Sección patrocinada por sección patrocinada

Arte

El 'Gran Profeta': Gargallo vuelve a hablar desde el bronce en el Reina Sofía

Su retorno coincide con la partida del 'Oiseau Lunaire' de Joan Miró,

que vuela hacia la Llotja de Palma

'Gran Prophète' (1933), en el jardín del edificio Sabatini
'Gran Prophète' (1933), en el jardín del edificio SabatiniMuseo Reina Sofía

Hay obras que no desaparecen del todo cuando se retiran; simplemente esperan, como en una respiración contenida, el momento de regresar. Desde el 25 de junio, el Museo Reina Sofía ha devuelto a la vida pública a una de sus presencias más poderosas: «Grand Prophète» («Gran Profeta»), la escultura monumental que Pablo Gargallo modeló en 1933 y que vuelve ahora a ocupar un lugar esencial en el jardín del edificio Sabatini.

Como visitante habitual y persona que investiga sobre escultura en la biblioteca del Museo he echado mucho de menos la escultura, erguida en su verticalidad radical, con el bronce hablándole al vacío como si aún tuviera algo urgente que decir. Quizá lo tiene. Tras su retirada en 2021, la escultura regresa ahora. Coincide su retorno con la partida del «Oiseau Lunaire» de Joan Miró, que vuela hacia la Llotja de Palma como préstamo para la exposición «Paysage Miró. De les trobades i de l’atzar en Miró», que se inaugurará el 30 de julio.

El 'Gran Profeta', de Gargallo
El 'Gran Profeta', de GargalloMuseo Reina Sofía

Es inevitable leer este gesto como un relevo entre titanes. El pájaro poético de Miró cede su lugar al profeta de Gargallo, una figura que parece haber sido arrancada de un relato arcaico, a medio camino entre la revelación bíblica y el minimalismo moderno. Nada resulta baladí: ni su desmesura ni su geometría. Es el denso testimonio de un maestro. No lo puedo evitar, soy la hija de un poeta.

«Grand Prophète» fue, literalmente, el canto final de Gargallo. Lo modeló en escayola poco antes de morir, en 1934, sin haber podido verlo fundido en bronce. La obra definitiva se realizó póstumamente, en 1936, con el respeto casi sagrado que merece lo inconcluso de un genio. Su concepción, una transparencia en bronce que desafía la lógica del material, es también una hazaña técnica: imposible de replicar en chapa recortada o forja, como otras piezas de su trayectoria.

Existen varias copias de la obra que se encuentran en el Pompidou, en el Middelheimpark Museum de Amberes y en el Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa, por nombrar algunas. La figura representa a San Juan Bautista gritando con el brazo levantado mientras sujeta un bastón con actitud amenazadora.

Pero hay en la escultura de este profeta más que audacia formal. Hay una historia que lo antecede. Desde 1904, Gargallo tanteaba ya la figura del profeta, primero en dibujos a pluma y más tarde en pequeños estudios tridimensionales como su «Étude de Prophète», de 1926. Fue una obsesión callada que culminó en esta escultura-mensaje, que viajó a Nueva York y a Barcelona, y que incluso fue celebrada por E. Tériade en la mítica revista «Minotaure».

Hoy, ese profeta ha regresado a casa como una voz que todavía interpela al presente. En estos tiempos en que todo es ruido les recomiendo un rato de silencio e introspección visitando al Gran Profeta de Gargallo en el magnífico jardín del Museo Reina Sofía.