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Brexit, arrepentimiento y desempleo masivo

Una década después de la salida del Reino Unido de la Unión Europea ni sus más acérrimos defensores siguen respaldando esa opción.
larazon
  • Estudió periodismo en Buenos Aires Argentina. Allí comenzó su trabajo en el área de divulgación como jefe de sección en la revista Muy Interesante durante cinco años. En España ha trabajado en Muy Interesante, Clio, Psychologies, Quo, National Geographic. Ha colaborado con RNE y con el podcast de Muy Interesante. Ha escrito 3 libros de divulgación y cinco de literatura infantil que se han traducido a varios idiomas. Lleva 15 años en La Razón escribiendo sobre ciencia y tecnología

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Una década después de la salida del Reino Unido de la Unión Europea ni sus más acérrimos defensores siguen respaldando esa opción.
El 29 de junio de 2029 se celebró el cumpleaños de la reina Isabel, pero los festejos de la casa británica distan mucho de los que se llevaban a cabo una década atrás. Todo comenzó cuando Londres y Bruselas hicieron efectiva la salida del primero de la Unión Europea a finales de 2019. El objetivo, para quienes habían votado por el «sí», era recuperar el control de la nación. Hoy la realidad demuestra que no hubo nada más lejos de la realidad.
La primera consecuencia fue que muchas industrias dejaron Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales en busca de sitios con menos impuestos de exportación y políticas comerciales más económicas. Firmas como Bentley, Amazon e Intel dejaron apenas oficinas representativas en el país y buscaron sitios más propicios. El impacto fue notable, aunque no determinante. Lo que sí inclinó la balanza fue la casi huida de muchas empresas locales que vieron cómo sus posibilidades de conectarse con el resto del continente (y del planeta) se reducían, y con ello sus ganancias. La mayoría de ellas buscaron países dentro de la UE, con gobiernos estables, puertos marítimos y facilidades para instalar nuevas industrias. Así fue como Dyson, BP, McLaren, Aston Martin, Unilever, Glaxo y decenas de otros gigantes comenzaron a llegar a España, Portugal y Grecia (precios económicos, buen clima y buena vida para sus empleados), enriqueciendo a estos países y, consecuentemente, empobreciendo al Reino Unido. La tasa de desempleo aumentó hasta rozar el 22%, las universidades más emblemáticas perdieron gran parte del profesorado, el prestigio y el dinero y los centros de innovación y las patentes comenzaron una caída pronunciada. La libra, moneda nacional, experimentó también un declive del que ya no se recuperó y hoy se cotiza a la par que el dólar y por debajo del euro.
La situación económica ha generado mucho malestar en la sociedad y en la política. La monarquía y el Gobierno buscaron apoyo en antiguos aliados, Estados Unidos el primero, pero ellos están enfrascados en su particular guerra comercial con China (cada vez más profunda y preocupante) y no han prestado mucha atención a las llamadas británicas. Australia, beneficiada por la aparición de minerales raros en su subsuelo, tampoco ha hecho mucho, aceptando la inmigración británica siempre y cuando sea calificada y con destino a los sitios que a ellos les interesan, lo mismo que Canadá y algunos países de África, continente que experimenta un «boom» de crecimiento similar al del sudeste de Asia a inicios del siglo XXI.
Bruselas pone condiciones
Mientras, Inglaterra ya no se debate entre laboristas y conservadores: decenas de pequeños partidos han surgido respondiendo a la creciente indignación local, muchos con promesas no solo de devolver el esplendor al imperio británico sino de reingresar en la UE (algo que Bruselas podría aceptar, aunque esta vez bajo condiciones draconianas, como la extinción de la libra, entre otras). Y luego los independentistas. El año que viene, 2030, los escoceses se volverán a reunir para votar por una nación plenamente independiente y con guiños a la UE. Irlanda del Norte y Gales observan atentos el proceso para jugar sus propias cartas. Todo esto ha puesto a Bruselas en una situación muy incómoda y con implicaciones políticas locales e internacionales que han producido grandes debates, todos ellos necesarios y demorados durante mucho tiempo, pero que ahora mismo precisan de una respuesta clara... cuyas consecuencias no podemos imaginar, sea cual sea el lado hacia el que se inclinen.
Finalmente, Gibraltar. Hoy se lleva a cabo el voto que decidirá si sus ciudadanos quieren seguir vinculados a la corona británica o a España. El Gobierno español aún no ha tomado una decisión al respecto, ya que significaría entrar nuevamente en conflicto con el Reino Unido.