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Los retratos en la intimidad de Picasso

El museo del pintor en Barcelona dedica una exposición a su vertiente como retratista, con pinturas, esculturas, dibujos y grabados protagonizados por su familia, amantes y amigos.
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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El museo del pintor en Barcelona dedica una exposición a su vertiente como retratista, con pinturas, esculturas, dibujos y grabados protagonizados por su familia, amantes y amigos.
Decía Rafael Alberti que el ojo de Picasso era «avizor, / agresor,/ abrasador,/inquisidor». Y es que nada escapaba a su mirada si luego quería convertirlo en tema de alguna de sus composiciones, sin importar que el formato fuera pintura, escultura, grabado, dibujo e, incluso, fotografía. Ese aspecto se puede constatar en el Picasso retratista, tema de la exposición que acaba de abrir sus puertas en el museo que lleva el nombre del artista en Barcelona.
La muestra es una invitación a abrir las páginas del álbum personal del gran creador, un recorrido en el que encontramos desde su entorno familiar más inmediato a los amigos que lo acompañaron en sus años de bohemia parisina o en su consagración creativa, además de marchantes, rivales y amantes. Todo ello a partir de una propuesta expositiva que nos permite acompañar a Pablo Picasso desde sus inicios en la Barcelona de los modernistas de la cervecería Els 4 Gats hasta sus últimos años reinterpretando a Rembrandt y Velázquez. Eso es lo que narran las 80 piezas que se han reunido y que abarcan de 1895 y 1970.
Con dosis de humor
La muestra, coorganizada por el museo barcelonés y la National Portrait Gallery de Londres, acoge piezas de colecciones públicas y privadas, algunas de ellas rara vez presentadas en exposiciones. La comisaria de la exposición, Elizabeth Cowling,aseguró ayer que su intención ha sido la de «poner en relación el retrato y la caricatura, una cuestión que había sido ignorada en el caso de Picasso». Tampoco se ha querido dejar de lado la proyección más humorística del genio malagueño porque «Picasso es como Shakespeare o Balzac, artistas que son capaces de variar su estado de ánimo y el humor juega un papel relevante». Todo ello se inicia con el Picasso más precoz, el que encuentra en su familia a los protagonistas de sus primeros bocetos, los mismos en los que empieza a adivinarse su genialidad. Picasso retrata a su padre y a su tío con un indiscutible talento, el mismo que le hace autorretratarse con peluca como si fuera un artista del XVIII, casi compañero de Goya.
De ahí saltamos a la Barcelona bohemia que se mueve a caballo entre los siglos XIX y XX, aquella ciudad en la que viven y trabajan artistas a los que aspira a superar, como Santiago Rusiñol, Ramon Pichot o Joaquim Mir, a los que caricaturiza, igual que hace con sus más íntimos camaradas, como Carles Casagemas o Jaume Sabartés, que le será fiel hasta el final.
1901es el año en el que realiza su primera exposición, la capital indiscutible del arte en ese momento, el lugar en el que se está renovando el arte, un tren al que sabrá subirse el pintor hasta convertirse en su maquinista. De esta etapa son cuadros soberbios como los que protagonizan Gustave Coquiot o Bibi-la-Purée. También encontramos a los miembros de la llamada banda de Picasso, en la que tenemos a los escritores Max Jacob, André Salmon y Guillaume Apollinaire. También es el enamorado que convierte a Fernande Olivier, su primera amante francesa, en el tema principal de cuadros, dibujos y esculturas. Será, desde ese momento, una constante en su carrera: cada una de sus mujeres se convertirá en su musa, pero será también la manera de inaugurar una nueva etapa creativa a lo largo de su muy extensa carrera.De este tiempo son también, como puede verse en el Museu Picasso, una serie de autorretratos fotográficos en los que el artista posa en su taller rideado de sus creaciones, pero cambiando su imagen, demostrando que no hay un Picasso sino muchos
Entre 1915 y 1927, el artista cambia su vida y eso es por una mujer, una bailarina rusa llamada Olga Khokhlova y que se convertirá en su esposa y en la madre de Paulo, su primer hijo, a los que retrata con cuidado en escenas de maternidad que destilan ternura. Olga colaboraba con los Ballets Rusos, los mismos para los que trabaja alguno de sus retratados de ese momento, como los músicos Igor Stravinsky y Francis Poulenc. También se amplía el círculo de amigos con la llegada de quien será una pieza importante en el entorno de Picasso. Se trata del polifacético Jean Cocteau de quien se exhibe uno de los retratos que formaban parte de la colección privada de este genio francés.
Picasso llevó en ese momento una doble vida. Era un hombre aparentemente feliz casado, pero también tenía una amante: una joven hermosa llamada Marie-Thérèse Walter y que rivaliza con Olga protagonizando trabajos. La muchacha surge en apuntes cuidados hasta pasar a convertirse en una modelo de formas picassianas, como en la tela «Mujer con boina y abrigo de piel».
Las mujeres son las modelos favoritas del pintor. Ellas son la pintora y fotógrafa Dora Maar; Nusch Éluard, la compañera del poeta Paul Éluard; la pintora Françoise Gilot, que será la madre de sus hijos Claude y Paloma; la joven Sylvette David o la última musa y guardiana del genio, Jacqueline Roque.
A ello se le suma en esta exposición las diferentes maneras de vestir y desvestir a su amigo Jaume Sabartés, a quien dibuja entre las páginas de revistas con «pin-ups» de los años 50, como si su fiel secretario pudiera ser el compañero de aventuras sexuales de jóvenes modelos, como si no hubiera pasado el tiempo y los dos amigos siguieran viviendo sus años de bohemia en Barcelona, a muy pocos metros de la inoolvidable calle Avinyó.