El conflicto de Ucrania salpica el coloquio de traductores europeos
Uno de los ponentes del congreso, que se celebró en las jornadas Literarias de Formentor, se niega asistir por haber una traductora rusa y abre el debate sobre el papel de la cultura de este país
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La guerra de Ucrania también ha alcanzado el ámbito cultural. El coloquio europeo de traductores que ha acogido las Conversaciones Literarias de Formentor no ha podido convertirse, como deseaba, en una plataforma para el reencuentro y el diálogo y ha mostrado las tensiones que ya genera este conflicto. La mesa sobre Rusia y Ucrania lo evidenció a través de la ausencia de uno de los ponentes, Iuri Lech, quien manifestó su descontento por la inclusión de traductores rusos en este evento y, también, por la concesión del Premio Formentor a una escritora que también es rusa. La traductora Yulia Dobrovolskaya, que también es agente literaria, mostró una enorme elegancia y quiso tomar un punto equidistante. Después de expresar su absoluto respeto hacia la decisión de este invitado, manifestó un deseo, que “nuestros hijos y nietos encuentren la forma de entenderse”.
Esta polémica saca a relucir el debate que existe alrededor de la cultura rusa. Para evitar que se confunda la literatura y el arte con la política, Dobrovolskaya recalcó que ningún editor español ha dejado de publicar a autores rusos. Jorge Ferrer, a este respecto, subrayó que se están dando a conocer nuevas voces, como la de la tártara Guzel Yájina, que lleva cuatro ediciones ya de su primera novela, o la de Mariya Stepanova, que acaba de publicar “En memoria de la memoria” en la editorial Acantilado. El propio Ferrer quiso apunta también que se ha visto en los traductores, precisamente, a unos representantes de la cultura rusa en un momento tan delicado y que ellos no han dudado en ponerse del lado de las víctimas. La guerra, quiso remarcar, ha reavivado la vieja pugna entre eslavófilos y occidentalistas.
Marta Rebón quiso ponerse de su lado y dijo que “el gran pensamiento democrático ruso es la literatura” y que este contiene un fuerte espíritu disidente. Y la propia Dobrovolskaya, incidiendo en estos aspectos, sacó a relucir ejemplos de escritores rusos que han puesto por escrito su postura respecto al poder en Rusia, como Viktor Nekrasov, quien en el año 1981 escribió sobre la decepción que le causó haber creído que los soviéticos luchaban por una causa justa. Este texto no publicó en Rusia hasta hace dos años.
Un largo camino que recorrer
La proximidad de la feria del libro de Frankfurt, donde España es el país invitado, avivó las conversaciones alrededor de las traducciones en la mesa dedicada a Alemania. El traductor Christian Hansen, haciendo gala de un enorme europeísmo, reclamó que se respaldara un proyecto europeo capaz de puentes culturales entre las diferentes literaturas y culturas del continente. La holandesa Brigitte Coopmans fue más detallada y reclamó “un foro a nivel internacional, algo institucionalizado, para debatir cuestiones de traducción. Algo así como un sistema digital que incluyera un diccionario abierto, un campo literario en construcción, donde los traductores de un mismo autor en todo el mundo pudiéramos discutir la terminología, conceptos concretos. Un núcleo de discusión de esas características llevaría a otro nivel, muy superior, la traducción en todo el mundo”.
Susanne Lange, por su parte, mencionó las dificultades y lo apasionante que resulta el proceso de traducir “El Quijote”, “utilizando para ello la versatilidad de los verbos compuestos alemanes”, una herramienta que, según ella misma declaró, le ha permitido crear palabras nuevas y que “Cervantes hubiera aprovechado de haber podido disponer de ella”.
Una de las ideas que se han resaltado en las conclusiones de esta mesa es que a la literatura en español todavía le queda mucho que recorrer a la hora de llegar a más países del mundo. Un ejemplo lo tenemos en el caso Francia, una de las naciones que más traduce, pero, en cambio, las obras procedentes del español que se vierten en su lengua apenas alcanzan un 3% del total, como apuntó el editor Gustavo Guerrero. Esto sitúa al español en el quinto lugar de los idiomas, lo que supone un retroceso, porque hace solo unos pocos años, era el tercero.
La editora Margit Knapp incidió en este aspecto y reveló que, en Alemania, en los últimos 25 años, se han descubierto a más autores italianos y franceses que españoles. Sabine Erbrich no quiso ser tan negativo y dijo que también es verdad que, en los últimos dos años, gracias al efecto Frankfurt, se han traducido 70 títulos. Dos tercios de los cuales son autores españoles y un tercio, latinoamericanos. Una Latinoamérica, dijo, lamentablemente reducida a cuatro países, cuando en realidad son más de veinte. La holandesa Eugenie Schoolderman constató que, en su país, se traducen sobre todo autores argentinos. Más optimista fue la visión de Italia que dio Ilide Carmignani: de los 210 títulos traducidos del español que había en 1997 se ha pasado a 360 en 2010 y a 512 en el 2021.