86 kilos de «cheetos» para la Bienal de Venecia
La obra de Pepo Salazar, que representa a España junto con las de Cabello/Carceller y Francesc Ruiz, la compone esta increíble cantidad de snacks naranjas.
Cuando la Bienal de Venecia cierre sus puertas el 22 de noviembre, los encargados de limpiar el pabellón de España van a tener que esforzarse para que la obra del artista Pepo Salazar no deje marca en el edificio. Llevarán entonces más de seis meses manchando el suelo de grasa los 86 kilogramos de «cheetos» que este creador multidisciplinar ha utilizado en su obra, en la que con distintas capas y continuos estímulos genera un microcosmos caótico que invita a reflexionar sobre la estridencia contemporánea.
Los populares tentempiés de maíz con sabor a queso son para Salazar una perfecta representación de la degeneración «sintética» de nuestra cultura. «En el ‘‘cheeto’’ podemos ver la perfidia y el cálculo absoluto que el mercado tiene sobre nosotros. Un ‘‘cheeto’’ no es comida, es algo diseñado en un laboratorio para que tenga un color muy atractivo. Detrás lleva mucha química y un trabajo de ‘‘psicomarketing’’». Aunque reconoce que puede resultar gracioso hacer arte sobre este aperitivo, para el artista «es un buen ejemplo del punto al que ha llegado la humanidad, en el que se considera que eso es un alimento». Entre preocupado y divertido, se despide contando el experimento que hizo con una bolsa de «cheetos»: «Si le pegas fuego sale una llama como de un metro y medio de altura. Cuidado con hacerlo en casa».
El tirón de Milán
Salazar es uno de los artistas cuyas obras pueden visitarse en el pabellón de España en la 56ª edición de la Bienal de Venecia, que abre sus puertas al público el 9 de mayo, un mes antes de lo habitual para aprovechar el tirón de visitantes de la Expo de Milán. Comisariada por Martí Manen, la propuesta artística de nuestro país acoge además las creaciones de Cabello/Carceller y de Francesc Ruiz. La conexión entre todos está en la figura de Salvador Dalí no por su faceta de pintor, sino como artista multidisciplinar con una poderosa imagen pública.
Manen asegura con una sonrisa que no está preocupado por los manchurrones de grasa que están dejando los «cheetos» de Salazar («el suelo del pabellón ya ha vivido muchas historias», dice) y explica cómo los creadores han respondido a la petición del comisario general de la Bienal, el nigeriano Okwi Enzwezor, para hablar sobre los posibles futuros. «Para tener un futuro necesitas saber dónde estás y volver a un pasado», cuenta el comisario. «Por eso regresamos a Dalí, pero visto desde hoy. Nos permite ir hacia delante».
La ambigüedad sexual del surrealista catalán es explorada por Helena Cabello y Ana Carceller por medio de un trabajo performativo y fílmico que reivindica los derechos identitarios de la persona centrándose en el colectivo LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales). «El drag es político», puede leerse en una enorme pancarta exhibida en la obra de Cabello/Carceller y también utilizada en su contrometraje. El vídeo parte de la amistad entre Dalí y la cantante y modelo francesa Amanda Lear, un icono para la comunidad homosexual, proponiendo una reflexión sobre el feminismo, la teoría de género y la vacuidad de la vida.
Para Carceller medidas como el matrimonio homosexual son insuficientes y cree que es necesario seguir dando pasos para lograr un mayor respeto de las libertades individuales, como exige su creación artística. «En nuestro país no puedes ni cambiarte el nombre sin que un juez te dé permiso», denuncia. «Debemos permitir a las personas que tengan las identidades que quieran».
También se ocupa de la homosexualidad el otro artista contemporáneo presente en el pabellón de España, Francesc Ruiz, quien ha creado dos kioscos de prensa con todas las publicaciones modificadas. En uno de ellos muestra los diarios del día en que Silvio Berlusconi fue absuelto por el «caso Ruby», en el que estaba acusado de abuso de menores y abuso de poder. En el otro, cubierto con una lona en la que está escrito «Materiale per adulti. Vietato ai minori» («Material para adultos. Prohibido a los menores»), Ruiz recuerda a dos personajes del cómic erótico italiano de los años 70 y 80, que introdujeron la temática gay en el sector. «Yo vengo del cómic, entendiéndolo como un material maleable que construye espacios», cuenta el autor al lado de uno de sus kioscos. «He llegado por extensión a la prensa artística y a la arquitectura que genera, al kiosco. Aunque ahora parezca algo obsoleto, antes de que existiera Internet era lo más cercano que teníamos a Internet. Nos daba una perspectiva general del mundo». Ese mundo que dentro de setenta y dos horas quedará a la vista de todos en forma de propuestas artísticas y que ya inunda cada una de las esquinas de Venecia. El «tour de force» entre los pabellones está a punto de comenzar. Ya pueden hacer sus apuestas.