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Díaz Yanes: «‘‘Oro’’ es un ‘‘western’’ en la selva del siglo XVI»

Regresa a la dirección con la superproducción «Oro», un filme a modo de «western» sobre una expedición española en las Indias del siglo XVI basada en un relato de Pérez-Reverte y con un reparto de grandes estrellas.

José Coronado y Raúl Arévalo, en una escena de un filme que no escatima en violencia
José Coronado y Raúl Arévalo, en una escena de un filme que no escatima en violencialarazon

Regresa a la dirección con la superproducción «Oro», un filme a modo de «western» sobre una expedición española en las Indias del siglo XVI basada en un relato de Pérez-Reverte y con un reparto de grandes estrellas.

Entre la irritante multitud y variedad de frases motivadoras que pueblan nuestra modernidad líquida hay una que, sin embargo, cuadra a la perfección con la aventura equinoccial de aquellos españoles de Indias: «No sabían que era imposible y por eso lo hicieron». Y lo hicieron, mayormente, por hambre y por codicia, en pos de una utopía, por su rey (y a veces contra él) y por su dios. Y eso es historia. Y negarlo o reducirlo a un cliché es coger el rábano por las hojas y es, básicamente, una estupidez. «Fue una epopeya llena de claros y de oscuros, donde hicimos cosas buenas y malas, pero está ahí y hay que contarlo como fue», defiende Agustín Díaz Yanes, que ha retratado en «Oro», la superproducción de 8 millones de euros que parte de un relato inédito de Arturo Pérez-Reverte, a aquellos españoles de los Siglos de Oro que eran «duros como el pedernal, pobres la mayoría, que salían de aquí hacia las Indias en busca de fama y fortuna; algunos alcanzaron la primera, pocos; la segunda, casi ninguno».

«Los que hemos estudiado Historia –prosigue el director de «Alatriste», cinta en la que fraguó su sólida amistad con el escritor «best-seller»– sabemos que es absurdo pretender trasladar cosas pasadas a la mentalidad de ahora. La conquista es pasado, hay miles de libros a favor o en contra, más o menos ecuánimes, y todo lo que sea coger esa historia y verla con los ojos de ahora es ridículo. La vida en el siglo XVI (“Oro” arranca en 1538), no solo en España sino en toda Europa, no tenía el valor de ahora mismo, entre otras cosas porque la mayoría no llegaba a los 30 años. Había otro concepto de la vida y la muerte porque la muerte estaba muy presente en sus vidas y ahora está muy alejada. Todo lo que sea ir atrás y verlo como ahora no conduce a nada. Y no podemos pedir perdón por lo que hicieron nuestros antepasados, o algunos de ellos. Me parece un absurdo. La historia está para escribirla, interpretarla con nuevos datos y aceptarla».

Seres anónimos

La cinta no es, de todos modos, una vindicación épica de la conquista en una época que abjura de ella –la corriente por la retirada de monumentos a Colón en América y España es su cara extrema– ni un retrato de sus más eximios protagonistas. «Si la película hubiese sido sobre Cortés o Pizarro no la hubiese hecho», asegura Díaz Yanes, «pero lo genial del relato de Arturo es que coge a seres anónimos, y eso para mí era la posibilidad de hacer una especie de ‘‘western’’ que transcurriera en las selvas del siglo XVI».

«Oro» bebe tanto en lo documental de piezas como la «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España», de Bernal Díaz del Castillo (un soldado, no un cronista al uso), y las narraciones de las jornadas de Omagua y Eldorado, como de filmes tal que «Grupo salvaje» (1969) de Sam Peckimpah, o aventuras del Vietnam como «El cazador». Lo que plantea Díaz Yanes durante 103 minutos es una inmersión en una época y un entorno hostil junto a un grupo de soldados en busca de una ciudad dorada a través de las selvas del Darién. «Ésta no es una película sobre la conquista, sino situada en la conquista –apostilla Raúl Arévalo, protagonista de la cinta junto a un nutrido nombre de actores importantes como José Coronado, Bárbara Lennie, Óscar Jaenada, Juan Diego y Antonio Dechent–. Tano (Díaz Yanes) quería hacer un filme de personajes, no a lo Hollywood, con grandes batallas». «Intenté meterme en la cabeza de la gente que iba a esos sitios –añade el director–, de alguien de Extremadura que no había salido nunca de su pueblo y de repente se marcha a Sevilla y de ahí a Sanlúcar y aparece en las Indias. Debía ser como si nos llevan ahora a Marte».

La amenaza constante del enemigo, una naturaleza fascinante pero indescifrable para aquellos españoles de hace medio milenio y, sobre todo, las rencillas internas (y frecuentemente entre regiones) complican esta expedición en tierra de nadie, entre el barro y la lluvia. «Eran tan duros que podían aguantar carros y carretas, pero seguramente una gripe se los podía llevar por delante en aquellos tiempos», señala Arévalo, para quien «una de las cosas que hace actual a Pérez-Reverte al escribir es que muestra que la esencia de lo que somos los españoles ya viene de ahí aunque hayamos dado pasos de gigante. Ya entonces había esa rivalidad entre navarros y aragoneses, entre aragoneses y extremeños... Y ese caracter peleón del español que ha existido aunque haya evolucionado». Según Díaz Yanes, los españoles exageramos la importancia histórica de nuestras rivalidades: «A veces nos falta algo de comprensión global, fuera de España. Nuestro país siempre ha tenido un problema de nacionalidades, quizá más por ser una unión de reinos, pero eso siempre ha sido así también en lugares como Italia o Alemania, donde los ducados se odiaban entre ellos».

Canarias es Brasil

Rodada mayoritariamente en Canarias, y con planos extraídos de la selva panameña del Darién, la ambientación ha sido clave para el trabajo de interpretación: «Con este tipo de personajes todo el aspecto físico ha ayudado mucho. De repente verte vestido así te da otra posición corporal, o encontrarte en la selva, pues aunque rodáramos en Canarias aquello parecía Brasil. La incomodidad, la frondosidad, lleno de mierda, de barro, sudado de verdad. Todo eso ayuda a meterte en el papel y te das cuenta de que la gente de aquella epoca aguantaba eso multiplicado por diez millones», explica Arévalo, quien considera que «la caras, los caracteres» de actores tan carismáticos como Coronado, Jaenada o Juan Diego remaban a favor de la historia. Para Díaz Yanes, «Oro» ha sido, además, una resurrección inesperada para el cine: «Tenía pensado retirarme pero porque no me llamaba nadie. En ocho años, desde que terminé ‘‘Solo quiero caminar’’, únicamente recibí dos llamadas, así que al final te sometes».