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Crítica de “Doctor Strange en el multiverso de la locura”: Sam Raimi, arrástranos al infierno ★★★★☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección: Sam Raimi. Guion: Michael Waldron. Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Elizabeth Olsen, Chiwetel Ejiofor, Benedict Wong. Estados Unidos, 2022. Duración: 126 minutos. Superheroico.
A los pocos minutos de proyección, percibimos con alegría que no veremos una película de Marvel, que hable el tedioso esperanto de la superproducción en cadena, sino de Sam Raimi. No del Sam Raimi tentado por las fáusticas artes del Hollywood más rancio, sino del de su primera juventud. Porque “Doctor Strange en el multiverso de la locura” no es más que una ampliación ditirámbica de “Terroríficamente muertos” y “El ejército de los muertos” (es decir, de las dos secuelas de la inolvidable “Posesión infernal”) y, por extensión, de la deliciosa “Arrástrame al infierno”. Aquí encontramos las hipérboles visuales -el ojo arrancado de un pulpo gigante, el mar encapsulado en un bol de cocina, la hermosísima guerra entre las notas de unas partituras musicales- que convirtieron a Ash (Bruce Campbell) en un cuerpo en lucha contra su propio cuerpo y contra los objetos que lo encarcelaban en una cabaña vivita y coleando, en una suerte de versión, en clave de horror cómico, de un corto de Tex Avery.
Aquí reconocemos a un Doctor Strange zombi en aquel Ash desdoblado, que se pelea con su propio yo después de haber caído en medio de una Edad Media dibujada por Ray Harryhausen. Aquí vemos las garras diabólicas que intentaban llevarse al infierno a una pobre chica que había cruzado su destino con una bruja en la joven condenada a vivir en el multiverso sin controlar su poder, pero también en la Wanda/la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen), que sueña con ser madre de familia en un tiempo sin tiempo.
En definitiva, parece que, después de nueve años de retiro, Raimi ha vuelto para vengarse, es decir, para dinamitar la fórmula magistral de la película Marvel, un género en sí mismo, recordando lo que le gustaba de ser cineasta. ¿Qué sentido tendría que el autor de dos de las mejores películas de superhéroes de la historia (“Darkman” y “Spiderman 2″) intentara adaptarse a la dictadura del ‘fandom’ y las grandes corporaciones post-pandémicas? Tan anarrativa como la citada “Terroríficamente muertos” u “Ola de crímenes, ola de risas”, la segunda entrega de “Doctor Strange” parece entrar en conflicto con su juguetona alma cuando explica sus idas y vueltas, sus absurdas reglas del juego, en ese universo milhojas que parece perfilar nuestro futuro narrativo, pero sabe encontrar su corazón en su villana, una estupenda Elizabeth Olsen, víctima de un imaginario doméstico que envenena su sangre. Si Sam Raimi hubiera nacido en otra dimensión espacio-temporal, no habría mejorado esta bizarra secuela, a su modo kamikaze, y compendio de una barroca, desprejuiciada manera de entender el cine de género que a veces echamos de menos.

Lo mejor

Raimi recupera la hilarante, inventiva esencia de su cine dando la espalda a las fórmulas caducas de la Marvel.

Lo peor

Se nota que Raimi se aburre las complejas minucias espacio-temporales del multiverso.