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Un boicot a favor de la censura

Algunos grupos han mandado una misiva a compañías importantes para que retiren su publicidad de Twitter si no hay un control del discurso
Elon Musk, propietario de Twitter, junto al logo de la red social
DPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

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Elon Musk se compra Twitter y a la izquierda identitaria le dan todos los males. No es que haya dicho el hombre que iba a censurar ciertas manifestaciones, que controlaría lo que se publica o que se encargaría, directamente, de imponer un sesgo. Lo que dijo tan escandaloso y que hizo llevarse las manitas a la cabeza y pedir las sales al progresismo occidental en tromba fue que devolvería la libertad de expresión a la red social del pajarito. Esto para ellos es sinónimo de fascismo, claro. Porque implica que los suyos dejarán de controlar el debate público en la red si Musk, como dice, acaba con la moderación (ese eufemismo). Y eso es lo que les molesta, qué drama posmoderno.
Tras los airados golpes en el pecho, a caballo entre el funeral gitano y el melodrama latino, viene el intento de boicot (al más puro estilo hazteoir, pero en las antípodas ideológicas): una campaña impulsada por políticos, activistas y organizaciones de izquierdísima (más de sesenta) han remitido una carta a los veinte grandes anunciantes en Twitter, entre ellos Amazon, Apple, PepsiCo o Google. Entre otras cositas, les exigen un compromiso público para dejar de contratar publicidad en Twitter si Musk «sigue adelante con sus planes de socavar la seguridad de la marca y sus normas comunitarias, que incluyen la aniquilación de la moderación de contenidos».
Es decir, asociaciones como el Centro para el Progreso en América, la Alianza de gays y lesbianas contra la difamación, el Centro Nacional para la igualdad Transgénero o la Asociación para el Avance de las Personas de Color reclaman a las grandes marcas un boicot a Twitter para evitar que deje de censurar. Como lo leen. Por responsabilidad cívica y moral, dicen. «Los extremistas no solo están celebrando la toma de Twitter por parte de Musk», afirman en la misiva, «sino que lo están viendo como una nueva oportunidad para publicar el lenguaje y las imágenes más abusivas, acosadoras y racistas. Este incluye claras amenazas de violencia contra las personas con las que no están de acuerdo», Añaden: «Sus marcas apoyarán activamente la aceleración del extremismo». Ahí es nada, y aprovechan para deslizar alguna velada amenaza.
Obviamente, colocarse al lado de la libertad de expresión nada tiene que ver con alinearse con el racismo, la transfobia o la misoginia. Aunque algunos sectores, especialmente los movimientos identitarios más extremistas, insistan en mantener el falso dilema que enfrenta irreconciliablemente la defensa de unas y otras libertades. El afán totalitario de todo devoto, de uno y otro signo, es inescrutable. Lo bueno de todo esto es que las máscaras han caído y hemos podido ver a las claras la carita iliberal de una extrema izquierda que no duda en defender la censura y atacar la libertad de expresión. En nombre de los derechos humanos siempre. Como si no fuesen la libertad de pensamiento y de expresión dos de ellos (el 18 y el 19, concretamente), como si no supieran que cada uno de los treinta artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos tienen la misma importancia, son interdependientes y que nadie, ni siquiera ellos pueden decidir que unos sean más importantes que otros. Pero ve tú y explícaselo.

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