Pintura

El error garrafal de Banksy

El artista asegura que el objetivo de la obra vendida en Sotheby’s era destruirla completamente, pero el mecanismo falló

Momento en el que la obra pasa por la trituradora de papel / Instagram Bansky
Momento en el que la obra pasa por la trituradora de papel / Instagram Banskylarazon

El artista asegura que el objetivo de la obra vendida en Sotheby’s era destruirla completamente, pero el mecanismo falló

Todo apunta a que la performance que urdió minuciosamente Banksy (con vídeo incluso en el que dejaba a la vista de todos sus manos, que ya es una pista) le salió tan redonda como fallida. De otra cosa no se ha hablado desde que la obra se vendió triturada en Sotheby’s hace poco menos de dos semanas, concretamente el 5 de octubre, en una sesión en la que la gran perjudicada de la jornada fue la gran Jenny Saville, que se alzó con el cetro de la artista viva más cara en subasta, una noticia que pasó con más pena que gloria, cuando debió ser precisamente lo contrario. Se ha especulado con el precio de cada una de las tiras en que resultó hecha jirones esa imagen de la niña que candorosamente sujeta un globo rojo, de si en el fondo (y en la forma) existía una clara connivencia entre la casa de subastas y el artista (extremo que se ha negado una y otra vez), de cómo era posible que en la sala no supieran de la existencia del mecanismo oculto en el marco para triturar la obra... Pues bien, después de que se desvelara que en efecto hubo una compradora que pagó un millón largo de euros se ha sabido que la idea del grafitero era que la otrora “Niña con balón”, rebautizada por mor del oportunismo como “El amor está en la papelera” se autodestruyera íntegramente, lo que sucedió es que falló el mecanismo y la pieza se quedó a medio camino, fue un quiero y no puedo. ¿Una lástima? Puede que sí y puede que no. Lo cierto es que nunca una obra de arte, si exceptuamos “Salvator Mundi” (vendida a fines de 2017 por casi 150 millones de euros), supuestamente firmada por Leonardo, que eso sí son palabras mayores (ahora, hace nada, le han atribuido una bizquera para consolidar por si alguien aún lo dudaba que era un genio y que gracias a ese defecto de la visión pintaba como lo hacía) ha dado tanto juego. Poco queda del pintor denuncia, del hombre que hacía suyos los muros de las ciudades a golpe de ingenio. Ha nacido una estrella orbital, planetaria, capaz de hacer que sus trabajos triturados se coticen por millones y al alza. Eso sí, si posee uno de las copias de la candorosa niña no lo destruya porque valdrá poco más de un euro. Esto no ha acabado aún, lo advertimos. Vendrá un nuevo capítulo. Y a ese le sucederá otro. Y así hasta que otra jugada de este “performer” sin rostro se haga la reina del mundo entero. Tiempo al tiempo.