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50 años de la incoherencia pacifista de John Lennon

El Beatle escribió para el mundo «Give Peace a Chance», un inmortal mensaje de un hombre que sin embargo mantuvo una efímera y polémica relación con la fraternidad.
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Hace 50 años que el Beatle escribió para el mundo «Give Peace a Chance», un inmortal mensaje de un hombre que sin embargo mantuvo una efímera y polémica relación con la fraternidad.
En los estertores de la primavera de 1969, hace 50 años, el planeta apestaba a napalm. Washington mandaba a sus chicos a 13.000 kilómetros de distancia para pelear contra el indescifrable ejército de Vietnam en una cenagosa guerra cuyo sentido permanecía tan indescifrable como el primer día. John Kennedy se había transformado en un nebuloso recuerdo y a Martin Luther King, muerto un año atrás, solo cabía llorarle. Los artistas se habían convertido en los portavoces de una generación. Y más concretamente los músicos de rock and roll, la forma de cultura más arrolladoramente popular del momento. Y en estas llegó John Lennon con un mensaje lanzado desde la cama junto a Yoko Ono: «Give peace a chance», dale una oportunidad a la paz.
Atrás habían quedado los tiempos en los que la canción protesta y el folk eran contracultura. «Eve of Destruction», de Barry McGuire, había sido un éxito y la radio recuperaba los antiguos himnos de Bob Dylan, cosas como «Blowin’ in the wind», «Masters of war» o «A hard’s rain’s gonna fall», más otros temas de sus compañeros de generación, como «I ain’t gonna marching anymore», de Phil Ochs, y «Lyndon told the nation», de Tom Paxton. Pero Vietnam seguía devolviendo cadáveres y las emisoras escupían nuevas canciones de ira: «Backlash Blues», de Nina Simone», «Saigon Bride», de Joan Baez, o aquella impresionante y eléctrica «Fortunate Son», de Creedence Clearwater Revival.
Demasiado ruido como para que John Lennon y Yoko Ono no decidieran mostrarse. El ex Beatle ya había dado muestras anteriormente de su sensacional capacidad para generar eslóganes a través de canciones: desde la inocente sencillez de «Help» hasta la lírica «Happiness is a warm gun» o ese himno que sigue siendo «All you need is love». Y fue de pronto, podría decirse que casi como capricho, tan habitual en Lennon, cuando el pacifismo entró en su vida durante un tiempo.
Con o sin pijama
El 20 de marzo de 1969, en una ceremonia de tres minutos de duración y con un cigarrillo en la boca, el cantante se casó con Yoko Ono en Gibraltar para emprender una de las lunas de miel más extravagantes que se pueden contar. Poco después la pareja apareció en Amsterdam para iniciar lo que se llamó «Sesiones desde la cama» en el Hotel Hilton. En el dormitorio y con pijama –o sin–, iban recibiendo a grupos de periodistas a intervalos de una hora para contarles sus ideas sobre el planeta y particularmente sobre la necesidad de paz. «Lo que en realidad hicimos fue enviar un mensaje al mundo, principalmente a la juventud, a quienquiera que estuviera interesado en un alegato a favor de la paz o en protestar contra cualquier tipo de violencia», resumiría más tarde Lennon.
Era curioso que hablara de violencia un hombre que nunca había dudado en ejercerla, ya fuera física (apaleando marineros borrachos en Hamburgo) o vital (con el mánager Brian Epstein, enamorado de él). Pero así era él. En esas mismas «Sesiones desde la cama» diría: «Yo soy tan violento como el que más, y estoy seguro de que Yoko es igualmente violenta. Somos gente violenta. Aunque yo me gusto más cuando no soy violento».
El efecto más inmediato que aquello tendría sobre John y Yoko sería dulcificar la amarga visión que poseían los sectores más conservadores, pues ambos eran vistos como drogadictos holgazanes, extravagantes y alborotadores. Luego, reforzaría el ego de Lennon, quien tanto disfrutaba al verse idolatrado. Y, finalmente, le ofrecería algo (junto a su mujer) en qué involucrarse, pues ya no se sentía un Beatle. Ni en lo personal ni en lo musical.
El «tour» de la cama proseguiría por otras capitales de Europa antes de que los Lennon decidieran viajar a Estados Unidos. Se presentaron con 26 maletas para zarpar en el Queen Elizabeth 2, pero al mostrar los pasaportes les negaron el viaje: pesaba sobre el Beatle una orden de detención por posesión de hachís. Cogieron las 26 maletas y se marcharon al aeropuerto para coger un vuelo con destino a las Bahamas.
Llegaron a Kingston, pero resulta que allí no les hicieron ni caso. Volvieron a cerrar las 26 maletas y se fueron a Canadá. Y el 26 de mayo se tumbaron al fin en la cama de la habitación 1472 del hotel Queen Elizabeth de Montreal para contarles a los periodistas, a 150 de promedio diario, sus cosas sobre la paz.
Una vez captada la atención, lo siguiente sería el mensaje. Y qué mejor forma que una canción nueva del Beatle del momento. Escribió el tema en el colchón y luego decidió que lo más natural era interpretarla desde allí en una especie de «happening», toda una celebración colectiva con todos los clichés «hippies» imaginables. Con la letra colgada de las paredes, el 31 de mayo de 1969 lo registraría todo con la ayuda de una vieja grabadora de cuatro pistas y un coro de cincuenta fans reclutados para tan magna ocasión. Entre ellos estarían Timothy y Rosemary Leary, los «apóstoles» del LSD, junto a «un trío ecuménico formado por un sacerdote, un rabino y el cabildo canadiense del templo de Radna Krishna», según relató John Goldman en «Las muchas vidas de John Lennon».
La letra y la música eran absolutamente herederas de Bob Dylan, con una letanía de conceptos múltiples lanzados al aire, aunque desde luego sí era absolutamente distintiva de su estilo la melodía del mensaje central. Fue firmada por Lennon y McCartney, pero obviamente aquí no había ni rastro de la intervención del segundo, con quien ya apenas se hablaba. Sería el primer single de la Plastic Ono Band y el primero de un Beatle sin los Beatles. Lennon creó así lo que probablemente sería el mayor himno pacifista de la historia, al menos en repercusión, y el mensaje que estaban esperando millones de personas. Por ejemplo, en un acto llamado «The Moratorium to End the War in Vietnam» celebrado el 15 de octubre, centenares de manifestantes cantaron durante minutos «Give peace a chance». Y ya no faltaría en ninguna protesta hasta el final de la guerra.
Mensaje «hippy»
«Peace and Love» era el mensaje «hippy» por excelencia. El eslogan definitivo de «amor» ya lo tenían con «All you need is love» y el nuevo de paz era «Give peace a chance». A partir de entonces, John Lennon cultivaría a conciencia su imagen como símbolo del pacifismo. Incluso liderando manifestaciones públicas. Con permiso ya para poder poner sus pies en los Estados Unidos, decidió instalarse junto a Yoko Ono en el centro del universo, en la Gran Manzana, nada menos que en Manhattan. Y aquello les acabaría entusiasmando.
En septiembre del año 1971, y cuando los Beatles ya solamente eran un triste litigio judicial, llegaría la gran bomba nuclear del pacifismo: «Imagine». La canción por antonomasia de la paz y la confraternización.
Sin embargo, su devoción por el pacifismo se marcharía finalmente tan rápido como llegó. Muy a su estilo, y sin pensar en ello, John Lennon pasaría página para entregarse a un estilo de vida caótico: grabaciones, relaciones tóxicas, hedonismo, heroína, depresión, euforia, locura... Lo que quedaría, y no sería poco, de su supuesto pacifismo serían unas hermosas canciones y multitud de fotografías con su imagen asociada a un símbolo de paz, lista para que sus numerosísimos fans la pegaran encima de la cama y en sus carpetas del colegio.
Como todo en la vida de Lennon, la controversia permanece: ¿fue su pacifismo un gesto sincero o una manipulación con el fin de crear una imagen idónea para impulsar su carrera? Probablemente, ni una cosa ni otra; o las dos. Fruto de una mente absolutamente bipolar y caprichosa, lo más seguro es que creyera plenamente en ello... mientras duró.