Los últimos «tesoros» de Buero Vallejo
Una exposición rescata dibujos y libretos originales del dramaturgo con motivo de su centenario. Entre ellos, la adaptación perdida de «Campanadas a medianoche»
Una exposición rescata dibujos y libretos originales del dramaturgo con motivo de su centenario. Entre ellos, la adaptación perdida de «Campanadas a medianoche»
Por encima de su valor como autor teatral, Antonio Buero Vallejo (1916-2000) fue un creador total, poseedor de un universo muy personal. Con motivo del centenario de su nacimiento, la Fundación SGAE ha organizado un homenaje al autor de «Historia de una escalera» en el que reivindica su figura no sólo por su papel renovador en la escena española; también quiere recordar al Buero dibujante, al Buero guionista... en definitiva, al artista cuyo impulso creativo iba más allá de las tablas. Hasta el próximo 10 de enero, la madrileña Sala Berlanga acogerá una exposición en la que el visitante podrá contemplar algunos de los «tesoros» ocultos del autor. Entre ellos, el guión perdido de «Campanadas a medianoche», adaptación en castellano del libreto del filme de Orson Welles que nunca llegó a utilizarse.
«Más que un homenaje, queríamos hacer un recordatorio de Buero», explica Ignacio Armada, coordinador de una muestra que incluye materiales que se conservan en el Centro de Documentación y Archivo de la SGAE (CEDOA), en el Fondo Buero Vallejo y en la Fundación Juan March. Así, se ha optado por una «muestra ambiental», en lugar de una «muestra convencional», que pone en relieve el «mundo personal» del dramaturgo. Sus dibujos constituyen una buena muestra de ese universo. «Fue su primera vocación», afirma Armada. Ahí está, entre muchos otros, el retrato que realizó a su amigo Miguel Hernández en la cárcel de Conde de Toreno de Madrid, en 1940. Condenado a muerte tras la Guerra Civil (después se le conmutó la pena), «fue en la cárcel donde alcanzó ese concepto de solidaridad que después llevó al teatro». Otra de las piezas clave es el manuscrito original de «La tejedora de sueños» (1952), que denota su afán por realizar un «teatro de conciencia» y que le reafirmó como el «Pepito Grillo de la posguerra».
El cine, la asignatura pendiente
La relación entre Buero y el cine supone uno de los puntos más olvidados de su producción. «El cine español tiene pendiente una asignatura con él», subraya Armada. Así, la muestra incluye fotografías de la adaptación cinematográfica de «Historia de una escalera» (1950), dirigida por Ignacio F. Iquino, cinta que hoy está «desgraciadamente desaparecida» y en la que el autor dejó su huella «de forma muy clara». Precisamente, dentro del homenaje a Buero, se proyectó ayer la que es su «mejor adaptación», «Esquilache» (1989), de Josefina Molina, basada en «Un soñador para un pueblo».
Quién sabe si su relación con el celuloide habría sido distinta de haberse estrenado «Campanadas a medianoche» en España con los diálogos originales que escribió Buero. El guión, rescatado por los profesores de la Universidad Complutense Luis Deltell y Jordi Massó, ha sido ahora publicado por la editorial Stockcero bajo su título original: «Campanas a medianoche». «Estábamos trabajando en un artículo sobre Buero y el cine», relata Massó. «Y nos llamó la atención una frase del investigador Mariano de Paco sobre la adaptación que hizo, para el doblaje en español, de “Campanadas a medianoche”», añade. Así, Massó y Deltell contactaron con Carlos Buero, hijo del dramaturgo. Efectivamente, el guión existía y se encontraba entre la documentación que guardaba de su padre.
Como explica Deltell, este «proyecto desconocido» nace cuando el productor del filme, Emiliano Piedra, contacta con Buero para ofrecerle la adaptación de los diálogos en español. No en vano, la obra de Welles se basa en textos de Shakespeare y el productor quiere que el libreto «tenga la suficiente calidad como para competir» con el autor inglés.
El hecho de que la obra tuviera que estar escrita en verso agrandaba el reto. Fueron tres meses de trabajo. Welles iba añadiendo o suprimiendo escenas sobre la marcha, por lo que le hacían llegar a Buero las nuevas líneas de guión para adaptarlas. El problema llegó el día del estreno: Buero vio que su nombre estaba en los títulos de crédito, pero no halló en los diálogos las palabras que él había escrito. Inmediatamente, pidió que retiraran su nombre. De sus cartas se desprende que la experiencia le enfadó.
«A Buero se le pide un castellano del Siglo de Oro y la Picaresca», indica Massó. ¿Sería esta la causa por la que su guión se descartó? «La versificación de Buero no era frecuente en el cine español. Podía resultar complicada al espectador medio», añade Deltell. Afortunadamente, y gracias a su rescate, «Campanas a medianoche» puede codearse hoy entre las grandes obras del autor alcarreño.