"Cazafantasmas: Imperio helado": nostalgia ochentera y amigos paranormales
La nueva secuela, que vuelve a contar con Bill Murray y otros actores del reparto original, llega este viernes a las salas de cine
Madrid Creada:
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Alerta a todos los Cazafantasmas: la Unidad de Contención está a punto de explotar. Son ya muchos años guardando un espíritu tras otro, y hasta las almas errantes tienen un límite. La Estación, situada en la 14 de North More Street (Nueva York) ya tiene sus años, y no solo nota que los tiempos han cambiado, sino que los fantasmas ya son demasiados. Pero, ¿qué es más fuerte, la novedad o la nostalgia? Por alguna razón los Cazafantasmas no se mueven de aquel viejo parque de bomberos, ni se les pasa por la cabeza renovar el Ecto-1, ese Cadillac profesional del año 59 con pinta de ambulancia. Dice Paul Rudd que siempre habrá alguien «que diga que era mucho mejor lo de antes. Yo era un niño cuando se estrenó la primera entrega de ''Cazafantasmas'' en el 84, y es que fue una maravilla. Puedo intentar que mis hijos experimenten por primera vez lo que yo vivía antes, pero es muy difícil. La nostalgia siempre gustará a los estudios cinematográficos, hasta que venga la IA y utilice su poder para eliminarnos a todos». Siempre irónico, el actor relaciona la nostalgia con la fiebre actual de los «remakes» y «reboots», y además forma parte de ella: protagoniza «Cazafantasmas: Imperio helado», nueva secuela de la saga de los Reitman que llega a las salas este viernes.
La saga que Ivan Reitman fundó hace 40 años, regresó hace tres de la mano de su hijo, Jason Reitman, con «Cazafantasmas: más allá». Ahora, es Gil Kenan, amigo íntimo de la familia y confeso admirador de los filmes, quien toma el testigo, defendiendo que «es una trama con vigencia. Su ADN combina distintos elementos: una historia con unos personajes sólidos y enraizados, un humor irreverente y una amenaza sobrenatural a la que se enfrentan», opina el cineasta. Combina, por tanto, ese tono terrorífico y comediante que hace de estas cintas una apuesta segura –hasta ahora– en la taquilla, pero dotándole de un toque personal.
La cinta cuelga, literalmente, una nueva mochila de protones a los Cazafantasmas: continúan con la misma filosofía, pero no hacen ascos a los avances. A pesar de los indicios de colapso de la Unidad de Contención, ya está en marcha el Centro de Investigación Paranormal, alternativa para controlar, examinar y almacenar con mayor éxito a los fantasmas. Y los encargados de las miras al futuro son precisamente los que fundaron el proyecto, mientras las nuevas incorporaciones se van haciendo con el oficio. Bill Murray y Dan Aykroyd repiten en los personajes de Peter Venkman y Ray Stantz, y no faltan los guiños hacia el fallecido Egon Spengler (Harold Ramis). Es, de hecho, su familia la que tomó el relevo de los Cazafantasmas en la anterior secuela, y los que vuelven a salvar el mundo de amenazas paranormales. De uno, por cierto, de los peligros más grandes que se han enfrentado estos profesionales fantasmagóricos: Garraka, la «Muerte Helada». Literalmente, este nuevo villano hiela a la gente del miedo que produce, un poder sobrenatural que atacó por última vez en 1904 y que vuelve a las andadas tras manipular Stantz y compañía una antigua y misteriosa orbe de latón.
La magnitud de peligro que produce Garraka es tal que los viejos Cazafantasmas tendrán que apoyar a los nuevos en la lucha. Estos últimos, junto a Rudd, los interpretan McKenna Grace, Finn Wolfhard y Carrie Coon, y son conscientes de lo que conlleva acompañar a viejas glorias de Hollywood en uno de los escenarios míticos de su carrera. Actuar junto a Murray en la Estación es, confiesa Wolfhard, «intimidante, impone estar con unas estrellas y al principio es difícil, pero después te acostumbras y te das cuenta de que los famosos también son personas». Rudd va un paso más allá, asegurando que «estamos hablando de Murray y Aykroyd en los momentos álgidos de sus carreras, y de Ivan Reitman, el director, que hacía las mejores comedias de la época». Los Cazafantasmas actuales son, define, «diferentes, hemos cambiado y hecho las cosas distintas. Pero poder ponernos los trajes y estar junto a estas estrellas era increíble, a veces teníamos la sensación de no querer estorbar, de que no nos habíamos ganado ese lugar, porque los Cazafantasmas eran ellos».
Dos personajes son clave en esta lucha. Por un lado, Phoebe Spengler. Interpretada por McKenna Grace, es una adolescente incomprendida a quien el alcalde Peck le prohíbe trabajar con su familia –interpretada por Rudd, Carrie Coon y Finn Wolfhard–, debido a su corta edad. ¿Con quién desahogarse en una edad en la que reina el drama? Obviamente, con un fantasma. Melody (Emily Alyn Lind) acompaña a la protagonista a superar sus problemas, a reencontrarse, a descubrir en qué consiste la identidad de un Cazafantasmas. Pues no todos los espíritus son malos malísimos, o al menos no todos lo aparentan. Lo mismo ocurre con unos pequeños fantasmas tan simpáticos como invasivos que Stantz no pudo evitar traer de vuelta a Nueva York. Llegó con dos Mini-Puft, pero estas traviesas criaturas, que recuerdan a pequeñas nubes blancas moldeables, y que acompañan a los protagonistas a lo largo de la travesía helada, parece que se multiplican por segundos. Y es que, si bien el discurso irreverente del 84 ha tratado de mantenerse en la secuela, «sería muy difícil replicar, incluso habría sido insultante», apunta Wolfhard. Y es por ello que esta cinta adquiere un tono más familiar y menos cínico.
Por su parte, Nadeem, interpretado por Kumail Nanjiani, «es un neoyorquino normal y corriente, que no cree en lo sobrenatural, pero resulta que tiene una historia familiar que le conecta con una antigua tradición de caza de fantasmas, lo que le vincula al presente», explica Kenan. Una vez más, se unen lo antiguo con lo actual, a través de un personaje que es clave para derrotar a Garraka, y que además participa en una de las escenas que aparece Murray, y por cierto de las más cómicas de cinta.
En esta película, el espectador no solo regresa al icónico parque de bomberos, sino también a la biblioteca, con su respectiva fantasma lectora, y a escenarios que popularizaron la cinta original. La secuela, no obstante, no busca imitar a la clásica, «pues sería muy difícil replicar aquello que se hizo en el 84, e incluso habría sido insultante. Sí hemos intentado encontrar ese tono», ese discurso irreverente e irónico, que en los 80 se presumía desvergonzado, descarado, y en «Cazafantasmas: Imperio helado" se muestra quizá más medido, familiar, de andar por casa.
Asistimos, por tanto, a una nueva entrega de una franquicia que generalmente no falla en taquilla. ¿Es el «reboot" la nueva estrategia de Hollywood para hacerse de oro, o es que se han quedado sin ideas? Rudd, antes de responder, satiriza, y después explica que «no sé si es falta de ideas, pero desde luego resulta cada vez más difícil conseguir que te paguen por ideas nuevas. Además, están las plataformas, hay muchas formas de ver películas, y eso hace que se produzcan cintas pequeñas, con menos presupuestos. Y a todo esto se le suma que muchos de los guionistas de las películas se han ido a la televisión». Está cambiando el panorama del cine, y ello nos lleva a pensar en la Inteligencia Artificial, que ha provocado recientemente protestas en Hollywood, y que Rudd no ve como un problema menor: «Viene a por todos nosotros y a por los trabajos. Aunque haga cosas increíbles trato de no preocuparme demasiado, pero sí es deprimente pensar en la cantidad de gente que va a estar buscando un propósito, porque se va a quedar sin trabajo por culpa de esto».
Sea la IA o no un fantasma que cazar, enjaular, examinar, y controlar, siempre nos quedarán los recuerdos, y por tanto la naturalidad de las emociones. «Cazafantasmas: Imperio Helado», más que una cinta asustadiza, es una emotiva, de apelar a los sentimientos. Busca rescatar aquellas emociones de la primera vez que vimos la película original, lo que sintieron los espectadores al descubrir este universo cómico y fantasmagórico. Proyecta sustos, pero que quedan a la sombra de conversaciones sensibles, de amor familiar, de quizá una forma de rendir homenaje a las fantasías que estas películas han regalado a tantos niños y no tan niños. «Esta película me hizo abrir los ojos, y me gustaría que las nuevas generaciones y nuevos públicos que vayan a ver esta nueva cinta sientan lo mismo, ese miedo que yo sentí, pero a la vez la seguridad de que hay unos héroes que están dispuesto a enfrentarse a todos los desafíos», concluye Kenan.