Andy Warhol, un artista de póster
La Fundación Canal reúne en una exposición los carteles que hizo a lo largo de su carrera, desde 1962 hasta el final


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El primer ejercicio de publicidad contemporáneo que afrontaba un individuo en la pasada centuria provenía de una elección personal: una peluca blanca. un objeto imprevisto. Un añadido que acabó convirtiéndose en algo más que una peluca, porque en ella lo menos relevante es que fuera una peluca. Era mucho más. De hecho, terminó siendo un sello, una identidad propia, una distinción, como aquel pañuelo blanco que Velázquez dibujaba en las esquinas de sus cuadros para firmarlos. Andy Warhol se reveló con un sentido de la anticipación imprevisible. Alguien que entendió mucho mejor que cualquier otro artista de su momento los tiempos que se avecinaban y, también, lo que triunfaría en ellos. Una época donde lo que prevalecía, por encima de otras consideraciones, era la firma, y, por eso, él mismo decidió convertir su propia figura en una marca, en una rúbrica de indudable carácter personal. A partir de ahí forjó un estilo que a día de hoy todavía es inconfundible.
Con estas premisas, y el singular convencimiento de que una creación no debía quedar restringida a las reducidas salas de los museos, lo que concebía como una tiranía decimonónica, algo que ya no iba acompasado con el periodo en el que vivía, el creador norteamericano encabezó una cruzada para liberar el arte de la exclusividad, de la dictadura de la unicidad, de lo inimitable, de lo que se consideraba irreproducible. Con estas ideas enmarcando los contornos de su pensamiento comenzó a apear de sus peanas a todos los dioses pop y no pop que encontraba a su paso y que no fueron pocos, desde Goethe a Hermann Hesse; desde Elvis Presley hasta Aretha Franklin o Paul Anka, esas nuevas divinidades que traían los renovados escenarios de la música y que él también supo ver, como demuestra su Factory, de donde salió la Velvet Underground & Nico, la banda que marcó un nuevo compás en el rock. La tarea se antojaba complicada de antemano, si no extenuante, pero al final logró que en cada hogar hubiera una Marilyn Monroe, por decirlo de manera llana. La actriz rubia platino, como la icónica Liz Taylor que asomaba en los fotogramas de «Cleopatra», se convirtió en el paradigma de su obra y de los propósitos que él perseguía: algo que pudiera colocarse en el dormitorio, cocina o salón de cada hogar. Un ejemplo de ello son los carteles que diseñó a lo largo de toda su carrera y que ahora exhibe la Fundación Canal en Madrid en una exposición que reúne los carteles más representativos que diseñó a lo largo de toda su carrera, desde el año 1962 hasta el final. Un conjunto de 134 piezas que están repartidas en un recorrido donde se abordan las distintas temáticas y objetos que le interesaron a lo largo de su vida.
Concisión y expresividad
Warhol tomó las mecánicas industriales de la reproducción que traía consigo la nueva sociedad de masas para que cualquiera pudiera disponer de algo con talento en su domicilio. Para lograrlo se sirvió de todo, pero, de una manera especial, de la publicidad, que aparte de mercantilismo, él supo reconocer en sus acentos y posibilidades que no veían los agentes de publicidad.
Con una paleta de colores muy vivos, gran originalidad y un enorme talento para la concisión del mensaje y la expresividad, el artista convirtió el cartel en una dimensión nueva de su arte, en un tentáculo más de su creatividad. En la muestra puede contemplarse esta amplia variedad de carteles que realizó, desde los primeros pósteres plegados para envío postal (los «mailers») y los que realizó en sus inicios hasta los famosos papeles pintados, las adaptaciones y series gráficas, los carteles denominados «tardíos», los retratos, tan populares y llamativos, y sus trabajos para los grupos de rock que mandaban en la escena norteamericana y europea, como fueron los Rolling Stones y el primer álbum de la Velvet Underground, con su célebre banana. Aquí vemos también el retrato que hizo a la icónica intérprete de «Con faldas y a lo loco». Una imagen que hoy apenas puede desvincularse de ella, pero también a otras celebridades como los Beatles, Joseph Beuys e, incluso, un perfume como Chanel nº5 o su célebre sopa Campbell. La realidad es que Warhol fue capaz de deglutir todo a través de su particular estilo. Todo lo reducía a todo y consiguió lo impensable, que no solo actores o cantantes resultaran pop, también personajes como Richard Nixon, Lenin, Mao o la propia Isabel II de Inglaterra.