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¿Biebermanía o Bieberfobia?

Los fansllevan meses acampados en Madrid a la espera de coger un sitio cerca de su ídolo. Le veneran. En Twitter cada día se suman 24.000 nuevos admiradores.
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Los fansllevan meses acampados en Madrid a la espera de coger un sitio cerca de su ídolo. Le veneran. En Twitter cada día se suman 24.000 nuevos admiradores.
Con permiso de Kanye West, Justin Bieber es la figura del pop mainstream más controvertida de la actualidad. Eso sí, a diferencia del rapero norteamericano, cuyos discos son celebrados por la crítica a pesar de sus dislates y excentricidades, Bieber no puede presumir de poseer, al menos, el visto bueno de los entendidos –ojo, el de los fans lo tiene y es masivo–. Y eso que ha firmado diversos singles de pop inapelables, como ese «Baby» cantado con voz de niño –apenas tenía dieciséis años– que abría su primer larga duración, My World 2.0. Una canción de estribillo y melodía contagiosos donde ya demostraba que sabía rodearse de buenas compañías: el rapero Ludacris y productores como The-Dream y Christopher Stewart (habitual de Britney Spears, Rihanna, o Beyoncé). Al igual que West, el artista canadiense ha tenido diversos deslices y escándalos públicos. Pero, ¿realmente merece ese descrédito general por los medios y público serio? ¿O hemos sido injustos con su figura? A continuación repasamos los motivos para ser o no un belieber.

Cómo ser un Belieber

Empecemos con los números, que asustan. Hasta el momento, Bieber ha vendido más de cien millones de copias de sus álbumes; en un época en la que, recordemos, no se venden discos. De esos cien, casi cincuenta solo en los Estados Unidos, una cifra de record. Más datos. Fue el primer artista en colocar siete canciones pertenecientes a un disco de debut, el anteriormente citado «My World 2.0» (2010), en el Top 100 de Billboard. Y con tan solo veinte años ya podía presumir de tener cinco números uno, también en Billboard. Podríamos estar así un día entero y no acabar. La pregunta está clara, ¿con unos números de este calibre, no sería lógico que todos nos tomáramos su carrera musical algo más en serio? Si el canadiense, en vez de cantante, fuera el delantero de un equipo de Champions, y convirtiéramos esas cifras en goles, títulos y balones de oro, sería, sin ningún tipo de dudas, uno de los mejores y más respetados futbolistas del planeta. Primer punto a favor del imberbe norteamericano.
Vayamos ahora a por su discografía, habitualmente menospreciada por todos aquellos que no sean beliebers. En los ocho años que lleva en activo, sin contar las ediciones especiales, Bieber ha publicado un mini-LP y cuatro discos de estudio. Cinco referencias que, escuchadas ahora en perspectiva, y alejados del ruido del personaje público, son cinco buenos esfuerzos de pop comercial en los que nuestro protagonista ha sido algo más que una cara bonita que cantaba canciones de otros. Está claro que no todo es genuino. Se trata de pop de laboratorio prefabricado, lo mismo que Lady Gaga, Hillary Duff, Britney Spears o Selena Gomez (la expareja y primer amor de Bieber), pero el canadiense se ha implicado en las grabaciones y en la elección de sus colaboradores.

Respeto ante todo

En «Believe» (2012) aparecía la terremoto Nicki Minaj en la explosiva «Beauty and a Beat», un rompepistas inapelable y clásico instantáneo que homenajeaba a Daft Punk gracias a la acertada producción de Zedd (ídolo de masas de la EDM, la electrónica que los jóvenes escuchan ahora mismo). En ese mismo disco también participaban Big Sean, Drake y Ludacris, demostrando el respeto que la comunidad r&b norteamericana profesa a la joven estrella nacida en Ontario. Si te respetan músicos y productores de ese calibre, es que algo estás haciendo bien.
Fijémonos también en su último álbum, el reivindicable y autobiográfico «Purpose», que salió a la luz el pasado año. El disco post-etapa rebelde en el que da un paso adelante tanto en materia vocal –su voz gana en matices y profundidad– como en la composición. Todas las canciones están co-escritas por Bieber y sus colaboradores. Un esfuerzo a tener en cuenta que ha dado como resultado la cara más reflexiva y poliédrica del autor de «Baby». Un trabajo que trata materias espinosas como el perdón, el conocerse a uno mismo, las rupturas amorosas y esas ganas de vivir el momento a pesar de que vengan mal dadas. «What Do You Mean?», con esos aires de Fleetwood Mac en clave sintética, el dance expansivo y casi de autor de «Where Are Ü Now» (donde recibe la ayuda de Diplo y Skrillex), o su colaboración con Nas en la coqueta «We Are», deja bien a las claras que el canon por el que se juzga a Bieber ha cambiado. La carrera musical del canadiense pide a gritos ser revisada sin prejuicios, más allá de fenómeno fan que rodea su figura, algo que no tiene porqué ser malo, sino más bien lo contrario. ¿Se ha de avergonzar un artista por tener millones de seguidores? ¿Ese hecho le resta credibilidad a su carrera? La respuesta a esas dos preguntas es no.
Está claro que lo peor de Justin Bieber, lo que nos puede convertir en un unbelieber, si es que no lo somos ya –sobre gustos no hay nada escrito y cada uno elige libremente si comulga con una música u otra-, es su faceta de estrella caprichosa y algo borde. A principios de este 2016, agredió al chófer de su limusina en un incidente lamentable que dejaba intuir una actitud clasista. Y no solo eso, este año fue arrestado por conducir superando el límite de velocidad permitido con el agravante de estar bajo los efectos de la marihuana; droga blanda que le persigue desde hace unos años y que le ha metido en más de un lío. En 2015 Bieber cometió una de sus travesuras más desafortunadas. Quizá para labrarse una imagen de chico malo de vuelta de todo, como hacen muchos artistas jóvenes que quieren demostrar que tienen un lado oscuro (piensen en Miley Cyrus o Rihanna), una metamorfosis que, a veces responde más a intereses comerciales que al libre albedrío, Bieber escupió encima de sus fans, la mayoría chicas adolescentes, desde la habitación de un hotel en Toronto. Otros highlights del canadiense incluyen ser pillado durmiendo con una prostituta, o todo el episodio con su mascota Mally. Un mono capuchino que acabó cediendo a un zoo alemán al no hacer ninguna de las gestiones necesarias para pasar la aduana con el animal. Ahora bien, seamos justos y pongámonos en el lugar de Bieber, un chaval que ganó su primer millón de dólares cuando apenas tenía quince años y que en poco tiempo se convirtió en multimillonario y una estrella planetaria. ¿Se imaginan en su lugar, con todo ese dinero y fama? ¿Serían capaces de ir por el buen camino, o sería difícil mantener las buenas maneras? Si nos hacemos esas preguntas, es probable que entendamos mejor al post-adolescente que hay detrás de esa actitud altiva y esa cara bonita. Como dijo Fito Cabrales, de Fito & Fitipaldis, hace un tiempo en una entrevista: «si la fama me llega a pillar con veinte años, no hubiera vivido para contarlo».