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Royan: el oasis creativo-amoroso al que Picasso huyo al inicio de la Segunda Guerra Mundial
El museo del pintor en Málaga presenta, por primera vez juntos, los cuadernos con los que experimentó de septiembre de 1939 a agosto de 1940
El idilio de Picasso con Royan, Francia, comenzó mucho antes de que las bombas comenzaran a caer sobre París. Conocía la localidad desde 1923, aunque no fue hasta la primavera de 1939, con Europa cociendo a fuego lento una guerra mundial, cuando se obligó a buscar un lugar lejos de la capital para que Marie-Thérèse Walter, su amante, y Maya, la hija de ambos, pasasen allí el verano. Él disfrutaría del estío en la costa opuesta, en Antibes. No obstante, terminaría trasladándose hasta el Atlántico. Era un buen sitio para sobrellevar el inminente conflicto sin dejar de producir. Además, el movimiento le acercaba a uno de sus referentes: a don Francisco de Goya y Lucientes. Fue en Burdeos donde el pintor de las 'Majas' pasó sus últimos días, y aquello apenas quedaba a 130 kilómetros río arriba (el Garona).
A él recuerdan dos dibujos al óleo, tinta y "gouache" que aparecen en el más antiguo de los cuadernos de Royan: 'Cráneo de cordero' y 'Cráneo de cordero con uvas'. Dos imágenes en las que el protagonismo es para la cabeza del animal muerto. ¿Pero de dónde sale esta obsesión de Picasso por los corderos? En su nuevo emplazamiento está la respuesta, en la villa Gerbier de Jonc; y más concretamente, en el matadero que se encontraba junto a la casa y del que el artista cogía los restos del cordero para dar de comer a Kazbek, su perro, un galgo saluki.
Fue la llamativa forma triangular de las cabezas la que inspiró varios estudios en los que se centraba en vistas frontales o de perfil, así como en los detalles de los dientes y los huesos de la mandíbula. Son bocetos que llevaron al pintor a generar una serie de pinturas sobre este motivo que Marilyn McCully define como "inquietante" y que evoca a las ideas de la muerte y la decadencia.
Aparece así otra conexión con Goya: el dolor y el sufrimiento que este último recoge en 'Bodegón con cabeza de cordero' (1808-1812) tienen su eco en la yuxtaposición que Picasso hace "de las partes del cuerpo del animal y el color rojo de la sangre", apunta McCully, comisaria, junto a Michael Raeburn, de la muestra que propone el Museo Picasso Málaga hasta el 30 de abril, 'Picasso: los cuadernos de Royan'. Y son precisamente 'Tres cabezas de cordero' (del Reina Sofía) las que abren el recorrido: unas piezas de casquería que vuelven a recordar al pintor romántico en su 'Bodegón con costillas, lomo y cabezas de cordero', pero también, como evocación de la muerte, a las pirámides de cráneos humanos (1901-1906) de Paul Cézanne.
Obsesión con la mujer
Son los primeros pasos de la muestra y de Picasso en Royan, donde demostró, una vez más, su extrema productividad (a pesar de la escasez de materiales) y su obsesión con la figura de la mujer pese a obviar casi por completo a su querida Marie-Thérèse. Para McCully, la naturaleza de la actividad artística del pintor cambió, determinada en gran medida por la limitada disponibilidad de materiales: "Los lienzos, los bastidores y los óleos eran más escasos que el papel, la tinta y el 'gouache'. Así, para desarrollar sus ideas en secuencia, característica de su método de trabajo, dedicó gran parte de sus energías creativas al dibujo".
No llegó ni al año su paso por esta villa de la desembocadura del Garona, pero significó una "experiencia introspectiva", como apunta el director del MPM –Miguel López-Remiro Forcada–, que plasmó en estos "cuadernos de libertad".
Cuando la cosa se puso fea, el pintor tomó la decisión de huir al mismo lugar al que había mandado a su amante y su hija –"ni se os ocurra volver a París", les advirtió por telegrama–, a Royan, donde el clima era mucho más amable que en París, aunque no tanto como en Antibes. El pacto de no agresión entre nazis y soviéticos puso en alerta a un Picasso que fue del sur a la capital para terminar recalando en la Nueva Aquitania junto a Maya, Marie-Thérèse, Dora Maar, su secretario y amigo –Jaime Sabartés–, su chófer –Marcel Boudin– y Kazbek. A última hora del 1 de septiembre, dejaba la Ciudad de la Luz, y en solo 200 metros, el artista concentraba "a la gente más próxima", apunta McCully. Incluso se acercaba por las noches a leer un cuento a su hija, lo que derivó en los celos de Dora.
Al día siguiente a su llegada, instala el taller en el comedor de la planta baja de la villa Gerbier de Jonc, donde ya estaban instaladas Marie-Térèse y Maya. "Era tan pequeño que tenía que agacharse para pintar", confesó Sabartés.
Aunque para enero, buscó un nuevo lugar cerca del puerto: Les Voiliers. Más grande, con una panorámica del lugar y con más luz. Allí desarrollaría buena parte de esos pequeños cuadernos de dibujo que se recuperan en Málaga junto a piezas como 'Mujer peinándose', que termina en junio de 1940 y que ha prestado el MoMA de Nueva York; 'Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza'; y 'Cabeza de mujer ("Para el pueblo griego")', que, en mayo de 1946, fue cedido a Atenas, junto a más piezas de artistas franceses, para homenajear la resistencia del pueblo griego tras la Segunda Guerra Mundial. Cada una de estas obras se documenta en los cuadernos al tiempo que muestra un enfoque evolutivo de la forma, poniendo de manifiesto los métodos de trabajo de Picasso y el modo en que le afectó la guerra personal y artísticamente.
Durante estos meses, el artista vivió con un ojo en Royan y otro en París. Perturbado e inquieto por la guerra, apuntan los McCully y Raeburn, realizó en varias ocasiones el trayecto de los 500 kilómetros entre un lugar y otro "para comprobar, como extranjero que era, que sus documentos estaban en regla, así como para controlar la seguridad y el almacenamiento de sus obras, e incluso para asistir a los preparativos de una exposición de sus dibujos".
En el final del recorrido, 'Café en París' (15/8/1940), supone el cierre de una época: el artista inmortaliza la vista que tenía desde la ventana de Les Voiliers antes de regresar el 24 de agosto a un París asediado.
Aunque antes de terminar, aparece el último guiño a Goya. Los comisarios cierran la muestra con 'En el ruedo', un dibujo con pluma y aguada de tinta sobre papel verjurado que recuerda a 'La tauromaquia' goyesca.
- Dónde: Museo Picasso Málaga. Cuándo: del 31 de enero al 30 de abril. Cuánto: 13 euros (entrada general).