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Colin Farrell: «Me costó, pero ya aprendí a decir ‘no’»

Interpreta al experimentado y rígido Percival Graves en este «spin-off» del universo de Harry Potter, que nos sumerge en un universo de misterio, magia y fantasía.
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Interpreta al experimentado y rígido Percival Graves en este «spin-off» del universo de Harry Potter, que nos sumerge en un universo de misterio, magia y fantasía.
Después de rodar «Corrupción en Miami» (2006) Colin Farrell pensó en abandonar la interpretación. Estaba hastiado y no disfrutaba con su trabajo, algo que le hizo reflexionar profundamente sobre lo que le había llevado a la interpretación. Necesitaba, dice, recuperar tanto la ilusión como la calma. Fueron años de demasiado ajetreo, fiestas en exceso, sexo y drogas. Con el tiempo las aguas se calmaron y el actor, un irlandés de planta estupenda y sonrisa pícara, ingresó en una clínica de desintoxicación, pues no había otra manera de volver a ser el que fue. Salió limpio y abandonó la bebida para siempre. El único vicio que le queda de aquella etapa demasiado turbulenta es el tabaco. Su carrera interpretativa en EE. UU. se dio a conocer de la mano de Joel Schumacher en «Tigerland» (2000), director que ha confesado que le dio el papel por su encanto personal. El actor es padre de dos hijos, James, nacido de su relación con Kim Bordenave en 2003, y Henry, que tuvo con la actriz polaca Alicja Bachleda a la que conoció en el rodaje de «Ondine». Cuando habla de sus hijos a Farrell se ilumina el rostro, pero no oculta un sentimiento de culpa con respecto a su primer vástago a quien cree que no atendió lo suficiente y que padece por nacimiento la enfermedad de Angelman, un desorden genético que se manifiesta en un lento aprendizaje del lenguaje. Según sus propias palabras, hasta que el pequeño cumplió tres años no tomó ninguna decisión buena como padre. Hoy tiene 12 y el segundo ha cumplido seis. Ha disfrutado del rodaje de «Animales fantásticos y dónde encontrarlos», precuela de la saga potteriana y en la que interpreta a Percival Graves, «que supervisa a todos los magos de país y a los que llegan desde otros lugares»: «Por fin he rodado una película que van a poder ver mis hijos. Era una de mis asignaturas pendientes», confiesa.
–¿Cómo le ofrecieron el proyecto?
–A través de mi agente. Me comentó que estaban preparando esta película y siempre había deseado formar parte de un filme de este tipo, lleno de aventuras donde el diseño de producción resulta espectacular, ya no sólo visualmente sino por la relación que se establece entre los personajes.
–¿El hecho de que J.K. Rowling firme el guión le ayudó a decantarse?
–Sin duda, pues es una escritora maravillosa. También el entusiasmo que demostró David (Yates) hizo que me decantara de inmediato. Sé que siempre se dice pero él es de los que trabaja contigo y te cuida.
–¿Qué recuerdos le trae Harry Potter?
–Siempre buenos. Poder observar la evolución del mago a través de los ocho volúmenes me resulta fascinante. Es, además, el tipo de películas que nunca te aburres de ver, quizá porque habla de un mundo de magia, de evasión.
–¿Ha leído los libros de Rowling?
–No, mi hermana se encargó de leerlos por mí. Soy demasiado holgazán.
–¿Le pidió consejo a ella cuando le ofrecieron este papel?
–No, pero se alegró enormemente porque sabía las ganas que tenía de trabajar en un filme fantástico.
–Su carrera es muy variopinta y no se ha mantenido fiel a un tipo de personaje. ¿Lo ha hecho de manera consciente?
–Para nada. Nunca he trabajado de acuerdo a un guión prefijado, sino que he elegido los papeles que realmente me gustaban, sin tener en cuenta si podrían o no funcionar en taquilla. No te engaño si te digo que participar en una superproducción me llama la atención, pero lo mismo que en una cinta independiente de presupuesto irrisorio, como es el caso, por ejemplo, de «La langosta». Elijo el personaje por su riqueza y por lo que puedan moverme en mi interior.
–¿Cuál es la gran diferencia entre una gran producción y una película indie?
–Sin duda, el catering (risas). Bromas aparte, obviamente en un filme de gran presupuesto hay mucha más gente opinando y todo se tiende a complicar más. Las interpretaciones resultan más contenidas al tener que llegar a una audiencia mayor. No existe el mismo riesgo que en un filme independiente, donde se puede arriesgar más. En definitiva, es como vestirte con un disfraz diferente, uno es más caro y el otro, más sencillo, pero los dos son disfraces.
–No sé si le habrá resultado complicado rodar con determinados directores.
–En esta profesión, como en todas, hay mucho donde elegir. Hay cineastas a quienes les gusta mucho ensayar antes del rodaje y tenerlo todo bien atado con el objetivo de evitar sorpresas, y después está Woody Allen, al que conocí el día antes de empezar película. Todas las técnicas son válidas. Yo interiorizo al personaje antes de rodar y suelo trabajar siempre de la misma manera.
–¿Le ha abierto su profesión los ojos al mundo? Me refiero a que usted ha pasado por una etapa dura que le hizo replantearse ciertas cosas.
–No estoy seguro. Efectivamente, he atravesado momentos estupendos y otros realmente terribles que ya son afortunadamente pasado. Llegué a Hollywood con poco más de veinte años, muy joven, y trabajé en unos años lo que a otros actores les cuesta bastante más tiempo desarrollar; era una locura. No supe frenar cuando debía y descarrilé. Ya lo he dicho: la culpa fue exclusivamente mía. Me he equivocado al aceptar determinados papeles llevado por el nombre del director y que no me han reportado personalmente nada; sin embargo, con el tiempo he aprendido a decir que no. Y me siento orgulloso. El público tiende a formarse una imagen equivocada del actor llevado por lo que ve, por cosas muy puntuales y también por lo que dicen los medios de uno, que no siempre es real. Yo soy un tipo bastante aburrido, no salgo demasiado, aunque tengo un vicio que no soy capaz de dejar, el tabaco. No recuerdo la última vez que he acudido a un estreno de cine de una película que obviamente no haya interpretado. Practico el yoga y me siento a gusto conmigo mismo. ¿Le parece excitante?
–La gente que tiene cerca imagino que habrá contribuido a centrarle.
–Así es. Mi hermana Claudine siempre está a mi lado, lo mismo que su marido y mi mánager, aunque a la vez son un tanto soñadores. Ellos han estado siempre ahí, para lo bueno y lo malo, y no puedo ni defraudarlos a ellos ni defraudarme a mí.