¿Por qué vivimos asustados?: Bernat Castany lo explica en “La filosofía del miedo”
En esta obra reflexiona sobre los temores del hombre actual y cómo actúan en nuestro comportamiento y actitudes
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Bernat Castany Prado es profesor de Literatura en la Universidad de Barcelona y autor de los ensayos «Literatura posnacional» y «Que nada se sabe». Su nueva obra, finalista del premio Anagrama de ensayo, es un libro inclasificable que oscila entre el ensayo y la narración, sin ser una cosa ni la otra, y que no deja indiferente. Explica Castany: «Había escrito una primera versión, de corte academicista, un manual teórico muy largo. Tenía la sensación de que había una contradicción entre el contenido, “esto es el miedo y así hay que superarlo” y la forma, un tanto miedosa, escudado constantemente en citas de otros, en autoridades, en referencias. Así que comencé a escribirlo desde cero buscando la voz que necesitaba, obligándome a que mi propia escritura incorporase lo que estaba diciendo».
¿Y por qué escribir sobre el miedo?
Hay un detonante anecdótico, lo cuento en el libro, que es una alumna a la que mi propio miedo o timidez me impidió responder como ella hubiese necesitado. Me quedó mala conciencia. Pero el miedo es también un tema que toco en mis clases de literatura y veo que interesa mucho, porque todos compartimos esa experiencia. Unos tienen miedo a tirarse en paracaídas y otros al compromiso. No hay nadie totalmente valiente o totalmente cobarde, lo que tenemos es una repartición de miedos y de valentías. También quería enfrentarme a mis propios miedos, uno de los cuales era la escritura.
¿Cómo explicaría el miedo?
Como una especie de cárcel de cristal, de cristal porque a veces es invisible y otras veces los miedos adoptan disfraces, como la pereza, la distancia, la ironía… Tendría cuatro paredes: primero, el conocimiento. El miedo distorsiona nuestra forma de conocer, nos hace ver las cosas más grandes, confunde nuestra razón y nuestra memoria, nos hace imaginar lo que no hay. Chocamos contra un tipo de ignorancia fabricada por el miedo. Habría una segunda pared que nos aparta del mundo. El miedo nos dice: enciérrate, no explores nuevos lugares, no conozcas a otras personas, no experimentes lo diferente. La tercera nos impide gozar de las cosas. El miedo provoca una especie de anhedonia, una imposibilidad para gozar, y sufrimientos, tanto psicológicos como físicos. Va unido a la ansiedad. El cuarto muro sería el que desgasta el lazo político, nos hace desconfiar de los demás, actuar con agresividad. Las cuatro paredes, enlazadas, nos encierran y el miedo actúa casi como un parásito extendiendo sus tentáculos en esas cuatro direcciones.
¿Cómo luchar contra él?
Para ello hay que tratar de romper estas paredes, luchar en estas cuatro direcciones. Si distorsiona nuestro conocimiento, lo que hay hacer es conocer para frenar esas sobreinterpretaciones, confiar en la razón y el conocimiento. No es extraño que los ilustrados tuviesen como principal enemigo el miedo, toda la tradición ilustrada está conectada con esto.
Está relacionado este libro, precisamente, con esa tradición ilustrada.
Sí, así es. Para mí es una tradición muy importante: la ilustrada, la humanista. Me parece que hay una tierra de nadie que se disputan la religión, la autoayuda y la psicología y que sería la de la interioridad de las personas. Hasta hace muy poco era la religión la que se encargaba de cómo vivíamos, y era ella la que nos informaba. Pero ha habido una secularización de la sociedad que la autoayuda y la psicología han intentado llenar y yo creo que uno de los mejores gestores de ese vacío es la filosofía. Por eso el libro entra en discusión con otros discursos y propongo una alternativa, una especie de espiritualidad laica que enlaza con esa tradición.
Una tradición, la ilustrada, que parece estamos despreciando en los últimos tiempos. Se desprecia el debate y el intercambio de ideas al que disiente, se condena el pensamiento crítico. ¿Qué hay ahí de miedo?
La no pertenencia al grupo nos da tanto terror como que se apague la hoguera en mitad de la pradera en la noche. El origen es el mismo miedo ancestral. El problema es que no vivimos en selvas, sino en ciudades. Tenemos un programa que funciona muy bien en determinados ámbitos muy primarios pero cuando pasamos de la selva, vegetal a la de cristal esos miedos no tienen tanto sentido. No tiene sentido reaccionar igual ante una entrevista de trabajo que ante un tigre, y sin embargo son exactamente esos mecanismos físicos y psicológicos los que se activan. Y ese tipo de miedo es muy difícil de controlar.
¿Vienen todos los miedos del mismo miedo?
Yo pienso que sí hay un núcleo común que probablemente biólogos y paleoantropólogos explicarían mejor que yo y que debe ser el modo en que la naturaleza nos ha programado para sobrevivir.
El miedo como herramienta de supervivencia, entonces.
Existe una imagen muy típica que es la del miedo como alarma. Tiene sentido, pero debe funcionar bien. Si la alarma salta cuando pasa una mosca o suena tan alta que aturde, o si suena durante demasiado tiempo… no funciona, no sirve. Hay un miedo bien ajustado que nos informa y hace reaccionar de forma rápida. Ese miedo es necesario, el problema es cuando ese miedo que informa y motiva se desajusta, sobreactúa y nos paraliza. Por eso distingo entre un miedo normal y otro patológico. Es importante escuchar al miedo normal, prudente.