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Barcelona

Alfonso Ussía: «Don Juan quiso tirarme por la borda del ''Giralda'' por ganarle al mus»

El columnista ha recopilado en un libro los diarios de caza de su padre, conde de los Gaitanes. Unas anotaciones que, a su vez, sirven de homenaje a la gran figura de esos encuentros: Don Juan.

Foto: Connie G. Santos
Foto: Connie G. Santoslarazon

El columnista ha recopilado en un libro los diarios de caza de su padre, conde de los Gaitanes. Unas anotaciones que, a su vez, sirven de homenaje a la gran figura de esos encuentros: Don Juan.

Alfonso Ussía es un hombre que sabe reconocer a los que tiene, y tuvo, cerca. A aquellos que le han dado algo en cualquier momento de su vida, entre ellos, su padre, evidentemente, y Don Juan, del que se han cumplido 25 años de su muerte. Pareja que homenajea al unísono con la publicación de «Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona. Cacerías de perdices en España. 1976-1991» (Ediciones El Viso). Un libro en el que ha recopilado los diarios donde don Luis de Ussía, conde de los Gaitanes, desmenuzó casi cien jornadas de caza, de buen comer y de mejor beber de las que quedó todo anotado: «Mi padre fue un hombre muy meticuloso y detalló desde las circunstancias de la caza al viento, el tiempo, la comida o quienes estuvieron». Una joya que el mundo cinegético «me ha incitado a rescatar por ser parte de la Historia», cuenta Ussía.

–¿Para cuánto dan 15 años de la caza de la perdiz roja?

–Para mucho, porque Don Juan siempre fue un gran aficionado y mientras estuvo en Portugal, donde se cazaba muy poca perdiz, prácticamente no pudo hacerlo. Eso sí, aprendí que eran mejores las cacerías de los que se portaron mal con él que las de los buenos. Fue un hombre que no tuvo conocimiento de lo que es el rencor. Lo olvidaba todo.

–¿Tenía una idea precisa de su función al regresar a España?

–Don Juan supo cuál era su papel cuando volvió: ayudar a la configuración de la Corona y, sobre todo, a su hijo. Apenas se mezcló en política, aunque sí recibió a los políticos que le pidieron audiencia, algo que solía ser en casa de mi padre. La relación de personas que pasaron por allí fue grandísima, aunque no he querido incluirla en el libro por discreción. Cuando se está al lado de una persona de la realeza la libertad empieza en la discreción.

–¿Y usted sigue dándole a la escopeta?

–No, tengo una cosa en la vista por la que no me conviene. Pero yo no era de escopeta, me divertía más la montería. Mi fascinación por la caza ha sido gracias al jabalí, ese sí que es cabrón y listo.

–¿Cómo era la pareja que formaban el Conde de Barcelona, Don Juan, y el conde de los Gaitanes, don Luis?

–Fueron dos amigos de muchos años durante los que uno de ellos, mi padre, jamás olvidó quién era y qué representaba el otro.

–Por lo que escribe, Don Juan era el más echado para adelante.

–Sí, a mi padre le llamaba «La Cenicienta» porque a las 12 siempre pedía permiso para irse a la cama. Don Juan era un conversador arrollador, un gran conocedor de la Historia y un fenomenal contador de su propia vida. Hasta de la muerte hablaba con mucha naturalidad, será por eso de ser de la realeza. «Quiero que me tiren al mar en la salida de Cartagena, donde se pierden las aguas territoriales españolas», comentaba, que es por donde salió su padre al exilio. Y de su renuncia, que fue una vergüenza cómo se hizo, yo le avisé: «Como no se ponga firme, le van a hacer renunciar en un comedor de Jockey»; y me contestó: «Espero que no, porque son capaces de hacerme pagar la factura».

–Escribe que, en el 76, lo que llegó a su casa de La Moraleja fue un «formidable desorden».

–Don Juan era lo más parecido a un mito para gran parte de la sociedad: el rey de derecho, exiliado, puteado, ensalzado... Su llegada convirtió mi casa en un templo de libertad.

–Cuénteme alguna anécdota.

–Hay muchas. Tú piensa que pasaron por ahí todos excepto Carrillo. Pero me recuerdo haciendo huevos revueltos con él, vestido con el delantal. Se adaptaba perfectamente al sitio.

–Hablando de huevos, no sé si ha heredado ese saque de su padre. Dice que se comía hasta 36 fritos de una tacada.

–(Risas) ¡Y con picatostes! No, yo no. Pero volviendo a Don Juan, lo que consideraba su casa era el barco, el «Giralda». Era donde se encontraba más a gusto, como gran marino que era.

–Allí usted le ganó al mus...

–Y quiso tirarme por la borda, pero estábamos a 25 millas y le convencí de que no era lo mejor.

–«Cabrón con pintas», le llamó.

–Sí (risas). Era una palabra que le gustaba. No criticaba, pero si tenía que soltar un insulto cariñoso siempre decía ese.

–Antes hablaba de Jockey, y el otro día nos contaba en la contra del periódico que ya no quedan sitios como Horcher, que, prácticamente, se ha quedado solo en su categoría. ¿Es Ussía de cocina fusión, sushi y demás?

–No, no, no. Aborrezco la nueva cocina, el sushi, lo crudo... No entiendo cómo, teniendo una de las selecciones culinarias más vastas y mejores del mundo, en España está triunfando esta especie de porquería del pescado crudo, eso que se lo coman los otros pescados...

–Un golpe de horno y tan rico.

–Exactamente.

–Usted no es, desde luego, un hombre que se deje llevar por las modas, lo que ha hecho que no caiga en la política de lo correcto que nos domina hoy.

–Está acabando con la libertad. Hay signos prohibidos en los debates porque tienen miedo. En una tertulia con Luis del Olmo dije: «Pepe, estás ciego», y llamó la madre de un invidente para decir que se había sentido ofendida... Es algo que ya se decía en el Siglo de Oro, igual que «estoy negro» o «no hay moros en la costa».

–¿Nos estamos pasando?

–Es que no se puede decir ni maricón ni marica, sino gay y homosexual. No sé, yo me voy a morir hablando como lo he hecho toda la vida.

–Álvaro Pombo se definía en una entrevista reciente como «un homosexual pregay».

–Ya lo dijo Luis Escobar, que él era «un maricón de toda la vida y que no pensaba celebrar la gilipollez del Orgullo». Yo no pienso claudicar.

–¿Es el periodismo el gran culpable de esta perversión del lenguaje?

–En muy alta parte. Ya se cayó en la trampa de la «lucha armada» de ETA, cuando era terrorismo puro y duro. Y los «comandos» no eran otra cosa que grupos de asesinos.

–Otra palabra problemática: fascista. ¿Se ha frivolizado?

–Parece que todo lo que no sea socialista, comunista, stalinista o separatista lo es...

–¿Es costumbre entre los que se denominan «demócratas» buscar el fascismo enfrente?

–Claro. En el mundo hubo dos movimientos que acabaron con la libertad de los ciudadanos: la revolución del proletariado, el comunismo, y la de la burguesía que es el fascismo. Este último, prácticamente ha desaparecido. Todo lo contrario al comunismo, que hasta sigue teniendo prestigio. Y hay que desmontarlo.

–Acabamos de pasar el 20-N, ¿qué hacemos con la tumba más nombrada de los últimos meses?

–He leído que con todo esto han aumentado un 25% las inscripciones de socios de la Fundación Franco... Esto ha sido una imbecilidad de Sánchez, una osadía. No sabe que esas cosas son muy complicadas y que deben ponerse de acuerdo la Iglesia, la familia... Está allí, entre otras cosas, porque él lo hizo.

–Pero tampoco quería ser enterrado allí.

–No, quería estar con su madre. Pero esto muestra la improvisación y la falta de consistencia de este «okupa» que tenemos en La Moncloa.