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Debate

Emili Albi: “Los seres humanos tenemos un punto mezquino en lo moral”

Publica “La amante ciega”, un libro con pulso de “noir” que abunda en el mundo del arte y en temas tabú como la asistencia sexual, regulada en Suiza y que ya se está discutiendo en Francia

El editor y escritor Emili Albi
El editor y escritor Emili AlbiDavid JarLa Razon

El escritor y editor Emili Albi observa la literatura «como un acto de autoconocimiento», una manera de indagar en preguntas que, en el fondo, son siempre interrogantes sobre uno mismo. Con esta convicción ha escrito una novela donde saca a relucir temas tabús. «La amante ciega» (Altamarea) es una historia que discurre por los senderos del mundo del arte, la asistencia sexual, las identidades y el chantaje. Una obra con tintes de género negro y escrita con la audacia de los que toman un personaje y lo exprimen en la página escrita para resolver o meditar sobre algunos enigmas de la existencia. Ernesto, el protagonista, que atraviesa una crisis en su vida personal, averiguará que su padre no es quien era en realidad. Un descubrimiento que le llevará por sinuosos paisajes vitales. «Todos los hombres tenemos una historia personal con nuestros padres. Creo que es natural que meditemos también sobre la paternidad».

El padre es un asunto muy literario últimamente.

En los últimos años ha habido una literatura del padre. Pienso en Manuel Vilas o Marcos Giralt Torrente. El padre es nuestro modelo en el crecimiento. Al crecer y entrar en la vida adulta es donde nos damos cuenta de que el padre no es el personaje fuerte que todo lo sabe. Le vemos las costuras. El padre se resiste cuando deja de depender de él, pero la realidad es que se hace pequeño, vulnerable. Una de las razones es que empieza a ver la muerte. Es complicado dar el testigo a los hijos, decir, ahora te toca a ti. Este modelo, en que ves que él no era tan maravilloso es un material humanamente rico e intenso. Es un campo tremendo para los problemas emocionales que pueden marcar la vida.

El protagonista descubre que el padre no es quien dice ser. Aquí emerge el mundo de las apariencias

De adolescente se ve la vida de una forma y al crecer se descubre que hay muchos mundos, tantos como personas en el planeta. Chocamos subjetividades con subjetividades. La tolerancia nos hace entender todo de diferente forma y reconocer las contradicciones. Vislumbramos el mismo problema desde diferentes ángulos y pensamos que todos son verdaderos. En la novela, Ernesto se encuentra con un padre que desconocía y que ha actuado de forma inmoral. Luego entiende que esta actuación inmoral no lo era tanto.

Es el problema.

Sí. Recuerdo una frase de Gabriel García Márquez: «La vida no es la que uno vivió sino como uno recuerda que la vivió». Los seres humanos somos todos narradores de nosotros mismos. Si nos pusieran un vídeo de nuestras vidas, fliparíamos. Hay quien coge una interpretación dolorosa de ella para sufrir. La realidad es interpretable.

Y hay que ir haciendo amnistías y paces con los amigos y los padres.

Sí. Justo. Quizá llegar a la felicidad es ir perdonando cosas y perdonándote también. Hay que hacer las paces con los fantasmas. Yo estoy haciendo un ejercicio por hacer las paces con mi padre. Él no está ya, pero estoy tratando de comprenderlo. Lo condeno, para luego salvarlo. Vamos firmando paces y amnistías en la vida. Y creo que al final, al morir, si echas la mirada atrás, si has hecho la paz con todo el mundo, mueres tranquilo. Los que no lo hacen, viven en la frustración.

Hay una visión negativa. El hombre como estafador

El personaje que más me gusta es Marco Esteban. Es un hombre que ha convivido y que convive con el delito. Los falsificadores de arte son personas capaces de valorar la belleza, sensibles, que aman la belleza, pero también son delincuentes y tienen actuaciones amorales, porque engañan, se enriquecen de manera ilícita. Este personaje es capaz de amar, y, al mismo tiempo, de estar en tramas delictivas. En esta vida no hay blancos y negros, solo hay una escala de grises. Una persona puede ser generosa y bondadosa y también un criminal. Los seres humanos tenemos un punto mezquino en lo moral. No todos actuamos al cien por cien de una manera moral. Por eso, cuando surge una persona bondadosa es un referente, porque es complicado ser ético en este mundo. En el fondo, es tan poco humano ser moral. Y los seres humanos somos interesados. Si hacemos algo bien, enseguida pensamos que el mundo debe ser justo. Y si el mundo nos trata mal, decimos, qué injusticia. Es una visión muy mercantilista y el comportamiento ético nunca es interesado.

Hablas de la asistencia sexual. Justo cuando se prohíbe la prostitución.

Es un tema muy espinoso. Lo que me empujó a escribir esta historia fue una entrevista a un asistente sexual. Yo no sabía que existían, pero es lógico que personas con problemas funcionales quieran tener placer. Ahí existe una línea clara que separa la asistencia sexual de la prostitución. Los asistentes sexuales proveen a la persona de posibilidades para que tengan sexo consigo misma, para conocer su cuerpo, sobre todo si no tiene movilidad en las extremidades. Nunca hay sexo oral ni coito, y nunca se va a excitar al asistido. Es una línea muy fina. Si a las personas con diversidad funcional les proporcionamos de cultura, ropa, higiene y alimentación, también tendríamos que ofrecerles posibilidades para que autodisfruten. El sexo es una parte importante del crecimiento del ser humano y de su bienestar. Como sociedad debemos ayudar a estas personas. Me gustaría que ahora que se ha abierto el tema la prostitución se meta este asunto en la agenda política. Suiza es el único país occidental que ha regulado la asistencia sexual. En Francia está en trámite ya.

«El arte es armonía: el ser humano, no». Es una frase de su libro.

Todos los que hacen arte o escriben lo que intentan es crear un mundo con reglas. Al mundo le da igual que seas buena persona y hagas buenas acciones. Lo vemos a diario. La literatura y el arte son construcciones. Cuando escribes una novela quieres escribir algo moral y partes de unas reglas. Pero la vida no tiene reglas y no tiene nada que ver con las reglas humanas. Por eso, cuando el hombre hace arte, trata de hacer algo armonioso, que no tiene que ver nada con bello, lo bonito. Tiene que ver con plasmar la fuerza y la intensidad de la vida humana. El «Guernica» no es hermoso ni «El grito», de Munch. El arte no ha de ser bonito ni agradable, debe remover conciencias, tiene que despertarnos. Necesitamos explicar algo y encontrar una comprensión. El mundo es caótico, la naturaleza es caótica. Con la literatura intentamos poner orden en este caos. En la novela aparece el arte y sexo. Son dos de las manifestaciones más vitales que puede haber. Son tratamientos, medicinas, contra la muerte. El hombre, por supervivencia, trata de evitar a la muerte. Vamos creando nuevas vidas a través del arte; intentas trascender con creaciones que perduren. Se escapa de la muerte a través del sexo y el arte.

¿De qué sirve el amor?

Ernesto está en un momento determinado, la crisis de los cuarenta. Entiende, como Gil de Biedma, que la vida iba en serio. Añora aquellos tiempos de juventud en que nos creíamos inmortales. La adolescencia y la juventud es sentirse inmortal. Es cuando la muerte no va contigo. Vivías en esa burbuja, cuando el amor era eterno... Pero el amor luego se domestica, se va regulando a través de los matrimonios, los divorcios, las relaciones sociales. Al escribir esta novela, añoraba el amor, más bien ese amor en concreto, el explosivo, el de la juventud, porque llevaba tiempo sin vivirlo, pero llega un punto en que maduramos y también perdemos ese amor. El amor es deseable, pero desgraciadamente, poca gente adulta lo tiene.