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Ana María Sagi, la escritora olvidada que dirigió el F. C. Barcelona

Aunque en los años treinta alcanzó un gran reconocimiento como deportista y escritora, tras el exilio en Francia y Estados Unidos su obra fue olvidada. «La voz sola» recupera ahora gran parte de su escritura.
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Aunque en los años treinta alcanzó un gran reconocimiento como deportista y escritora, tras el exilio en Francia y Estados Unidos su obra fue olvidada. «La voz sola» recupera ahora gran parte de su escritura.
Quizá sea una injusticia presentar la vida de Ana María Martínez Sagi, que se describía a sí misma como feminista, liberal y republicana, a través de su amistad con un hombre. Pero es Juan Manuel de Prada quien ha recuperado del olvido a esta deportista de élite, periodista y poeta catalana que, como escribe de sí misma, «a los ojos de mucha gente paso por una feminista “enragée,” por una mujer de ideas ultra avanzadas, por una moderna Christabel Pankhurst –a la que admiro profundamente–, pero con más exigencias y más fiebre, y más exaltaciones todavía que aquella valiente inglesita...». La cita ha sido tomada de un artículo suyo publicado en «La Rambla» el 23 de noviembre de 1931, cuando se aprobó el voto para la mujer en España. Y no se equivocaba Sagi respecto al modo en que la percibían los demás: su familia burguesa y gran parte de la sociedad reconocía en ella unas posiciones políticas con las que nada querían tener que ver, sobre todo cuando regresó del exilio, a finales de los setenta, y cayó en el silencio literario y en una especie de segundo exilio en su propia patria, que ya había olvidado su obra poética, sus proezas deportivas y su trabajo periodístico.
De Prada la «redescubrió» en 1997, tres años antes de su fallecimiento, mismo año en que publicó la novela «Las esquinas del aire: en busca de Ana María Sagi» (Planeta). Desde entonces guardaba también una serie de manuscritos inéditos que la catalana le había pedido que esperara «quince o veinte años» para publicar. Pasado el tiempo exigido, De Prada los presenta, junto con gran parte de su obra poética y periodística, en «La voz sola», que se incluye en la Colección Obra Fundamental de la Fundación Santander. ¿Por qué deseaba Sagi que se pospusiera por tanto tiempo? «Había renegado del mundo y no quería que nadie la recordara», asegura De Prada. De hecho, en Moià, cerca de Barcelona, donde se estableció al final de su vida, sus vecinos no tenían idea de que había defendido a rajatabla los derechos de las mujeres, ni de que sus contemporáneos la designaron «heredera de Rosalía de Castro», ni tampoco de que escribió crónicas de guerra desde el frente de Aragón entre 1936 y 1937. Por otra parte, De Prada explica que Sagi no deseaba ofender al hijo de Elisabeth Mulder, con la que mantuvo una relación que la marcó profundamente y a la que dedicó «su poesía amorosa de manera casi obsesiva». En los versos de «La voz sola», el compendio de poemas inéditos que da título al tomo, se adivina ese amor frustrado: «Dame la voz que me turbara./Aquellos ojos que tanto amé./Tu boca mórbida: fruto de sombra./Tu cuerpo arisco: frío clavel./Canta mi nombre busca mis manos/entre los brazos estréchame./Dame unas horas ¡solo unas horas!/para consuelo de tanta hiel/de tanto grito vano en el viento/de tan horrenda y demente sed».
De la izquierda a la anarquía
Fue un amor imposible no solo porque para Mulder no tuvo la misma intensidad que para Sagi, sino porque era prohibido socialmente y porque la madre de ésta la obligó a separarse de Mulder y quemar su correspondencia. «Murió renegando de ella», afirma De Prada de la progenitora de la poeta, para la que la ruptura con su familia también marcó un punto de inflexión en sus convicciones políticas. «Fue una mujer muy activa como reivindicadora de la lucha femenina. Primero lo hizo desde posiciones próximas a Esquerra Republicana –fue fundadora de un frente único que reunía a mujeres de izquierdas– y, sin embargo, a medida que se acerca la Guerra Civil, Sagi va mostrando sus simpatías hacia el mundo anarquista que, de alguna manera, estaba más enfocado hacia lo no catalanista».
No está claro si Sagi sale de España en 1937 o en la desbandada de 1939, pero pasa años en Francia –en Chartres, Toulouse y París, donde vive la invasión alemana y se suma a la Resistencia– y en el cincuenta y nueve cruza hacia América y finalmente se instala en Urbana, donde trabaja como profesora en la Universidad de Illinois. «El exilio le devolvió su identidad española, de manera que, cuando vuelve, mira con displicencia las posiciones entonces llamadas catalanistas». Rechazada por el entorno cultural de Barcelona, también se aísla y renuncia a la escritura. Leyendo ahora sus artículos y hasta sus poemas resulta casi imposible imaginar que esa pluma certera y crítica hasta la mordacidad, combativa, incluso, se viera abatida por la indiferencia de una sociedad que décadas atrás la había aupado.

Primera directiva del FC Barcelona

Sagi fue una ardua defensora de los derechos de las mujeres, y no solo en lo literario y lo político, sino también en lo deportivo. Al igual que en la escritura, predicó con el ejemplo. Fue campeona nacional de jabalina en 1931 y tres años después se convirtió en la primera directiva a nivel mundial de un club de fútbol, el FC Barcelona. Sin embargo, se enfrentó a tanta animosidad que al año de su nombramiento, dimitió. En una carta abierta al periodista Pere Mialet, que había publicado un artículo contra las mujeres deportistas, Sagi no disimula su desprecio hacia él: «Es lógico que para ciertos espíritus retrógrados y mezquinos esta igualdad resulte francamente peligrosa», escribe.