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Belén Ponce de León: «Todos los políticos deberían hacer un taller de teatro»

Es una de las intérpretes de «Las Princesas del Pacífico», obra que podrá verse en el Teatro del Barrio hasta el 27 de este mes.

Foto: Luis Díaz
Foto: Luis Díazlarazon

Es una de las intérpretes de «Las Princesas del Pacífico», obra que podrá verse en el Teatro del Barrio hasta el 27 de este mes.

omo si de un monstruo con dos cabezas se tratara, tía y sobrina viven recluidas en un búnker enclavado en el Sur de España, alejadas de todo tipo de ostentación económica, riéndose desde la pobreza de las miserias de la gente, enclaustradas, enganchadas a la caja tonta, su única ventana al mundo exterior. «Las Princesas del Pacífico» es una comedia que a ratos te hace reír y a ratos te apuñala y te hace sentir dolor. De repente, la fortuna llama a sus puertas, concediéndoles un premio en forma de crucero que las hace zarpar y navegar....

–¿Y qué descubren?

–La libertad, la diversión y el lujo.

_¿El lujo es felicidad?

–Ellas creen que sí, pero yo –personalmente– pienso que no, aunque es fundamental tener la base económica resuelta.

–¿Se trata de una historia de anti-heroínas?

–Son heroínas de la vida cotidiana y de cómo salir adelante. Los bufones son personajes de la cotidianeidad que nadie quiere. Y en la «estampida» conseguimos universalizar la cotidianeidad.

–¿Hacia dónde zarpan, de nuevo, ustedes?

–Esta obra surgió hace 14 años, con José Troncoso y otras actrices. Hace 10 años la retomaron. Y ahora zarpamos de nuevo, efectivamente. Estamos muy contentos porque siguen viniendo a vernos. Pronto hacemos 200 funciones, y eso está muy bien.

–La obra refleja una parte de lo que somos.

–Sí, refleja nuestras miserias, soledades y amores. Es una comedia que hace reír a carcajadas, pero también tiene mucha poesía y tragedia. Cuenta muy bien cómo nos reímos unos de otros y cómo es el ser humano.

–¿Y cómo es?

–Pues estamos llenos de complejidades y contradicciones. Dentro del ser humano está todo, pese a que a veces nos gustaría que no fuera así.

–¿La televisión muestra el mundo tal y como es?

–Depende. Para las protagonistas de esta obra es su ventana al mundo. En la tele se ven cosas muy interesantes y otras no tanto. Es una caja tonta que adormece.

–¿Un refugio o una trinchera?

–Las dos cosas. No entiendo muy bien que haya programas, con esas audiencias tan espectaculares, que en teoría solo se ven para desconectar.

–¿Por qué las niñas ya no quieren ser princesas?

–(Risas) No quieren ser las princesas de las que nos han hablado a las mujeres de mi generación. Ya no les gusta esa idea de que venga el príncipe a salvarlas en el caballo blanco. A nosotras nos han educado para que nos salvéis. Pero lo interesante ahora es que cada uno se salve por su cuenta y que luego, si quieren, se junten y se amen.

–Ésta es una comedia con un trasfondo de drama social, y eso conecta con parte de la realidad actual...

–Así es. Fue una decisión de Troncoso abordar el contexto político-social, los desahucios, las complicaciones de llegar a final de mes...

–¿Cómo de duros son los finales de mes?

–Yo ahora tengo más suerte, pero para buena parte de la sociedad... Dicen que la crisis ha pasado... No lo tengo tan claro.

–¿Cuál es la distancia entre la risa y el llanto?

–Muy corta, dependiendo de la sensibilidad de cada uno.

–¿Nos divierten las desgracias ajenas?

–Mucho, sobre todo en España, ya lo decían Berlanga o Valle Inclán. Las protagonistas de esta obra son víctimas, pero se ríen de la gente.

–¿Las miserias de los demás esconden las nuestras?

–Sí, hacen como de espejo, rebotando las propias. El ser humano lo que quiere es ser aceptado.

–¿Es la miseria de los marginados un arma de doble filo?

–Sí. Muchos de los que han venido a vernos se están partiendo de risa y, de repente, es como si les dieran una patada en el estómago. En realidad, la vida es una tragicomedia. La risa y el sentido del humor es lo más inteligente para sobrevivir en este mundo tan loco y deshumanizado.

–¿Puede enriquecer la pobreza?

–No. Lo que enriquece es la cultura y la educación. No entiendo por qué en España cada vez hay menos diálogo. Vamos con la escopeta cargada y el discurso preparado antes de que el otro termine de hablar, al margen de ideologías. No nos escuchamos y el teatro enseña a escuchar.

–Pues todos al teatro.

–Sería bueno que todos los políticos hicieran un taller de teatro, desde luego (risas).