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Antonio Hernández: «En la red, todos estamos expuestos»

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En «La ventana indiscreta» son el aburrimiento y el voyeurismo los que empujan al fotógrafo encarnado por James Steward a una acción que él mismo, con su curiosidad, desencadena y hasta presigue. A Robert Walton, protagonista de la última película de Antonio Hernández (Peñaranda de Bracamonte, 1953), los problemas le llegan por vía indirecta desde el momento en que, ¡en mala hora!, decide chatear con una «escort» para sencillamente (y es el título de la cinta) «matar el tiempo». A raíz de ello, el personaje interpretado por Ben Temple, un ejecutivo americano que pasa unos días de trabajo en Madrid, se ve envuelto en una sórdida trama de extorsión a la prostituta con la que contactó. El resultado es la obligación moral de actuar, salir del marasmo y entrar en la vida de los otros más allá de la pantalla. De hecho, el gran «pecado» de Robert Walton es no cerrar el ordenador (es decir, los oídos) a tiempo. Con esta historia, Hernández quiso retratar ese vacío de empatía que la red y la sociedad moderna propician. «Buscaba hacer una película entretenida, por la que valiera la pena pagar una entrada, con lo caras que están, pero que al mismo tiempo tocaras el asunto de esta sociedad en la que dependemos de la red, que te permite quedarte al margen de lo que suceda con sólo cerrar el ordenador. Todos formamos parte de la red, todos estamos expuestos y parece como si fuera un espectáculo ajeno, pero no lo es», señala.
La vida no es un «reality»
El protagonista lo resume de este modo en el filme: «No podemos mirar todo como si fuera un reality show». Llegado el momento justo, la realidad nos interpela más allá de los píxeles. Así, convencido finalmente del juego de responsabilidades que conlleva estar en el mundo e interrelacionarnos, Robert walton decide actuar para salvar a la prostituta (Esther Méndez) de los dos hermanos que la tienen secuestrada en su propio apartamento hasta que no satisfaga una deuda previa. El chat le servirá de aliado para mantener el contacto con la joven y supervisar la actuación de los captores, en un juego constante entre realidad y apariencia virtual que, hacia el final de la cinta, desencadena la naturaleza buscada de «thriller» puro y duro de esta película que concursó en el Festival de Málaga. Lo importante es mantener ese cordón umbilical con la víctima. «Robert Walton tiene la oportunidad de cerrar el ordenador y desentenderse, pero no podemos ni debemos sustraernos; de los contrario, algún día será a ti a quien le den a otra tecla», asegura Hernández.
Yon González y Aitor Luna, hermanos también en la realidad, dan vida a esta dupla de malhechores que recuerda en parte a los nihilistas desalmados de «Funny games». Hernández los conoce desde hace casi 15 años, cuando trabajaban de figurantes, y aplaude la exitosa trayectoria de ambos, así como la virtud «camaleónica» de Temple, actor británico con una dilatada carrera en nuestro país. «Antes incluso de escribir el guión ya los tenía elegidos a todos, queríamos trabajar juntos», explica. Para Hernández, «Matar el tiempo» es un feliz regreso al cine de autor tras numerosos encargos en pantalla grande («Capitán Trueno», por ejemplo) y, especialmente, en televisión. «Son proyectos que me gusta hacer y estoy agradecido de trabajar por encargo, porque es una maravillosa oportunidad de supervivencia en este mundo; pero, aunque suene pedante, uno siempre se siente autor». Lo dice, más de una década después, el creador de «En la ciudad sin límites». Y es que el negocio del cine requiere perseverancia.

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