La franquicia animada Looney Tunes, de Warner Bross, llegó por primera vez a los cines en los años 30 del pasado siglo y ahí se quedaron. Sobre todo, ante la entusiasta respuesta del público infantil y entre aquellos que ya peinaban canas y calvicies. Luego fueron serie televisiva y, después, unos y otros personajes de la factoría regresaron a las salas. 

Así, hoy llega esta nueva delicia protagonizada por el cerdito Porky y el desquiciado pato Lucas, quienes, tras perder al granjero que los adoptó de bebés (de qué manera tan maravillosa el director Peter Browngardt plasma su muerte), descubren que un timburtiano alienígena desea hacerse con el control mental de la Tierra a base de unos chicles que convierten a los habitantes del planeta en zombis, lo que intentarán evitar ellos ayudados por la inteligente porcina Petunia.

Con una encantadora atmósfera muy influida por los filmes de ciencia ficción realizados en los 50 (incluido un guiño a «La invasión de los ladrones de cuerpos»), estamos frente a otra generosa ración de ingeniosos disparates, y de un humor en ocasiones absurdo y un poco irrespetuoso. Qué encanto de película y qué necesitados estaremos siempre de estos adorables loquitos.