“Mentes maravillosas” y filósofos fúnebres contra lo cínico
Alexandre Jollien y Bernard Campan dirigen y protagonizan una “road movie” y un alegato sobre la apatía vital de dos amigos que, en principio, tienen poco en común
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Es filósofo, filántropo y se acaba de estrenar como actor y director. La discapacidad, solo una capa más de su poderosa personalidad, ni siquiera afecta al sentido del humor de Alexandre Jollien (Suiza, 1975): «Decidimos que tenía que interpretar a alguien parecido a mí porque, por la razón que sea, no me veía como bailarín de claqué», explicaba jocoso a LA RAZÓN en el marco del Festival de Málaga, donde presentó «Mentes maravillosas», que co-dirige y co-protagoniza junto al también helvético Bernard Campan.
La película, una «road movie» al uso, es la excusa de esta «dupla de calvos», atendiendo a sus propias palabras, para explorar la apatía desde dos ángulos bien distintos: la social, ante la condescendencia con la que la sociedad suele tratar la discapacidad; y la familiar, haciéndonos mirar hacia un hombre, triste, que se refugia en su trabajo como empresario de pompas fúnebres para huir de una realidad que no le gusta. «Nos encontramos, como amigos, en el terreno de la espiritualidad y la filosofía. De ahí surgieron conversaciones profundas sobre lo que sentíamos sobre el mundo y, diez años después de conocernos nos lanzamos a escribir la película», explica Campan, haciendo hincapié en lo complicado que fue financiar el filme.
Misterio y autoficción
«Todo lo trágico que hay en la película es lo trágico de la vida, donde hasta en lo más duro nos podemos reír por un chiste. La película trata sobre dos personajes que están heridos por dentro. El humor es lucidez, pero también debilidad», remata brillante Jollien, premio Mottart de la Academia Francesa, sobre el humor negro que transita por la película y que la acaba convirtiendo en un producto humano y emocionante por momentos, firme en su intención epatante y, por supuesto, borrosa en el dibujo de la autoficción: «El porcentaje que hay de nosotros en los personajes debe mantenerse como un misterio», añade entre bromas Campan.
¿Evitaban conscientemente el relato condescendiente, como una respuesta, o simplemente se limitaron a rodar su propia verdad?
A.J.: La mirada alrededor siempre está cargada de piedad y condescendencia, y el desafío era enseñar esa realidad sin un dedo acusador.
Ahí es importante el sexo…
A.J.: La película es también una búsqueda espiritual, tratando a dos seres humanos que se liberan de su alienación. Y la sexualidad forma parte de la vida espiritual, la aceptación del cuerpo, el juicio diario, y naturalmente el sexo tenía que estar en la película. No es para aumentar las entradas vendidas (ríe).
El paisajismo de la película es importante, con un final que se acerca incluso al poema.
B.C.: Lo rodamos así para que hablaran de ella… Hubo varias versiones del guion, pero la escena en la que nos quitamos la ropa siempre estuvo ahí. Estableciendo algo simbólico, dejando de lado todo lo que nos puede molestar, los prejuicios de los demás, los propios… Y el agua, al final, habla de volver a nacer. No deja de ser una buena imagen con la que acompañar todo, de ahí el dron, como para redondearlo desde el cielo.