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Regalo de cumpleaños para Teresa Berganza

La frescura de tu voz en plena juventud, el fraseo inmaculado, tu gracejo y ese encanto especial en el decir que siempre te ha acompañado se echan hoy mucho de menos en el mundo lírico
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Hace unos días paseaba por una Sevilla que está preciosa. Entré en el Patio de los Naranjos e, inhalando su perfume, me vinieron muchos recuerdos a la cabeza. Olores e imágenes suelen ir muy unidos en la memoria. Recordé cuando, en mi juventud, te escuché por vez primera. Fue en los Reales Alcázares en el año 1972, cuando yo iba al cuartel por las mañanas y estudiaba piano por las tardes. Me quedé embobado. Aquellos Rossini y, sobre todo los Haendel, nunca podré olvidarlos. La frescura de tu voz en plena juventud, las coloraturas impactantes, el fraseo inmaculado, tu gracejo y ese encanto especial en el decir que siempre te ha acompañado se echan hoy mucho de menos en el mundo lírico.
¡Claro que ya te conocía de hacía tiempo! Muchos viernes coincidíamos a comer en Casa Cipri, en el bareto de cuatro mesas en el que no había carta y el dueño nos cobraba lo que quería escribiéndonos una cuenta ininteligible en el mantel de papel. Tú, algún acompañante, mis padres y yo. ¿Recuerdas tu primera casa en San Lorenzo, sobre el Carlos III y casi pared con pared con aquella en la que nació mi padre? Las sucesivas casas, el cierre de Cipri, el cambio a la Parrilla y su posterior venta... ¡Cuántas conversaciones sobre música hemos tenido! ¿Te acuerdas cómo me describiste la aparición de María Bayo en tu casa? También sobre otras muchas cosas, a veces no tan bonitas. La vez que me dijiste que tú también querías que tus cenizas, como las de mi padre, se difuminasen bajo un árbol del Jardín de los Frailes. Aunque no nos pongamos hoy tan tristes, que no es lo que toca.
Pero aún no te había escuchado cantar, luego ya fueron muchas veces. Tantas y tantas de las que conservo miles de anécdotas. Recordaremos hoy y te reirás, cuando en el Mozarteum de Salzburgo, en tu camerino tras terminar tu concierto, me echaste la bronca porque me habías visto mirar demasiado a Cecilia Bartoli mientras ella te miraba y escuchaba embelesada desde un palco. Yo estaba en la fila doce del patio de butacas y tu eras capaz de controlarme. ¡Increíble!
¡Qué mal lo hemos pasado estos meses, pero también qué unidos! Cada semana, teníamos una baja a nuestro alrededor, tu hermana entre ellas, pero hemos hablado por teléfono o WhatsApp prácticamente a diario. Yo te enviaba enlaces para que pudieses ver en tu iPhone los streaming que los teatros programaban. Al día siguiente los comentábamos. Así criticamos algunas de las desastrosas puestas en escena del Met, de Viena, de Múnich, y tu me contabas anécdotas de los cantantes o directores que veíamos. Muchos de ellos ya no estaban entre nosotros, porque eran representaciones de hace lustros. Así logramos sobrellevar la situación. Meses y meses.
La semana pasada estuve en el concierto de Prodis que organizan Isabel y Ruggero. Les habría gustado revivir hoy contigo nuestro último almuerzo en el Horizontal, pero iban a estar de viaje. Te llamarán.
Hoy cumples ochenta y unos pocos más años rodeada de la familia y de cariño. Yo te llevaré un ramo de flores con un beso, almorzaremos como y lo que podamos, volveremos a rebuscar en nuestras memorias. Miraremos la fachada principal del Monasterio, su entrada al Patio de los Reyes y bridaremos una vez más por la música, por la amistad y por nosotros. ¡Disfruta el día, Teresa!

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