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La biografía que necesitaba Chaves Nogales

María Isabel Cintas Guillén publica en dos tomos el estudio más completo del gran periodista español con nuevas informaciones
larazonLa Razón
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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La pregunta puede parecer innecesaria, pero es conveniente hacerla. ¿Queda algo por decir de Manuel Chaves Nogales, maestro de periodistas y, tal vez, el mejor ejemplo de aquello que se ha llamado «La tercera España»? La reciente publicación de su obra completa en Libros del Asteroide, donde se incluyen numerosos inéditos, podría hacer pensar que se había cerrado todo lo referente al rescate de un nombre que durante demasiadas décadas había quedado silenciado. Sin embargo, en este mosaico faltaban teselas que permanecían ocultas. Estas son las que ha recuperado María Isabel Cintas Guillén en la gran biografía que merecía el reportero. Es lo que encontramos en los dos volúmenes de «Manuel Chaves Nogales. Andar y contar», que acaba de editar Confluencias y que amplía considerablemente el trabajo precursor de esta misma autora, «Chaves Nogales. El oficio de contar», que ganó en 2011 el Premio de Biografías Antonio Domínguez Ortiz de la Fundación Lara.
En un momento en el que muchos se han autoproclamado como los responsables del resurgir editorial de Chaves Nogales, a Cintas Guillén hay que concederle esa medalla por ser la primera en ahondar sobre el periodista. Ella misma admite que las primeras informaciones sobre el protagonista las obtuvo en 1990, cuando Rogelio Reyes Cano, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Sevilla, le sugirió un tema para su tesis: un periodista sevillano que había escrito unos pocos libros, entre ellos una biografía del torero Juan Belmonte. Había tan poca información disponible en aquel momento que la futura estudiosa del periodista sospechó que su obra se limitaría únicamente a tres títulos.
Fue eso lo que la animó a tratar de localizar a los familiares de Manuel Chaves Nogales y empezó a surgir el retrato de un periodista que conoció guerras y exilios hasta morir solo y demasiado joven. «Tuvo mala suerte», como le dijo Salvador Villalba Díaz de Mayorga, sobrino nieto de Chaves. Poco después, el encargo de reunir la obra narrativa completa del maestro, una iniciativa de la Diputación de Sevilla hizo que Cintas Guillén recopilara en dos tomos los trabajos dispersos del periodista a los que seguirían después los tres con la producción periodística. Una colosal hazaña que puso las bases para todo lo bueno que ha venido después, un círculo que se cierra con esta biografía.
El retrato dibujado con línea fina es el de, en palabras de la biógrafa, «periodista, liberal, republicano, masón y pequeño burgués». Si nos detenemos en cada uno de estos puntos, es lógico empezar por donde más destacó Manuel Chaves Nogales: el periodismo en un tiempo en el que no estaba todavía muy definida la profesión en España. En esto tuvo mucho que ver la huella dejada por su padre, Manuel Chaves Rey, redactor de «El Liberal» de Sevilla, cuya labor continuó el hijo. Cintas Guillén lo define como periodista con peculiaridades por «su querencia al texto bien escrito, a la corrección y sencillez en el lenguaje y a la esencia pedagógica, rasgos que son la marca de sus trabajos». Fue un enorme reportero que dio sus primeros pasos en un trasfondo literario, pero que luego pasó a informar con la intención, como él mismo decía, de «avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar el interés por los grandes temas de nuestro tiempo».
El libro también subraya el carácter liberal de Chaves Nogales, algo que demostró desde su juventud, convirtiéndose en un firme aliadófilo durante la Primera Guerra Mundial que vio su mundo naufragar con la llegada al poder de Miguel Primo de Rivera. Su liberalismo está en el mismo nivel –hablamos de los años veinte– del que promovían Antonio Machado, Pío Baroja Miguel de Unamuno o José Ortega y Gasset. Demócrata hasta el final, la estudiosa reconoce que de Chaves «nunca se ha sabido de militancia política partidista alguna, quizá también para preservar la línea centrista (por equilibrada) del periódico que dirigió duranta la República, “Ahora”». Igualmente fue republicano, pero nunca quiso saber nada de los extremismos hasta el punto de pensar que, en palabras de Cintas Guillén, «tan nocivo le pareció el anarcosindicalismo como el fascismo que acosaron a la República y acabaron por asfixiarla». Puede que eso fuera lo que acabara desembocando en el olvido injusto al que fue arrastrado el periodista.
Manuel Chaves Nogales empezó a trabajar en Prensa con solo catorce años, en un tiempo en el que todavía coleaban los ecos de la barcelonesa Semana Trágica que había culminado con la ejecución del pedagogo Francesc Ferrer i Guàrdia en el castillo de Montjuïc. Varias entidades y colectivos salieron a las calles en protesta por esos hechos y no ocultaron su trasfondo republicano y masón. Fue en 1927 cuando Chaves quedó inscrito en la masonería, concretamente en la logia Danton, empleando como nombre altamente simbólico el de «Larra». El libro demuestra que la logia Danton fue una de las que estuvo en la vanguardia de la lucha progresista frente a la dictadura de Primo de Rivera. Desde un punto de vista religioso, el periodista apostó por, como dice Cintas Guillén, «el mantenimiento de la laicidad refirmando lo civil sin negar lo religioso; propugnar un Estado laico y la separación de Iglesia y Estado».
Sin embargo, pese a que Chaves Nogales era masón no puede decirse que compartiera la totalidad de las ideas de sus compañeros porque «ni defendió públicamente sus opciones, ni colaboró a su propaganda o propagación, ni se sometió a su disciplina, ni se implicó en las luchas, diatribas y discusiones por mantener su respectivo ámbito de influencia (Gran Oriente Español, frente a la Gran Logia Española)». En su obra periodística no hay rastro alguno de esos aspectos. La biógrafa también admite que se desconoce si durante su exilio en Francia e Inglaterra Chaves Nogales llegó a contactar con los masones de esos países.
En uno de los títulos más destacados de la bibliografía del autor, «A sangre y fuego», el mismo reportero traza su autorretrato: «Yo era eso que los sociólogos llaman “pequeño burgués liberal”, ciudadano de una república democrática y parlamentaria». Y es ese aspecto, el de pequeño burgués liberal, el que sirve para acabar de trazar la imagen que nos aporta esta gran biografía. Hay varios ejemplos en los escritos del periodista, como cuando visita la Unión Soviética y comprueba en primera persona que no está de acuerdo con todos aquellos sistemas políticos que tienen como objetivo acabar con los logros alcanzados por la sociedad burguesa.
Y no fue un periodista que viviera mal, como se narra en «Andar y contar». «Cuando el sueldo medio de un periodista era de 300 pesetas, él llegó a cobrar 2.500, viajes y reportajes apartes. Durante el tiempo en que se editó “Ahora” habitó con su familia la planta alta, amplia y confortable, del edificio donde estaba la empresa Rivadeneyra, en la cuesta de San Vicente, que el mismo Baroja, que la frecuentaba, confesó envidiar», según describe María Isabel Cintas Guillén.
Son las piezas que faltaban del rompecabezas, los elementos que ayudan a acabar de vestir la imagen de uno de los mejores reporteros de todos los tiempos.

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