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Estreno
Crítica de "Jugar con fuego": el hijo tóxico del descontento ★★ 1/2
Dirección y guion: Delphine y Muriel Coulin, según la novela de Laurent Petitmangin. Intérpretes: Vincent Lindon, Benjamin Voisin, Stefan Crepon, Édouard Sulpice. Francia, 2024. Duración: 118 minutos. Drama.

Hay que tomársela como un cuento moral, que nos avisa de que es imposible saber por qué el racismo, la intolerancia, el culto a la violencia de la extrema derecha más radical, se instala en el seno de una familia obrera que nunca ha mostrado la menor simpatía por esa ideología. Al adoptar el punto de vista del patriarca, ferroviario de izquierdas, y al procurarle un hijo estudioso y universitario, en las antípodas del protagonista, el hermano díscolo, deportista e impulsivo que sucumbe al área de influencia de un grupo neonazi como quien se infecta de una bacteria necrosante, el contraste acentúa el absurdo incurable de la situación, la impotencia de los que rodean a este buen chico que se ha desviado del camino correcto.
Lo más interesante, decíamos, es que “Jugar con fuego” está narrada desde la mirada del padre, porque eso externaliza el drama, se establece una distancia natural hacia lo que ocurre no exenta de emoción. Si hay algo que destaca en “Jugar con fuego” es que, por muy largas sean las sombras que se ciernen sobre esta familia de tres hombres y una madre ausente, siempre queda el amor paterno y fraterno, el gesto espontáneo de cuidados o protección, que nos recuerda que hay afectos que no se dejan vencer por la ideología. Es de gran ayuda que Vincent Lindon, ganador de la Copa Volpi en la Mostra veneciana del 2024, sea un actor tan emocional, tan crudo y vulnerable en sus reacciones, porque es el único modo de que lo que ocurre se viva como una separación descarnada, casi como una traición trágica a unos inviolables lazos de sangre.
Sin embargo, puede que ese punto de vista sea, también, su mayor limitación, precisamente porque parte de un personaje que no entiende nada en absoluto del conflicto interno de su hijo, y esa incomprensión acaba por gangrenar la tensión dramática del filme. Acaso el padre que interpreta Lindon es demasiado estático, demasiado incapaz de cambiar, está en exceso encarcelado en su papel de figura de autoridad, para que puedan esperarse sorpresas de él, de la relación con su hijo, del peso de su dolor en el conjunto de la trama.
El principal problema de “Jugar con fuego” es que está planteada desde un realismo algo plano, que pierde la oportunidad de indagar en profundidad en las causas que hacen que jóvenes como el protagonista se proclamen defensores del fascismo en la nueva Europa del malestar. Podríamos decir que las hermanas Coulin tienen más éxito en el trato de la dimensión íntima de la radicalización xenófoba que en el análisis de su dimensión social, como si se conformaran con los clichés que leemos en los periódicos o escuchamos en los telediarios.
Lo mejor:
El trabajo de Lindon y la verdad con que se retratan los afectos positivos entre el padre y los hijos.
Lo peor:
Que la película se conforma con poco cuando se trata de explicar las causas del auge de la extrema derecha en la juventud actual.
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