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Art Basel: todo el arte que cabe en una olla

La feria más importante del mundo arranca hoy con una discreta presencia española conformada por nueve galerías
larazon

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Hoy ha abierto sus puertas Art Basel con más de 300 galerías que exponen lo mejor de cada casa, alrededor de 4.000 artistas.
Casi veintiocho mil metros cuadrados de arte, que se dice pronto. Es la extensión, “grosso modo”, de Art Basel, la feria más importante del planeta Tierra. Y del cosmos artístico. Hoy ha abierto sus puertas con más de 300 galerías que exponen lo mejor de cada casa, alrededor de 4.000 artistas. La presencia española se antoja prácticamente testimonial con 9 espacios de esos grandes que se pueden permitir pagar unos precios que van de los 18.000 euros a los 100.000 y en los que Helga de Alvear, Elvira González y Juana de Aizpuru, tres veteranísimas y peleonas galeristas, no faltan desde hace décadas. Están todos los que son y son todos los que están. Alquilar un espacio y dejarse ver puede salvar el año comercialmente hablando. Arte por los cuatro costados en las dos plantas del edificio robusto de Herzog y De Meuron. Y arte, también, a qué engañarnos, como mercancía. Que se lo pregunten a Jeff Koons, aún con la medalla colgada de artista vivo más caro en subasta, de quien se puede adquirir un rojo “Corazón sagrado”, en un estilo similar al del conejo, aunque un punto, uno, más serio. Larry Gagosian lo exhibe con total desinhibición y no quiere soltar prenda sobre el precio, que podría rondar los 15 millones de dólares. Alguien picará. Dicen que han visto galopar por los pasillos de la feria a Steven Cohen, quien adquirió el animalillo de acero inoxidable. Que iba buscando dónde dejarse la pasta, para eso estaba en el sitio adecuado. Unos aseguran que fue en el stand de la Pace Gallery donde se le vio extender una chequera, pero cuando se pregunta el silencio es la respuesta. “No comment”. Antes de levantar el cierre varias de las galerías ya habían cerrado negocios. Abrir con un punto rojo, quien quiera ponerlo, da más seguridad. Hauser & Wirth, que acaban de anunciar que extienden su imperio artístico a Menorca después de conquistar Chillida-Leku, habían facturado unos cuantos ceros antes de la inauguración. No cabía un alfiler en el primer piso, que es donde se concentrar los espacios históricos y el mercado secundario. David Zwirner exhibía sonrisa de “recién vendido” y se anotaba un tanto con un Gerhard Richter de 20 millones. Y se cerraban compras con Plensa, de Lichstenstein y de Warhol. Y Calder y un Hockney que ya presumía d etener pretendiente. Miles de euros por un lado. Millones por otro. Y en el medio de esta feria de vanidades que es Art Basel, que es una feria, al fin y al cabo, también hallaron comprador las ollas que el argentino Gabriel Chaile vendía. Ollas, sí, expuestas en el espacio de Barro que desaparecían en un pestañeo. De esas de aluminio que hay en los comedores que sirven caliente a los que ya no tiene nada que perder y menos aún que ganar. Él compró baterías a estrenar y las dio el cambiazo por otras ya vividas, abolladas, quemadas, mil veces limpiadas y rayadas y que han alimentado bocas de familias enteras. En ellas talló rostros alegres, caras tristes y perplejas que recordaban a los rostros indígenas y escribió el nombre del comedor, los años que sirvió en la cocina y un pequeño relato de su historia. Las piezas se exponen en estantes de maderas que están fijados a la pared. Y también se vende. Una de ellas ha ido a manos de la coleccionista Estrellita Brodsky, un nombre indispensable en el mundo del arte. Cada una se vende a 15.00 euros (de esa cantidad, el 10% irá destinado a comedores sociales)