Monasterio de Sijena: el resurgir de un gran tesoro
En un acuerdo con el Gobierno de Aragón, la Orden de Malta continúa gestionando el mantenimiento del edificio, promoviendo su patrimonio y que cada vez tome más forma de museo
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Durante la Guerra Civil española se dio una persecución que nunca debió haber existido: la religiosa. No solo se produjeron numerosas víctimas humanas, sino también patrimoniales. «Lo que sucedió en 1936 no debería ocurrir en ninguna parte del mundo: que se destruya el patrimonio por un conflicto bélico con el que nada tiene que ver», dice a LA RAZÓN Joaquín Mencos, delegado de la Orden de Malta en Aragón. Se refiere a un episodio concreto, que no por ser desconocido por la mayoría es de menor importancia: «Un grupo de milicianos, al comienzo de la Guerra Civil, llegaron al Real Monasterio de Nuestra Señora de Sijena y lo quemaron. Las monjas, avisadas, lograron huir, pero allí ardió mucho arte y patrimonio, pinturas, frescos, se cayeron tejados… fue devastador». Al terminar el conflicto, volvieron las monjas y poco a poco fueron construyendo y reedificando, aunque la pérdida fuera ya irremediable. No obstante, tal es la riqueza de este lugar, hallado en la Comarca de Monegros, que esto no impidió que en 1923 fuese declarado Monumento Nacional.
El Monasterio de Sijena es uno de los enclaves monásticos más importantes de la Península. De estilo románico de transición, acogió entre sus muros a reinas, princesas e hijas de familias nobles, sirviendo de depósito de una parte del tesoro real y de panteón real, destacando la sepultura de su fundadora y la de Pedro II. Fue fundado por doña Sancha de Castilla y Polonia, esposa de Alfonso II de Aragón, así como fue afiliado a la Orden de San Juan de Jerusalén, a la que hoy se conoce como Orden de Malta. Desde entonces y durante 800 años, ha sido un espacio dedicado a la vida contemplativa, así como ha sido viva imagen del patrimonio artístico e histórico de nuestro país. El año que viene se celebrará el centenario desde que se considerara Monumento Nacional, algo que, explica Mencos, «queremos celebrar y darle eco». Si bien la propiedad del Monasterio pertenece a las Hermanas Comendadoras San Juanistas, el objetivo de la Orden es el de ayudarles «en la gestión y mantenimiento del edificio, firmando un convenio con el Gobierno de Aragón para adecuar unas salas para que los bienes que iban a retornar pudieran ser expuestos, y así se ha hecho. El acuerdo se ha ampliado para que haya más espacios visitables, y además de las dos salas que había antes ahora se están creando otras dos, para que cada vez el Monasterio vaya tomando más forma de museo».
Espiritualidad y arte
Cuando las monjas que volvieron al Monasterio tras la guerra comienzan a ser menos, deciden marcharse a un convento catalán. En ese momento, detalla Mencos, «se produjeron una serie de ventas y el convento quedó vacío. También se produjeron expolios, pues se llevaron piezas sin venta. Y, cuando todo eso sale a la luz y comienza el litigio, se demuestra que tienen que volver al Monasterio, porque pertenecían a él». Y, con «bienes» y «piezas», el delegado se refiere a «sarcófagos de las prioras, reliquias de la Orden, cuadros, pinturas, retablos… Es un edificio sorprendente. Todo el mundo podrá ver el arte y conocer la historia que tiene. Está ubicado en medio de una zona despoblada, y de repente se levanta este solemne y enorme Monasterio, con una gran riqueza pictórica, gracias a que los reyes de Aragón se preocuparon de que la tuviera».
De esta manera, y dado a que «lo que no se conoce no se valora», explica Mencos a este diario que ya hay dos salas expositivas que se pueden visitar «todos los fines de semana con una cita concertada, con un guía. Está teniendo mucho éxito, ha sido un gran acierto. También hay un grupo de voluntarios de la Orden que complementamos la visita que organiza el Gobierno de Aragón con el resto del Monasterio, para que se entienda el conjunto, y esto se hace dos fines de semana al mes».
Paralelamente, dado que el lugar siempre ha tenido una vida contemplativa «hasta el año pasado, pues la comunidad que había se fue, estamos hablando con el Obispo de Barbastro para la incorporación de una nueva, y se están dando pasos muy positivos en torno a ello. Queremos mantener la espiritualidad, pero fomentando además un contenido histórico, cultural y artístico que es interesantísimo». Un conjunto que Mencos realza personalmente situándose bastantes años atrás: «Me pongo en la piel de una persona del siglo XII, que no tiene televisión, ni radio, ni periódico. No ha visto imágenes. Y entonces entra en este enorme Monasterio, más grande de los que se construían en la época, y ve absolutamente todas las paredes llenas de pinturas. Qué tendrían que pensar o imaginar. Cuando los reyes de Aragón hicieron eso es porque querían conseguir ese efecto, y es fascinante. La voluntad de quienes lo gestionamos es que la gente conozca, venga y disfrute, para que la historia no se repita y el patrimonio se valore como merece».