado laboral en medio de una recesión económica mundial. ¡Y ahora muchos están criando a sus hijos en el contexto de una pandemia! Como generación, está claro que vamos para atrás respecto a las que nos precedieron. Tanto en calidad de vida como en expectativas.
-¿Por qué están tan cansados?
-Precariedad, inestabilidad... Hace falta un gran esfuerzo para sentirte seguro cuando el suelo no deja de moverse bajo tus pies. Las nuevas tecnologías llegaron con la promesa de hacernos la vida más fácil y han acabado dándonos más trabajo porque, además, ahora cargamos con la obligación de mostrar nuestra vida en las redes. Los que son padres tienen una presión añadida y mayor que nunca en la historia para ejercer una crianza ejemplar. Pero, en general, estamos tan cansados porque trabajamos mucho, porque creemos que es la única forma de mantenernos alejados de la precariedad. Y la realidad es que no sirve ningún antídoto y nunca nos damos permiso para descansar y recuperarnos.
-Dice que viven peor que sus padres, pero hay múltiples indicadores que refuerzan la idea de que el mundo nunca ha ido mejor.
-La vida es más fácil en muchos sentidos, pero también es verdad que no es nada sencilla. Fue muy dura para las generaciones anteriores y sigue siéndolo para nosotros.
-¿De qué forma les afecta esta crisis postpandémica en comparación con la de 2008?
-La economía no está tan hundida como en 2008, aunque mucha gente ha perdido su trabajo y no han sido capaces de encontrar otro que sea estable. En cualquier caso, creo que la mayor dificultad la sufren los que están tratando de cambiar de sector, o los que salen ahora de la Universidad y se encuentran desorientados o sienten que su vida se ha detenido. Asimismo, muchos padres jóvenes se están estrenando en un contexto en el que no existe la red de apoyo de antes y están más aislados y más solos.
-¿Qué parte de la culpa del agotamiento millennial es de las redes sociales?
-Bastante considerable. De hecho, hay una gran parte del esfuerzo de los millennials que va dirigido a tratar de aparentar que tienen la vida a la que aspiran, en lugar de la que llevan. Y para eso hay que elegir bien qué fotos se cuelgan. Pero también creo que el mecanismo de las redes sociales nos crea una adicción a estas aplicaciones que nos impide centrarnos y hacer las cosas que realmente queremos hacer, como leer, por ejemplo, o simplemente dejar tranquilos nuestros cerebros y quedarnos mirando al techo. Así que, una vez más, ni nos relajamos ni nos reponemos.
-¿Cabe la posibilidad de que tengan unas expectativas demasiado altas de lo que debe ser la vida?
-Si nuestras expectativas son demasiado altas es porque nuestros padres y profesores, nuestros mayores y nuestros mentores, así nos las hicieron creer. ¿De verdad es de mimados el creer que puedes conseguir la misma estabilidad de tus padres? ¿Le parece injusto estar enfadado porque te vendieron un sueño que ha desaparecido? Y, en muchos casos, se ha esfumado debido a las decisiones que tomaron las generaciones que nos precedieron.
-¿Cuáles son sus aspiraciones financieras? Tenía entendido que su generación era más de experiencias que de poseer cosas.
-No sé cómo será en España, pero le puedo decir que en Estados Unidos al menos parte del giro de los acontecimientos se debe a que muchos millennials no pueden permitirse cosas que nuestros mayores consideraron prioridades vitales, sobre todo el ser propietario de una vivienda.
-En el libro asegura que llevan toda la vida trabajando. ¿No se puede decir lo mismo de anteriores generaciones?
-Bueno, eso depende. Los sindicatos han logrado desde el siglo XIX una reducción paulatina de las horas de la jornada laboral. Ocho de trabajo, ocho de descanso y ocho para lo que cada uno quiera. Esta fue una de las exigencias y desde luego lo han conseguido. Está claro que hacer el marketing para una plataforma de software no es tan estresante desde el punto de vista físico que, pongamos por caso, trabajar de soldador, pero también es verdad que este último tiene una jornada laboral con un principio y un final claros, mientras que el trabajo contemporáneo que tiene que ver con el conocimiento acapara toda nuestra vida.
-¿Dónde se sitúan en el espectro político?
-No creo que ni siquiera lo sepamos todavía, aún no formamos un bloque electoral per se. Pero es evidente que los millennials se están convirtiendo gradualmente en la clase dominante, tanto en el sector público como en el privado. Veremos si acaban entendiendo lo que significa de verdad estar quemados y trabajan para combatir a las fuerzas responsables o, por el contrario, siguen creyendo en la meritocracia y achacan el cansancio de los otros a que no han trabajo lo suficientemente duro.
-¿Qué peso tiene en el desencanto la deuda que contraen los jóvenes estadounidenses para costearse la Universidad?
-En mi país la deuda contraída para pagar la Universidad es culpable en gran medida de que tantos millennials se encuentren en una situación inestable. Pero la mayor parte de esa responsabilidad debe recaer en el capitalismo desregulado. Así que tenemos dos opciones: o nos inventamos un nuevo modelo económico (un reto enorme, si se le ocurre alguno soy toda oídos) o analizamos el que tenemos e ideamos las protecciones laborales que lo hagan menos dañino tanto para los seres humanos como para el planeta que nos acoge.
-¿Hay lugar para un cambio de paradigma?
-Me lo pregunto día y noche. Paso de estar muy esperanzada de que podemos cambiar a sentir mucha incertidumbre y creer que el status quo no cambiará nunca. De todas formas, el hecho de que tengamos estas conversaciones es parte del comienzo del cambio. Darnos cuenta de que no tiene por qué ser así.